Este año presentó su última novela, Un comunista en calzoncillos, que no es estrictamente una autobiografía, pero que fue construida a partir de hechos verídicos de su vida. De hecho, el comunista del título es su papá y los familiares de los que habla (padres, hermanos, abuelos) son los reales. ¿Cuánto hay de cierto en los hechos que narra, cuánto no? Piñeiro algo responde en el epílogo, pero igual el misterio persiste y es lo que la convierte en una novela hecha y derecha, apasionante, como todo lo que escribe. Como sus trabajos anteriores, Un comunista… está en los primeros puestos de venta en los rankings de las librerías más importantes. Pero, además, algunos de sus libros han sido llevados al cine, como es el caso de Las viudas de los jueves y, muy pronto, Betibú.
– Contadora Pública Nacional… qué sutileza o qué paradoja de la vida, antes contaba a través de los números y ahora por medio de palabras. ¿Fue una elección propia o una especie de designio familiar?
– Desde chica me gustó mucho estudiar. Cuando estaba por terminar el secundario me fui a hacer un test vocacional al hospital Borda, a pesar de que mi deseo era seguir sociología. La psicóloga que me lo realizó me dijo: “Parate en la puerta de la facultad y preguntales a los que cursan qué opinan de la carrera”. Busqué en Derecho (donde se cursaba), algún estudiante de sociología y me costó bastante encontrar alguno. Debo aclarar que, por aquel entonces, estábamos en plena dictadura militar. Bueno, al fin, cuando conseguí hacer mi pregunta a un alumno, me contestó: “Ni se te ocurra, ¿o querés aparecer muerta en un zanja?”. Ante semejante respuesta y como también me gustaban las matemáticas y la historia, me pareció que Contador Público era una carrera que me abría más puertas, laboralmente hablando.
– ¿Qué produjo ese click que cambió tan drásticamente tu horizonte?
– Un día estaba en San Pablo, haciendo una auditoría para una empresa que se dedicaba al rubro de elementos de ferretería… Yo me aburría terriblemente, cuenta que te cuenta tornillos; entonces, para distraerme compré Ámbito Financiero, que traía un aviso de la editorial Tusquets de España, convocando a un concurso de novela y me propuse participar en él. Al llegar a Buenos Aires y leer mejor las bases, me di cuenta de que era para “La Sonrisa Vertical”, famosa colección de literatura erótica, pero como lo había tomado como un verdadero desafío, me puse a escribir y participé. Grande fue mi sorpresa al enterarme de que mi novela quedó entre los diez finalistas, cuando se habían presentado doscientas. Ahí me dije que, evidentemente, tenía cierta facilidad para escribir y que con más formación y mucha voluntad podía dedicarme a esto. Casi simultáneamente, empecé a concurrir al Taller Literario de Enrique Medina, quien me abrió la cabeza.
– ¿Cuándo decidiste cambiar tornillos por notas?
– Al poco tiempo, salió en el diario un aviso pidiendo redactoras para la revista “Emanuelle” que dirigía Oscar Blotta. Sin perder tiempo, le mandé una carta presentándome como una de las finalistas del concurso, que pareció ser muy convincente, y él me tomó. Así fue que dejé las auditorías y entré a una redacción.
– Enseguida le diste un nuevo giro a tu vida estudiando guión televisivo.
– Sí, lo hice con María Inés Andrés (guionista y directora de televisión), siempre embarazada o dándole de mamar a alguno de mis tres hijos. Ella me quería recomendar para trabajar, pero como yo estaba en plena etapa maternal, se me cortaban un poco las posibilidades. Hasta que un día optó por contactarme igual con Ricardo Rodríguez, especialista en comedia familiar, quien me brindó la posibilidad de trabajar con él, a pesar de tener un bebé chiquito. Yo iba con mi mamá y mi hija a su casa; mi mamá se quedaba con la chiquita en la cocina o se iba a dar una vuelta y, cuando llegaba la hora de darle el pecho, simplemente alimentaba a mi hija. Es poco habitual encontrar un hombre que te brinde una oportunidad así. Comencé con “Trillizos”, protagonizada por Guillermo Francella; después seguí con “Yago”, una tira con Facundo Arana creada por Rodríguez y por mí. Más tarde hice los diálogos de “Cuatro amigas”, algo muy interesante porque tenía que mostrar el mundo femenino a través de los puntos de vista de las cuatro protagonistas. La dupla autoral de este programa estaba formada por Gustavo Belatti y Mario Segade. Con ellos también trabajé en algunos capítulos de Resistiré y Tres padres solteros.
– Siguiendo con tu pasión por contar historias, escribiste novelas como Tuya, Las viudas de los jueves, Las grietas de Jara y Betibú, en cuyas tramas lo policial tiene un lugar de privilegio. ¿La razón?
– Barthés en su libro El placer del texto dice que lo que busca el escritor es seducir al lector con su obra. Es una especie de Kamasutra entre ambos. A mí me gusta trabajar este verdadero juego de seducción a través del suspenso y, la novela policial que lo tiene y mucho, es una buena excusa para contar una idea con más peso. Por ejemplo, en Tuya la historia de una mujer que siguiendo a su marido infiel, descubre un problema mucho más grande; aparecen aspectos que hacen a la decadencia de la familia argentina. Las viudas de los jueves es más profunda que Tuya. Esta novela, que también es policial, se desarrolla en la década de 1990 y relata un crimen puertas adentro de un country, donde un grupo de familias quiere mantener a toda costa su estatus social. Una noche de setiembre de 2001 aparecen muertos dentro de una pileta tres de sus habitantes y se empieza a desmoronar la ilusión de ese mundo aparentemente perfecto.
– Las Viudas…, que ganó el Premio Clarín de Novela 2005, tiene un trasfondo histórico y sociológico de peso. ¿Cómo querrías que sea leída tu obra?
– Yo prefiero que se lea como una buena novela pero, más allá de eso, la clave está en el epígrafe que pertenece a El zoo de cristal de Tennesse Williams y que dice: “La época en que transcurre la acción es el lejano período en que la enorme clase media de los Estados Unidos se matriculaba en una escuela para ciegos”. Es decir, trato de decir: “Cuidado, no te olvides de esto que pasó”.
– ¿Por qué elegiste un country como escenario?
– Porque en un barrio cerrado o en un country existe una suerte de encierro que sirve para que la historia explote. Muchas veces se produce una ilusión de relación que no llega a tener la profundidad que se puede llegar a pensar. Era el lugar ideal, porque en el caso de que se desarrollara en un edificio, si bien la gente se cruza cotidianamente, muchas veces los vecinos no llegan a conocerse entre sí.
– ¿Alguien se sintió ofendido o tocado por lo que contás en la novela?
– Nadie dijo nada. Sé que algunos se enojaron pero no me lo hicieron saber. Lo que me sorprendió fue que muchos se acercaron a decirme que ellos se daban cuenta de que la “burbuja” en que se vivía estaba pronta a desintegrarse y que veían cómo todo, inclusive los sueños de muchos argentinos, se iba yendo al bombo.
– También te preocupa el hecho de fomentar la lectura entre los chicos dedicándote a escribir para ellos. En 2005 ganaste el Premio Latinoamericano de Literatura Infantil y Juvenil Fundalectura con “Un ladrón entre nosotros”.
– Es muy importante difundir e incentivar la lectura entre el público infantil. Una punta es escribir historias entretenidas y ágiles para ellos. Por otro lado, creo que no hay que dejar sólo en manos de la escuela la tarea de generar amor por los libros, sino que es una buena idea que los papás puedan dedicar unos minutos de su tiempo para leerles un cuento a sus hijos antes de dormir. Es una manera de introducirlos en el mundo de la literatura y un buen modo de compartir belleza, magia y amor con ellos.
Para escribir prefiere…
– El día o la noche.
– El día. En general, son los hombres quienes prefieren la noche para crear.
– Silencio o música.
– Silencio, aunque al trabajar mucho en casa, estoy acostumbrada a los ruidos típicos de los chicos.
– Un lugar especial para trabajar.
– Mi escritorio.
– Inspiración o transpiración.
– Transpiración.
– Rutina o libertad total.
– Rutina.
– Comenzar el día de trabajo con algún rito en especial.
– Quizás podría decir que mi rito es releer cada mañana lo que escribí el día anterior.
– Sentarse a escribir cuando hay un capítulo “redondito” en la cabeza u optar por una frase disparadora y cierto libre albedrío.
– A pesar de que después puedo llegar a descartarlos, suelo sentarme con algunos hitos de la trama ya armados.
– Cuento o novela.
– Novela.
– Guión televisivo u obra de teatro.
– Me encantan ambos géneros por igual.
– El mejor momento en la creación de una obra es el inicio, imaginar su desarrollo o el final cuando se la ve publicada.
– Lo mejor es cuando llego al nudo de una historia. Deshacerlo es un verdadero desafío, porque cuando se logra, lo más difícil pasó y todo se encamina con facilidad hacia el final.
– Corregir mucho o poco.
– Como corrijo y vuelvo a corregir muchas veces, los primeros capítulos tienen más correcciones que los últimos.
– Leer una novela ya publicada o no.
– Nunca leo un trabajo ya publicado porque soy muy perfeccionista y temo encontrar algo que no me guste del todo. Además, cuando una novela se convierte en libro, es como que le pertenece más al lector que a mí.
Vida cotidiana
– La mejor estación del año.
– El verano.
– Color preferido.
– Amo el azul
– Ese estilo de ropa que la caracteriza.
– Elegante pero no pretencioso.
– La bebida que toma en cualquier momento del día
– Un buen vaso de coca light.
– Una comida que le encanta.
– Los alcauciles.
– El tema musical que la acompañó a lo largo de su vida.
– Naranjo en flor.
– La mejor salida de a dos.
– Ir al cine.
– Y, en familia.
– Ir al cine.
– Un lugar en el mundo.
– Mi casa.
– Ese sueño especial que todavía no se pudo concretar.
– Tener más tiempo libre para disfrutar a full de mi familia.
Texto: Adriana Aboy
Fotos: D. G.
Trailer de la película Betibú: https://www.youtube.com/watch?v=GjWfyXL7KAk