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23 de agosto, 2013

Vanina Oneto y Delfina Merino, cambio de mando.

Dos auténticas leonas, una retirada y otra vigente, en un diálogo que funciona como puente entre dos generaciones.

 

Son dos párrafos diferentes de una misma leyenda, íconos de la garra femenina en el deporte, culpables del furor por el stick y el corner corto. Vanina Oneto fue la goleadora de los albores de las Leonas, una de las autoras de los primeros trazos de gloria. A los 40 años, todavía sigue ligada al equipo que supo integrar. ¿Cómo? Desde el corazón y desde el periodismo, porque es comentarista de hockey. En tanto, la también atacante Delfina Merino, a sus 23 años, “parece una veterana, con más de 100 partidos”, según Oneto, es una de las banderas de la renovación del combinado nacional, que puede cambiar de nombres, aunque nunca de identidad, de esencia.

De un lado y el otro de la historia, el hockey sobre césped las atrapó de bien chicas. “Empecé a jugar a los seis años y al poco tiempo me di cuenta de que era lo mío, superó a todo. El castigo, cuando me mandaba una macana, era ‘no vas a hockey’…”, confiesa Vana. Y Merino coincide: “Yo arranqué a los cinco. En simultáneo, practicaba otros deportes, como tenis, natación… Pero cuando tuve que elegir uno, me quedé con el hockey”. La piel de Leona la adoptaron con el tiempo. Y es una marca indeleble, profunda, que excede al fervor deportivo. “Significa vestir la camiseta de tu país, algo que tuve el gusto de hacer por mucho tiempo. Ser Leona es un orgullo, hay que comprometerse, esforzarse… Es el respeto por el otro, el equipo por sobre las individualidades. Y sos Leona en cada minuto de tu vida. En el trabajo, en la facultad, manejando, siempre tenés que dar el ejemplo. Es amistad”, se emociona Oneto. “Representar a tu país es lo más importante que le puede pasar a un deportista. Es una obligación dejar todo, hay un respeto por cuidar”, se suma Merino.

Se entienden como si se combinaran en la ofensiva. Evidentemente, el lazo felino existe, es casi fraternal. “A Vanina le pediría que me cuente la historia de cómo nacieron las Leonas. Si bien es pública y yo ya la conozco, me puede aportar un montón de intimidad de ese momento tan especial”, propone la juvenil. “A Delfina mucho no le puedo decir. ¡A los 23 creció rapidísimo! Se nota que entiende la esencia de las Leonas. Fuera de lo deportivo, la noche en que nos juntamos en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000 y se definió usar las camisetas con las Leonas estampadas es el momento que más atesoro de mi paso por la Selección. Nadie lo sabía, menos la prensa. Antes, el profe Luis Barrionuevo nos leyó un cuentito emocionante. Es muy lindo”, devuelve Vana.

Contando juveniles y mayores, Merino ya ostenta once títulos con la celeste y blanca, incluyendo la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Oneto, por su parte, acumuló seis. Claro que siempre hay un trofeo que ocupa un espacio particular en los afectos. “Elijo la medalla de plata en Sydney y el Mundial de Perth de 2002”, hace su selección la voz de la experiencia. “Yo me quedo con el Mundial 2010. Lo jugamos en el país, hubo toda una revolución”, revive Merino. Es que con su intenso aporte, el hockey sobre césped se popularizó y masificó en Argentina, al punto de erigirse como uno de los deportes de excelencia, sobre todo entre el público femenino. “Todavía me sorprende. Algo que empezó como un compromiso tan íntimo que haya llegado a esto… Lo de la gente, el efecto, cómo cantan el himno cuando se juega en Argentina… Por ahí, cuando nos juntamos con algunas de las chicas, lo hablamos y ahí te das cuenta. Si no, no es algo consciente”, comenta Oneto. “Ha ocupado un espacio importante y es crucial que el hockey siga creciendo. Para nosotras, es un orgullo”, agrega tinta Merino, en un relato de mujer a mujer que promete muchos más capítulos.