







La imagen es exactamente la que uno se imagina de una escritora tan prolífica como ella. Allí está, notebook delante, sus dedos moviéndose a gran velocidad, sentada en un bar de su barrio, Palermo, donde se hizo la entrevista. “Escribo todo el tiempo y en cualquier lado. No pasa un día de mi vida sin que escriba algo. Una observación, una reflexión… Cualquier cosa”, dice mientras cierra la computadora y se dispone a charlar. Ella es Esther Feldman, Licenciada en Letras en el diploma, guionista y escritora en la vida cotidiana, columnista de radio periódicamente y una apasionada de las relaciones humanas, a las que analiza en todas sus formas y en todos estos formatos las 24 horas del día.
Es autora del libro “Rupturas”, fruto de su mirada atenta y observadora sobre las relaciones humanas y especialmente el amor, en el que con humor y agudeza retrata ese momento de la vida adulta que a todos, tarde o temprano, nos ha tocado, nos toca o nos tocará transitar: “Como dice el libro, siempre hay alguien que deja y otro que es dejado. Todos los que tenemos más de 12 años hemos pasado por una ruptura. E incluso si nunca la viviste, igual está presente como posibilidad”, define.
–¿Las rupturas nos marcan más que el amor?
–La ruptura es la otra cara del amor. Yo digo que es el pasaje de la infancia a la adultez. Porque cuando uno se separa por primera vez, toma conciencia de que no todo lo que va a querer en la vida lo va a tener y que no todo es para siempre. Cuando uno es chico piensa que el amor es para siempre: el amor de los padres, los abuelos o los hermanos es para siempre. Y de repente aparece un amor que es más efímero y eso cambia la mirada. Las rupturas nos hacen crecer, como todas las crisis que se atraviesan en la vida.
–¿Y cómo se habla de la ruptura con humor?
–Justamente lo que me interesó fue explorar el territorio de la ruptura desde un lugar no solemne y cero trágico. Porque en general se habla del fin de las relaciones con palabras como duelo, pérdida, angustia, todas cosas como muy trágicas. Y la ruptura no siempre es algo negativo. Muchas veces es cerrar algo que estaba mal para abrir otra cosa que esté muy bien. Me parece que está socialmente solemnizada y el libro se mueve en otro espacio.
–En los libros definís formas de ser en el amor, ¿hay estereotipos para amar?
–No estereotipos, pero si tipologías. Como para todo en la vida. Y en esto no hay un tema de hombres o mujeres, sino de personalidades. Y las personalidades atraviesan el género. Hay tanto varones como mujeres que actúan de determinada manera frente a una ruptura.
–¿Se puede escribir infinitamente sobre el amor?
–¡Sí! Si vos recorrés la historia de la humanidad, desde las pinturas rupestres y pasando por toda la literatura universal, por toda la dramaturgia y la poesía, vas a ver que no ha habido cultura, año, década ni autor, que no se haya ocupado del tema. Y sin embargo nadie ha podido dar una respuesta final ni una explicación racional para ese sentimiento. Y en este sentido es un interrogante que me parece tan misterioso como el origen de las personas.
–¿Creés que el amor es “el tema” tanto para hombres como para mujeres?
¬¡Absolutamente! Lo dice Alejandro Dolina: “Todo lo que hago lo hago para levantarme minas”. Lo que pasa es que los varones tienen mucho más prurito para hablar de eso. Porque, ni siquiera con los amigos, los hombres hablan libremente sobre el amor. En cambio, las mujeres nos regodeamos en eso. Podemos hablar horas y horas sobre el amor. Sea con nuestros maridos, novios, amantes, padres, hijos, hermanos, vecinos o compañeros de trabajo. A las mujeres cualquier tipo de relación nos resulta apasionante. Pero a los hombres les cuesta, no porque no les interese sino porque hay un prejuicio social al respecto.
–¿Es esto mismo lo que hace que la literatura sobre el amor sea un género tan femenino?
–Es que no es tan así, ¿sabés? Los hombres también leen sobre el amor. Pero, como te decía, hay una cuestión social al respecto que hace que la la literatura sobre el amor esté editorialmente dirigida a mujeres. Yo creo que es un concepto equivocado. A los hombres les interesa el amor tanto como a nosotras.
La mujer detrás de la pantalla
Dice que nunca se proyectó como escritora. Y menos aún como guionista de televisión. “Yo no tengo la típica biografía del escritor que a los 10 años escribía las obras del colegio. Nada de eso. Me iba bien en lengua y siempre tuve cierta facilidad para escribir, pero no me veía a mi misma como escritora. Empecé a estudiar la carrera de Letras pensando en la teoría y la crítica literarias. Siempre me gustó mucho el estudio y la lectura. Desde muy chiquita me devoraba los libros. Tanto que mi mamá me compraba uno por semana porque si no, me los comía en una noche. Entonces así estaba obligada a que me duraran o me quedaba varios días sin leer”, recuerda con una sonrisa.
–¿Y cómo llegaste a la TV con esos antecedentes?
–La televisión tampoco era algo que tuviera en mente. Al contrario, yo estaba muy metida en lo académico porque era profesora de la cátedra de Lingüística. Pero un verano que no tenía plata para irme de vacaciones y estaba aburrida en Buenos Aires me anoté en un curso sobre guión televisivo que dictaban en la Asociación de Profesionales de Medios. Me interesaba explorar el lenguaje audiovisual, que era algo que en la Universidad no se tocaba para nada. ¡Y fue amor a primera vista!
–¿Fue difícil romper los prejuicios?
–No para mí, porque yo no tenía prejuicios respecto de la tele. Además de ser una gran lectora y estudiosa, yo siempre fui una fanática de la tele y sobre todo del melodrama. Me acuerdo que me quedaba los viernes a la noche para ver Rolando Rivas… Yo creo que en mi cabeza me lo podría haber bancado perfectamente, pero el prejuicio era de la Universidad que encontraba contradictorio que alguien que se dedicaba a la academia quisiera dedicarse a algo tan bastardo como la televisión.
–¿Y cómo fue la decisión?
–Yo empecé a trabajar con Maestro y Vainman. Y justo cuando estábamos escribiendo Montaña Rusa en la cátedra ganamos una beca del Conicet. Y la verdad es que no podía hacer las dos cosas. Y bueno, me tuve que decidir y ¡elegí la tele! Y no me arrepiento para nada. Recuerdo que hubo un profesor de la Universidad que me dijo: “Viví de tu pluma”. Y se lo agradezco todos los días de mi vida porque sentarme a escribir es lo que me hace más feliz en la vida.
Además de correr 7 kilómetros diarios, que mantienen su cuerpo en forma. Desde aquel momento Feldman ha escrito miles y miles de páginas en la televisión argentina: Vientos de vida, Montaña Rusa, Como pan Caliente, Hombre de mar, Disputas, Okupas, Ser Urbano, Lalola y Los exitosos Pells, entre una veintena más, además de la versión local de En terapia. Además escribió dos películas y otra decena de guiones para sit-com y miniseries de otros países. “Hay un menosprecio de la tarea del guionista en la Argentina porque si bien nuestras ficciones son cada vez más requeridas en el mundo, nosotros tenemos contratos leoninos y quedamos fuera de las ganancias de las ventas. Incluso los actores se olvidan siempre de nosotros: cuando reciben un premio nombran al utilero, el camarógrafo y la vestuarista, sin menospreciar esas tareas por supuesto. Pero sistemáticamente ignoran a los guionistas, como si los libros aparecieran por generación espontánea”, protesta sin más.
En el mercado editorial, cinco libros llevan su firma: además de Rupturas, escribió Acaloradas (versión novelada de la obra de teatro de la que fue coautora), Amores en tránsito (novela), La pasión a los cuarenta y Amados y Amantes. “Jamás me aburrí de escribir. La escritura es sin duda mi forma de expresarme y me resulta un momento liberador”.
Más allá de la escritura, fue directora creativa del área de entretenimientos de Ideas del Sur en 2005 y luego, durante tres años, coordinadora autoral de Underground (productora de Sebastián Ortega). También escribió teatro y desde hace varios años es la “Dra. Amor” en Basta de todo, el programa radial conducido por Matías Martin, donde escucha y aconseja a los oyentes.
Años atrás escribió el guión y estuvo a cargo de la dirección artística de la miniserie “Maltratadas”, que indagaba en lo profundo de la realidad de las mujeres que sufren violencia física y psicológica. “El maltrato hacia las mujeres es un fenómeno mucho más extendido de lo que pensamos. Equivocadamente creemos que la violencia física es un problema de las clases bajas y asociado al alcohol o las drogas. No es así: atraviesa las clases sociales y económicas. No hay ningún tipo de distingo en esto”.
–¿Te gusta escribir ficción tocando temas importantes de la realidad?
–Sí, mucho. Porque me interesa la investigación. Justamente la ventaja que tiene mi carrera es la posibilidad de meterme en el mundo, en el que jamás me habría metido siendo Esther Feldman. Esa es la parte que realmente más me entusiasma de todos los proyectos. Así que siempre hay una observación de la realidad en lo que hago, aunque no sea un tema tan duro como este. De todas maneras, estoy convencida de que la ficción es mi territorio.
–¿De dónde viene la inspiración creativa a la hora de hacer ficción?
–Yo me inspiro muchísimo en la vida y en las cosas cotidianas: escucho historias y diálogos, observo, leo diarios y revistas, y todo eso es lo que me nutre del grueso del material. No hay mejor fuente de inspiración que la propia realidad.
–¿Y de dónde sale tanto saber sobre tipologías y formas de amar con casi 30 años de matrimonio?
–Creo que en toda escritura hay algo personal, pero no por haberlo vivido todo, sino porque uno se piensa en determinadas situaciones, las vive a través de sus conocidos, las escucha y las observa. Yo tengo casi 30 años de matrimonio pero tuve dos separaciones prolongadas. Por eso sé tanto sobre los nietzscheanos (una de sus tipologías a la hora de la ruptura), ¡porque pertenezco a ellos! Somos de los que volvemos siempre a lo mismo, recontratando y aprendiendo.
–¿Y cuál es el secreto para mantener el amor después de tanto tiempo?
–Es un trabajo. Divino, pero un gran trabajo de todos los días. No es gratuito, no se da per se ni sobrevive mágicamente hagas lo que hagas. Hay que cuidarlo y eso requiere dedicación.
Texto: Ana Cesari
Fotos: Diego García