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14 de octubre, 2013

Nicolás Francella: “Con mi viejo compartimos la pasión por Racing y la actuación”

Es el hijo de Guillermo Francella pero, además de portar apellido, despliega talento. Ya debutó en cine y se convirtió en ídolo teen con Aliados. “Soy muy obsesivo, tengo que estar cómodo y seguro para trabajar”. Aquí cuenta cómo se convirtió en actor, divertidas anécdotas familiares y la relación con las mujeres y la fama.

 

Entra en el bar donde pactamos la entrevista y ya esboza una sonrisa. Remera básica, pantalón deportivo con tres tiras y una mochila al hombro. De perfil bajo, si se quiere; no puede evitar que algunos lo miren con atención y que las camareras murmuren a su paso. A pesar de que su carrera recién comienza, lo reconocen abuelos de 70 años –por interpretar a Toto en el film Corazón de León– y quinceañeras enamoradas –por su personaje en el programa Aliados–. “Se vuelve una locura. Es raro sentirse observado, tener que elegir ir a un lugar y a otro no, porque sabés que la podés pasar mal. Pero es parte del juego, te puede gustar o no. Yo no puedo decir que me re divierte la euforia pero está bueno que se te acerquen y te tiren comentarios buena onda”, confía Nicolás Francella (22) –sí, el hijo de Guillermo– y cuenta una anécdota: “Hace poco, un día de lluvia, me bajo del auto en una farmacia, con la capucha puesta, y cuando voy a pagar veo una mano extendida y me dicen `Señor, lo felicito´. Todavía me cuesta caer”.

–Pero, de cierta manera, ya debés estar acostumbrado a este tipo de situaciones, por la exposición que tiene tu papá…

–Sí. Era ir a un almuerzo o cena y saber que iban a existir tres o cuatro interrupciones. Lo mamé de chico. Lo bueno que tuvo mi viejo es que siempre manejó su exposición de manera sana y, en mi casa, era un papá súper normal, llano, no teníamos la imagen de un papá conocido. Creo que haber pasado eso ayudó a que no me mareara.

–¿Cambió tu relación con las mujeres ahora que tenés pantalla?

–Siempre cuento que, ahora, es la mujer es la que rompe el hielo, antes que yo.

–¿Y te gusta que sea así?

–Está bueno laburar, siempre se anhela la difícil, a la que le querés agarrar la mano y te la saca. Aunque si ves una chica muy linda y de repente, te viene a hablar… ¡Gracias a Dios! (Risas).

 

 

Descubriendo la vocación

No sucedió, como en muchos casos, que desde chiquito sabía que quería ser actor. “Me pasaba siempre algo cuando acompañaba a mi papá al canal. Entraba y tenía una sensación rara para bien. Me quedaba en los decorados medio oscuros, que no se usaban en ese momento, miraba los monitores y era feliz. No sabía por qué, pero me encantaba”, recuerda, asegurando que ni se le cruzaba seguir los pasos de Guillermo.

–¿Cuándo te diste cuenta que lo tuyo iba por la actuación?

–Fue de a poquito. Egresé y a la noche estudiaba teatro y durante el día, publicidad, el área creativa. Pero no me llenó del todo porque era una carrera muy teórica, al menos en la universidad que había elegido, y yo quería más práctica. Terminé dejando y arranqué con pasantías en agencias. Fue una buena experiencia, pero la vida del creativo es difícil. Tenés que estar en un cuartito, tirar cincuenta ideas y presentárselas al director para que te boicotee todas o te diga “dale de lleno con una”. En medio, surgió la posibilidad de ir a trabajar en producción en El hombre de tu vida y ahí hice el clic, me di cuenta de que quería actuar. Hay una anécdota que da cuenta de ese momento. Un día llegué con los parlamentos de las escenas estudiados, para ver cómo los interpretaban los actores grossos, sentía que quería ver cómo era estar delante de la cámara. No le conté a nadie que estudiaba las escenas, lo hacía inconscientemente. Hasta que una vez Beto Brandoni me dijo: “probá hacer todo y cuando te actives, cuando lo sientas, actuá”. Seguí estudiando y llegó la oportunidad de la película.

–¿Cómo fue el ofrecimiento para estar en Corazón de León (el film de Marcos Carnevale, con Guillermo Francella y Julieta Díaz)?

–Estaba Marcos en casa, mostrándole a mi viejo una idea de cómo su personaje iba a quedar digitalizado, enanizado. Me quedé charlando con él y, al día siguiente, me entero que habían definido todos los papeles menos el de Toto y que le había dicho a mi viejo que quería que Toto lo hiciera yo. Él le respondió que tenía una base de estudio de teatro de cinco años, pero nunca había estado frente a una cámara. Me sorprendió la propuesta, pero acepté probarme en un casting. Me estudié la escena a cara de perro y Marcos me dio vueltas por el texto, me hizo improvisar un montón. Yo me sentí cómodo y seguro, y le dimos para adelante. La verdad fue una experiencia única.

–Tu debut en cine y junto a tu papá, ¿muchos nervios? ¿Ensayaban mucho en casa?

–Tratábamos de no mecanizarnos, de no hacer tanto fuera del set para no perder la espontaneidad y la frescura. De última, si yo tenía muchas dudas, quizás hacíamos algo más en casa, pero si las dudas ya estaban despejadas, no le metíamos mucha mano. Laburar con un padre no es fácil, puede llevar a choques. En este caso, hubo una onda genial. Somos los dos muy obsesivos y, al coincidir en eso, nos llevamos muy bien.

En paralelo, Nico empezó a asistir a castings como parte de un “entrenamiento actoral”. Hasta que llegó a uno para un nuevo producto de Cris Morena: Aliados. “Creía que era mejor arrancar con un bolo o algo más tranqui, para ir creciendo de a poco, ir adquiriendo experiencia sin exponerme”, comenta. Pero el camino lo fue guiando y, casi sin darse cuenta, había ganado un papel en la ficción: “En el casting estaban Cris y los productores. Ella me miraba de un perfil, de otro y yo pensaba `qué pasará en esa cabeza de bestia tremenda´, porque es una grossa. A la semana me llamaron que había quedado pre-seleccionado y empecé a ir a los talleres. Hasta que llegué a una instancia avanzada y vino la charla en la que entendí que iba en serio, que ya estaba metido en el baile”.

–¿Qué consejos te dio tu papá?

–Estar siempre tranquilo, no marearme; al momento de rendir en una escena, mostrar credibilidad, ser natural, no estar forzado. Y entender que, con el oficio, la naturalidad se vuelve cada vez más sólida.

–¿Por qué lado te gustaría rumbear tu carrera?

–Estoy en esa decisión, ahora me pasa eso por la cabeza. El camino de la tele o el cine, o la tele y el teatro. Quiero transitar todos los géneros. Lo que me da Aliados es que puedo hacer escenas dramáticas, de comedia y románticas.

 

 

Fanatismos y seguidoras

Como toda ficción de Cris Morena, Aliados desató una fiebre teen que el actor ve reflejada en infinidad de cartas y chocolates que le hacen llegar sus fanáticas. “Yo les digo que soy un pibe normal, igual a ellas”, afirma.

–¿Nunca sentiste gran admiración por un ídolo en tu adolescencia?

–Por el lado del fútbol. En 2001, que Racing salió campeón, estuve en el vestuario, hice que me mojaran en el festejo y, con 11 años, era un bebé con la boca abierta, súper feliz. Fuimos a cenar con Mostaza Merlo y a la cena de campeones. Tengo en mi cuarto la camiseta –con una mancha de Coca-Cola, bien de pibe– firmada por todos los jugadores. Esas cosas sí, siempre me volvieron loco.

–Antes de salir de la panza ya eras de Racing, ¿no?

–¡Sí! Llegaba a ser de otro cuadro y me echaban de casa. Estoy orgulloso, eh, aunque sufro mucho; más en este momento que no venimos bien. Con mi viejo llegamos a llorar juntos por Racing y también por la Selección, cuando quedamos afuera del Mundial 2006. Compartimos esta pasión, así como la actuación.

–¿Y tu hermana Johanna y tu mamá Marynés, también son de Racing?

–Sí. Pero a mi hermana no le interesa demasiado. La familia de mi vieja era de Independiente, pero cuando ella conoció a mi papá, se hizo de Racing. Para molestarnos, a veces nos dice que es de Independiente. A mi mamá le gusta ir a la cancha, le encanta todo el despliegue. Pero a los hombres nos cuesta llevar a las mujeres. Te preguntan “¿Qué pasó?”, justo cuando metieron un gol (risas).

 

 

Dejar el nido

Además de una segunda temporada de Aliados, Nico ya planifica otras cuestiones; por ejemplo, irse a vivir solo en 2014. “Estoy súper cómodo, pero quiero tener mi espacio, estar tranquilo”, reconoce.

–¿Ya lo conversaste con la familia?

–Sí. Mi viejo se quiere matar porque somos muy amigos. Se muere, no es de machista, eh, pero ¡se queda solo con mi mamá y mi hermana! Si estamos solos, cenamos juntos, miramos una película, armamos planes y, no pasa un día, en que no hablemos por teléfono, por más que a la noche nos veamos. Obviamente tenemos nuestros rollos y discusiones, pero está todo bien.

–¿Qué trabajos de Guillermo son los que más te gustaron?

–Quizás ahora disfruto más Poné a Francella que cuando tenía 10 u 11 años, porque entiendo la mirada cómplice con el público. ¡Ah! Y me volvía loco con Brigada Cola, me ponía las vinchas y era una pelota rubia, porque era gordito. O me escondía atrás del sillón y lo esperaba, disfrazado de Brigacop (que era la versión de Robocop de Brigada Cola) para jugar con él. Cuando llegaba, preguntaba “¿quién anda ahí?” y yo respondía “Tito Tetella” por Nico Francella, y ahí nos poníamos a jugar.

–¿Te molesta que digan que sos parecido a tu papá?

–No, no me jode. Físicamente mis amigos no me dicen que soy igual. Me lo dice gente que, quizás, no me conoce y nota algún parecido. Me dicen generalmente por la  manera de hablar o algunos gestos. Entre amigos, está todo bien. Me río y se ríen. No me limita en lo profesional, pero no me interesa que en el afuera crean que estoy tratando de copiar algo porque no es así. Por ahí, en una escena digo “hola, ¿qué tal?”, cortan y me aclaran: “Fijate que la frase te salió igual a tu papá”. ¡Bueno, loco! La corrección siempre es para cuidarme, claro, ¡pero soy su hijo! De todos modos, cada uno tiene su camino. Él ya lo tiene recontra hecho y yo estoy empezando, con mi perfil y mi estilo.

 

Nico´s Top Ten

 

Un actor y una actriz: Rodrigo de la Serna y Mercedes Morán.

Una serie: “Prison Break. La vi toda, las últimas dos temporadas cayó un poco pero amo las historias carcelarias”.

Una banda: “Armandinho y su grupo, es reggae brasileño”.

Una película: “Hombres de honor”.

Un lugar de vacaciones: “Mar del Plata. Me encanta la costa. A ver… Me gustaría estar perdido en una playa paradisíaca, pero en Mar del Plata la paso genial”.

Una noche perfecta: “Fogón, caminando por la playa, una buena charla, con una chica; si es posible, una cerveza y que las huellas vayan quedando marcadas”.

Mujer ideal: “Megan Fox y Angelina Jolie. Me gustan las morochas”.

Una cábala: “Mi abuela paterna, Chola, me hace un Santo Pilato. Pide un deseo por mí y anuda un pañuelo, dándole un beso. Cuando el pedido se cumple, lo desata”.

Una comida: “Tortilla de papas bien babé”.

Una bebida: “Vino Malbec”.

 

 

Texto: Geraldine Palmiero

Fotos: Diego García

Agradecemos a Malvón Confitería, Garçon García y Cook.