Inteligente, bonita y simpática, esta joven escritora cordobesa de 38 años pisa fuerte en el gusto de los seguidores del género histórico-romántico. Ya tiene más de una docena de novelas editadas y ha sido traducida al alemán y al portugués. Sus novelas son un boom en América latina y también se editan en España, Portugal y Alemania. Dos parecen ser las claves de su éxito: es experta en el arte de saber contar, sin dejar de lado una minuciosa investigación de la vida cotidiana de cada época y es, como ella misma se define, “una lectora que escribe”.
-¿Cuál fue el primer libro que te hizo suspirar?
-Fue Jane Eyre de Charlotte Brontë, un libro que me regalaron cuando tendría diez años, y que todavía atesoro en mi biblioteca.
-¿De la colección Robin Hood?
-Así es. En la tapa tiene el dibujo de ella y de una nena. Es un libro simplificado y adaptado para niños que trae, entre otras cosas, dibujos. Hay uno, en el medio, que es cuando Edward le da el beso a ella debajo del árbol que después se quema con un rayo. Yo me pasaba horas mirándolo; él alto y ella, más bien menuda y suspiraba y suspiraba.
–Además es una historia tan particular porque la esposa del protagonista estaba loca, se incendia la casa y él para salvarla (ella muere, obviamente; si no, no se podía concretar el amor entre Jane y su amado Edward) queda ciego y la joven vuelve y lo encuentra y el reencuentro es súper romántico…
–Es maravilloso. Ese libro es una obra de arte y yo en ese tiempo no tenía conciencia de que lo que me conmueve son las historias románticas.
-¿Soñabas mucho en tu adolescencia con amores posibles e imposibles?
–La mía no fue una adolescencia particularmente linda, porque no encontré un grupo de amigas afines, que generalmente se forman en el colegio, porque es el lugar donde más tiempo se está y se comparte mucho, por lo tanto fue más bien solitaria. Leía mucho. En realidad, soñaba más por las historias que leía que por las que vivía en carne propia.
-Estudiaste Ciencias Económicas y hasta llegaste a ejercer. ¿Qué produjo el click que te llevó a dar el gran paso de lectora a escritora?
–Yo siempre digo que estudié Ciencias Económicas para conocerlo a mi esposo. Más aún, fue él quien me impulsó a ser escritora. Es cierto que estudié en la facultad de la Universidad Católica en Córdoba donde lo conocí. Apenas me recibí me vine con una propuesta laboral para Buenos Aires, él ya estaba trabajando acá hacia seis meses. Vivimos juntos un tiempo y después nos casamos. Trabajé más de un año, me iba muy bien, me gustaba pero, un buen día, en la casa de Miguel (su marido), en Córdoba, descubrí un libro en la biblioteca de su familia, fue en 1997, El árabe de Edith Hull, que es una historia de puro amor y pasión, muy bien escrito. Lo leí y me conmovió tanto como para moverme los cimientos e hizo nacer en mí las ganas de escribir. A partir de eso empecé a tener como imágenes, ideas, fantasías de historias. Se lo comenté a Miguel y él me dijo que por qué no las escribía y así fue que me senté y empecé a escribir. Por eso, mi primer libro, Lo que dicen tus ojos, tiene como protagonista a un árabe. Me llevó un año y la hice mientras trabajaba. Y en 1998 renuncié para dedicarme a esto.
-¿Por qué te dedicaste al tema romántico?
–Es lo que me gustaba leer.
–¿Cómo llegaste a publicarlo?
–Terminé de escribirlo y abrí las páginas amarillas de la guía telefónica, para buscar las editoriales y empezar a tildar todas aquellas que me parecía que podían aceptar mis manuscritos. Después fue llamar por teléfono y recorrer por todo Buenos Aires llevando el manuscrito, repartiéndolo. Mi gran deseo era que Javier Vergara lo aceptara porque tenía una línea de aventuras que a mí me encantaba y quería que fuera ahí. Tuve la suerte de que una editora me convocara para decirme que le había gustado y comentarme que estaban en una línea más histórica. Yo le contesté que estaba escribiendo una novela histórica ambientada en el tiempo de Rosas y me propuso llevársela cuando la terminara. Así publiqué Bodas de odio después de dos años.
–Para cada novela hacés una profunda investigación previa…
–Exacto, hay que contar desde cómo se vestían (ropa interior y exterior), qué zapatos usaban, cómo se peinaban, el maquillaje de las mujeres, qué comían, cómo hablaban; además usaban elementos que hoy no usamos. Para mí, esa investigación es la parte más divertida.
-¿Por qué tus argumentos por lo general se desarrollan en el siglo XIX?
-A mí me gusta irme al siglo XIX por lo romántico de esas mujeres; además, la comunicación entre ellos, si no se daba cara a cara y tenían que hacerlo por carta –sin las posibilidades actuales del teléfono, los celulares o internet–, podían tener la respuesta después de días, quizás meses. Los devoraba la ansiedad de la espera, y tantas cosas más.
-¿Es necesario el final feliz en las novelas románticas?
-El final feliz sí. Quien no experimenta lo que nos pasa a las fanáticas de la novela romántica no entiende por qué necesitamos el final feliz, nosotras ponemos el corazón en estas historias, nos enamoramos de los protagonistas, nos sentimos sus amigos, a la par vibramos, sufrimos, lloramos. Si después de toda esa “montaña rusa” de sentimientos, el autor termina mal la historia, sería un golpe bajo. Como lectora no me gustaría que me hicieran eso a mí.
-¿Cómo nacen tus novelas?
–Indias Blancas, por ejemplo, surgió porque una de mis tías me contó la historia de una antepasada mía, llamada Ignacia del Moral, que en uno de los malones más fuertes que hubo en 1819 en Saladillo, provincia de Buenos Aires, fue capturada por los indios a los catorce años, una edad en que a las niñas se las consideraba ya casaderas. Ella vivió toda su vida con el cacique que la hizo su mujer y tuvo un hijo que se llamó Tripalao y fue un importante capitanejo. Más tarde, vino El cuarto Arcano, que nació porque yo viví en Londres durante mucho tiempo y quería escribir algo con un protagonista inglés, y me pareció muy oportuno tomar el escenario de las invasiones inglesas a Buenos Aires. Y después Me llaman Artemio Furia, una propuesta de mi editora que me pidió que escribiera algo relacionado con la Revolución de Mayo y tomé a un gaucho como protagonista.
-¿Cuál fue el papel del gaucho en la revolución?
-Fue muy importante. La presencia de estos hombres en la plaza obró como una especie de filtro para aquellos vecinos que podían llegar a votar en contra de las nuevas ideas en la llamada semana de Mayo, sobre todo el del día 22. Fueron una especie de “piqueteros” que disuadían con su presencia.
-¿Cómo es uno de tus días?
-Mi oficio de escritora es mi trabajo, así como me levantaba y me iba a trabajar a la oficina, ahora me levanto, ordeno mi casa y me pongo a escribir, a leer para investigar. Lo hago toda la mañana, al mediodía corto, después sigo a la tarde hasta eso de las cinco o seis. También, salgo a caminar una hora por el barrio para hacer un poco de ejercicio y ventilarme. Eso no implica que un día empiece a las nueve de la noche y corte a la madrugada.
-¿Inspiración o transpiración, o ambas?
–No alcanza sólo con la inspiración, hay que ponerse a escribir. Cuanto más sentada estás y, si el ambiente es propicio, la inspiración viene.
10 respuestas románticas… que son 11
Hicimos un ping pong y de 10… nos fuimos a 11… ¡Es que siempre hay tanto por decir!
1- Tu novela favorita hoy por hoy. El jinete de bronce, de Paulina Simons.
2- Una heroína. Tatiana Metanova (protagonista femenina del mismo libro).
3- Un héroe. Alexander Belov (protagonista masculino).
4- La protagonista de una de tus novelas debe ser… Por sobre todo inteligente y profunda, que vaya más allá, que no se quede en la superficie de las cosas y que haga del pensamiento un ejercicio.
5- Él debe ser… Noble, caballero; porque esas características hablan de lo bueno que uno puede encontrar a medida que lo va conociendo. La nobleza incluye la sinceridad, la bondad, la gentileza, la generosidad. El que no tenga dobleces, un hombre con todas las palabras.
6- El lugar ideal para enamorarse. Cualquier lugar es bueno.
7- La mejor hora del día para el encuentro. La hora del té, las cinco de la tarde.
8- Teléfono, carta, mail… Mail prácticamente no uso; teléfono, sí.
9- Una estación del año en especial. Invierno.
10-La cena o comida perfecta para la situación. Una carne de cerdo o pollo con puré de manzanas; de entrada, una ensalada tipo griega de berenjenas, pimientos rojos, pasas de uvas rubias y castañas de cajú.
11- La felicidad… Salir un sábado, frío y soleado, a caminar con Miguel, mi marido y después ir a tomar el té.
Texto: Adriana Aboy
Fotos: gentileza Florencia Bonelli y Editorial Santillana.