En los percheros de su local en Las Cañitas, se exhiben prendas que, sin lugar a dudas, llevan su firma en cada etiqueta. Mini vestidos animal print con piedras, trajecitos con mix de estampas, faldas de diferentes texturas y abrigos súper coloridos. Desde que Benito Fernández (52) irrumpió en las pasarelas nacionales, impuso un estilo alegre, sexy e intenso. Primero, con la alta costura y, hace muy poco tiempo, con propuestas que se llevan a diario.
–¿Por qué decidiste incursionar en el prêt à porter?
–Me gusta modernizarme en todo sentido, no sólo en el diseño sino también en lo que quiero de mi empresa. Empecé a pensar que el mundo está yendo para otro lado. Hoy es la calle la que está dictando la moda. Por eso, la aparición de los blogs de moda, los coolhunters y las grandes marcas que miran qué hace la gente. Todo se manifiesta en la calle. Por eso, me pareció que estar ahí y con productos más masivos me iba a dar lo que quería. Como un tema más que nada conceptual, pensando en la imagen de marca, más allá de lo económico. Así es como surgió el prêt à porter. Ahora lancé el perfume, hago alianzas con marcas que me significan desde diseñar botellas para una gaseosa light hasta crear los uniformes de una de las tarjetas más reconocidas en la Argentina. Es una actitud de modernidad y estar más con el mundo de hoy.
–¿Existe un prejuicio de otros diseñadores o clientas para el modisto de alta costura que sale a la calle?
–Sí. Siempre en mi carrera luché contra los prejuicios que tenemos los argentinos, y me incluyo, porque así en lo político, lo económico, y ni hablar en el fútbol. Además, somos muy exitistas. Claro que tenemos nuestras cosas buenas, además de las que nos tiran atrás, como todos. Y obviamente, la primera vez que hice una acción masiva con un supermercado, hace más de tres años, fui muy criticado… Pero hoy, estoy acá. A ver, de todas maneras, a veces cuesta. Han criticado un montón a Marcelo Tinelli, cuando empezó a usar los sacos o pantalones de color y, en la actualidad, todos los usamos. Lo primero que aparece es el prejuicio. Después, se va. No nos tienen que importar un montón de cosas.
–Estudiabas Derecho, dejaste y elegiste el diseño. En ese momento, ¿ya estabas luchando con el qué dirán?
–Sí. Me cuesta en un primer momento, pero es un ejercicio que hago desde chico. En mi familia no había influencias del mundo de la moda. En aquel entonces, cuando cambié de carrera fue como un quiebre repentino, pero hoy lo miro y me doy cuenta de que la moda me gustó desde siempre. Hago una retrospectiva y veo que elegía películas y series que tenían que ver con este mundo, que en mi adolescencia me hacía ropa porque no había lo que yo quería. Me costó encontrar la carrera, sacarme mis prejuicios. Pero cuando vi que se podía estudiar afuera, me fui a Europa. Aunque demoré, ya tenía 24 años.
–¿Te gustaría expandirte en el exterior?
–Tuve la posibilidad, pero yo elijo hacerlo acá. Me encanta la manera que tenemos, la agilidad mental y agradezco que vayamos cambiado y evolucionado en algún punto. La mujer argentina tiene una cabeza terrible, se adapta y se modifica.
–¿En qué mujer pensás cuando diseñás?
–Mis productos son muy masivos, apuntan a un abanico enorme. Sí me doy cuenta de que se trata de mujeres modernas, que trabajan, cuidan a sus hijos, estudian, van al supermercado, hacen un montón de cosas. Soy un agradecido de ser parte de la evolución de la mujer que hoy es presidenta, economista, cineasta. Antes sólo era actriz o se dedicaba a una profesión tradicional. Ahora, está en un lugar de privilegio.
Diseños con coronita
“Mis clientas me piden consejos personales. No es sólo el vestido o el género porque géneros lindos podés conseguir en cualquier lado y modistas hay muy buenas. Me parece que, a veces, también buscan una contención, un sentirse cuidadas en un montón de cosas que por ahí les están faltando. Entonces, hacés como una simbiosis con el otro”, cuenta Benito, sentado en su escritorio, donde se mezclan retazos de tela, figurines y agenda. Es el elegido de muchas modelos, actrices y, también, de la realeza. Con esto último, nos referimos, claramente, a Máxima Zorreguieta, la argentina que reina en Holanda.
–Que ella luzca tus diseños, ¿significó una bisagra en tu carrera?
–Hace diez años que la visto. Tiene veinte o treinta vestidos míos. Es la mujer que me representa, Máxima. Pero en realidad, creo que lo que más me marcó fue su casamiento, cuando vestí a cinco de sus mejores amigas y a quien entonces era su cuñada, Mariana Andrés. Como los padres de Máxima no fueron a la boda, Mariana y Martín Zorreguieta (hermano de Máxima) pasaron a ser los padrinos, entre comillas. Tras el casamiento, se dio una foto de ellos, que salió publicada en todos los diarios del mundo y me dio vuelta la cabeza. Levantarte y saber que esa imagen se había elegido desde la corona y que iba a estar en los libros de historia, me cambió. Después, vestir a su madre para el primer viaje que realizó a Holanda, estar cerca de Máxima y vestirla para la apertura del Parlamento, el casamiento del príncipe de Grecia y un montón de eventos muy importantes para ella; me significa disfrutar mi carrera. No es como todo el mundo piensa, que me beneficia en la parte comercial o que quiero irme a Holanda. Cero. De hecho, nunca salí a hablar mucho del tema y, si hago la cronología, no van a creer la cantidad de vestidos míos que usó. Lo digo ahora porque, durante una semana, el mundo fue una Maximanía y ya era evidente que le había hecho ropa. Es más, usó uno de mis diseños cuando anunciaron que sería reina. Y eso no fue casual. Ella tiene esas cosas subliminales, ella hace esos mimos que, la verdad, son increíbles.
–¿Quién te encantaría que use uno de tus modelos?
–Angelina Jolie. Es un personaje que habla de cosas que todos pensamos y no hacemos o no resolvemos. Independientemente de que estemos de acuerdo o no con ella, me parece que habla de una modernidad de cabeza muy especial y me encanta su forma de vivir, más allá de que sea famosa y una de las mujeres más lindas del mundo.
–¿Hay mujeres que te negarías o te negaste a vestir?
–Sí, a las que no generan desde el mismo lugar. Pero no tengo prejuicios con eso y, si los hay, trato de sacármelos. Así que puedo vestir a cualquier mujer, de cualquier partido político, de físicos diferentes y edades variadas.
–¿Existe mucho canje en la moda?
–Sí, es normal en la profesión. Yo lo hago y es algo que funciona para ambos bandos, en un punto. Igual a mí me gusta vestir a mujeres que no hacen mucho canje porque tienen un estilo propio. Cuando uno abusa del canje pierde identidad porque te ponés lo que te prestan o lo que podés conseguir. Pero hay personajes que tienen su historia, su look propio más allá de que después las puedas vestir o no. Ellas compran, consumen e invierten en su imagen. Son madres, empresarias y son todo lo que a mí me gusta. Lo elijo desde ese lugar.
–¿Vos invertís mucho en tu imagen?
–No tanto. Tengo mi estilo. Me pasó eso de ser más consumista en cuanto a mi imagen. Trato de cuidarme, no es que vivo de mi imagen, pero es importante y uno dice un montón de cosas con lo que se pone. Entonces, si digo algo y soy de otra manera, no es creíble.
–¿Seguís diseñándote ropa, como cuando eras adolescente?
–Ya no. Pero busco lo que quiero, lo que tiene que ver con mi marca. Todo tiene un significado. Me interesa ser coherente en como soy como padre, como profesional y con cómo me gusta ver la vida.
A pesar de haber mediatizado su carrera, el diseñador busca resguardar la intimidad. “Traté siempre de separar porque me parece que cuando empezás a hablar, involucrás a mucha gente, a segundas, terceras y cuartas personas a las que, por ahí, no les divierte estar en los medios. No porque tenga problemas en contar, sino por cuidar a los demás. Me costó el tema con mis hijos, qué comunicar, qué decimos, qué no. Siempre hablo y consulto este tema con ellos Me gusta que estén cómodos”, explica el papá de Lucas (26), que es músico, y de Marina (20), estudiante de Diseño de Indumentaria.
–¿Qué opinan ellos respecto a la exposición?
–Lucas no quiere saber nada, tiene su historia. Tratamos de separar un poquito nuestras carreras. Somos muy compinches, disfrutamos mucho de estar los tres juntos, de hecho, Marina vive conmigo. Yo crezco como padre y ellos, como hijos. Maduramos y pasamos un montón de situaciones.
–¿Y a Marina, que sigue tus pasos, no le divierte acompañarte?
–Hasta hace un año, no salía conmigo. Hace poco empezamos a ir a eventos juntos. Fue cuando ella quiso y estaba preparada. No me gusta arrastrar a los demás en mi historia, sea buena o no. Está estudiando y a fin de año, seguramente, se vaya a España a trabajar un par de meses con Ágatha Ruiz de la Prada. Tiene un estilo muy parecido al mío, pero es muy chica y me gustaría que haga experiencias en otros lugares. Me parece más sano para ella.
–¿Cómo te desconectás del trabajo?
–Me doy cuenta que estoy con millones de cosas, desde un programa de televisión hasta lo que hice siempre. Y no me quejo porque es lo que generé. Me doy cuenta de que en la adrenalina es donde soy más creativo, mejor resuelvo y soy más interesante. En mi vida privada, para desenchufar, elijo hacer nada. En mi casa, ni leo. ¡Hace más de veinte años que no leo! Soy fiaca total. Y el día que me desconecte, voy a ser como Gabriela Sabatini, que nunca más agarró una raqueta. Me parece un ídolo a seguir. Cuando me baje de esto, voy a bajar 170 kilómetros de velocidad. A mí me gusta estar tranquilo, aunque por ahora, no va, porque laburar a medias es donde no me siento bien. Trabajo mucho, me encanta. Pero si me das a elegir, me quedo en mi casa. Cuando llegue el momento, haré un poco de terapia para hablar sobre la gente que no me reconocerá más por la calle o las empresas que no querrán mi imagen.
–¿Fantaseás con tu retiro?
–Sí, todos los días de mi vida. Y voy haciendo cosas para estar preparado para ese momento.
Diseño propio
Un perfume: “El mío porque es algo que deseé desde siempre”.
Un accesorio: “En mí, un morral, fundamental. Un traje de baño, que no es un accesorio, pero lo llevo a todos lados. Si me tengo que ir de viaje, me pongo nervioso de sólo pensar que me lo puedo olvidar”.
Un momento del día: “La mañana en mi casa. Me gusta estar solo, tranquilo, que no suene el teléfono. No uso despertador pero me despierto muy temprano, a las seis y media o siete”.
Un viaje pendiente: “Hay un montón de lugares a los que me encantaría ir, como India y Vietnam. Igual, soy de elegir lugares que ya conozco. El que más me gusta es New York. Me da la posibilidad de ver qué pasa en el mundo en pocos días y me siento muy cómodo ahí. Vaya con quien vaya, me divierto”.
Una comida: “Las milanesas, el bife y la tortilla de papas. Son mis tres hits. No me gustan los platos muy saborizados. La canela y le menta con lo salado, no me van”.
Un recuerdo: “Una imagen que se me viene a la cabeza es con mis hijos cuando eran chicos, en la casa del country de Tortugas”.
Texto: Geraldine Palmiero
Fotos: DS