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17 de noviembre, 2013

Sergio Lapegüe: “No hago un personaje, yo soy así”.

Es una de las figura de las noches de TN. Tiene sus seguidores fieles, sus amigos, que le escriben, los televidentes que él así bautizó gracias a su hija. Es un apasionado de las noticias, le gusta el teatro y los escenarios y es fanático de Elvis Presley. Acá nos cuenta de sus placeres y aspiraciones.

 

Poco a poco, paso a paso, sin codazos ni agachadas, por prepotencia de trabajo –como decía Roberto Arlt –, Sergio Lapegüe se ha hecho un lugar y ahora, a los cuarenta y largos, es un conductor hecho y derecho, con miles de seguidores, tanto en tele como en la radio. Conduce en FM 100 “Atardecer de un día agitado” por las tardes y en el noticiero de TN por las noches, en ambos casos con Juan Manuel Rifle Varela. Además, ahora dio un paso más y lleva adelante con Maru Botana un magazine los sábados por El Trece.
Ya llevaba muchos años yugándola, a fuerza de móviles desde todas partes, siempre listo, con sol o lluvia, con frío o calor, ahí estaba él en el lugar de la noticia. Hasta que le propusieron conducir la noche del noticiero de TN, donde – casi sin advertirlo – inventó el “prende y apaga”, en el que se enganchó gente de todo el país, literalmente, de este a oeste y de norte a sur. Si bien ama hacer radio, la tele es su medio natural. Ahí, Sergio Lapegüe se siente cómodo en la soledad del estudio de TN, con decenas de autos y camiones pasando por la autopista detrás del vidrio y frente a él, sólo cámaras robóticas. Por un auricular, una productora que está a varios pisos de diferencia le marca los tiempos. “¿Cómo está la gente de la Patagonia? ¿Qué están haciendo los amigos de Tokio? Si me estás viendo apagá la luz”, proponía a quien estuviera del otro lado. Y la respuesta llegaba, instantánea, vía cientos de mails, llamados telefónicos y luces que se prendían y apagaban en los rincones más disímiles de la ciudad cada vez que las cámaras de la señal de cable se posaban sobre un edificio. Así de sencillo, así de efectivo. Y sigue surtiendo efecto.
–¿De dónde salió este conductor de noticiero tan particular?
–¡De mí! No hago un personaje: yo soy así. Ya era así cuando era movilero y lo único que hice fue trasladar eso a la pantalla con los límites que exige el rol de presentador de noticias. Y a la gente le gustó. Sigo sorprendido por la repercusión que mi estilo tiene en la gente.
–¿Qué creés que ve la gente en vos para que se haya generado esta fidelidad?
–Yo creo que ven a un tipo transparente al que se le nota si está contento o si está triste. Cuando no estoy bien la gente me pregunta qué me pasa, si no pude dormir o si me siento mal. ¡Es que se me nota! Además me siguen la vida. Ahora me fui de vacaciones y me preguntan cómo me fue o me dicen que me queda lindo el bronceado. Y yo les contesto. Así que además del tiempo que estoy al aire, después me quedo un buen rato más respondiendo, porque ya son tantos los mails que llegan, ¡por suerte!, que me tengo que quedar hasta las 2 de la madrugada respondiendo.
Le tocó un horario difícil para enganchar al público con las noticias del día. Pero él supo encontrarle una vuelta atractiva y conquistar para sí a la audiencia nacional. El puntapié se lo dio su hija la noche en que volvió a su casa con la gran noticia de que, después de 15 años de ser movilero, el gerente de noticias de Canal 13, Carlos D’Elía, le anunció que había llegado su momento de conducir. “Llegué a casa, celebramos en familia y mi hija me preguntó: ‘¿Y a qué hora vas a estar papá?’ Cuando le dije a las 23, me dijo: ‘¡Pero no te va a ver nadie! ¡Ni tus amigos!’. Me quedó lo de los amigos así que lo anoté en una libretita y lo dejé. Así surgió la idea de empezar a decirle amigos a los televidentes, de pedirles que me acompañen en la noche”.
–¿Los jefes del canal qué dijeron de este estilo?
Obviamente que me marcaron límites para que yo pudiera caminar sin ningún tipo de riesgo. Carlos D’Elía me conoce desde hace más de 20 años y yo creo que él ya sabía e intuía quién iba a ser yo. Y quién era. Entonces me fue frenando para que en el momento en que me tocara estar frente a un noticiero lo hiciera con la seguridad con la que yo me puedo sentar ahora acá solo. En esto yo tengo que darle un respeto profesional y un valor enorme porque él me manejó el destino y la carrera. El me decía que tenía que elaborar un estilo y creo que lo encontré. Porque no todos pueden traspasar la pantalla, emocionarse con una nota, tentarse en cámara. Y esto es lo que le gusta a las personas que me ven y que me paran en la calle y me llaman amigo. Y yo me quedo charlando. Yo soy ese.
–¿Y en la radio?
–En la radio soy completamente yo, sin saco ni corbata. Porque el formato me lo permite. En la tele, si bien le impongo mi forma descontracturada, no puedo perder de vista que estoy presentando un noticiero. En cambio en la radio soy yo, con mis problemas, mis virtudes… Hasta canto al aire. Acá no puedo payasear tanto porque sería perder de vista mi función, que es presentar noticias. Cada noche tengo 40 notas que presentar y 36 son malas.
–¿Extrañás la calle?
–La verdad que no. Esto es una panacea comparado con la calle. Acá tengo un vasito con agua todo el tiempo, estoy sentado, en un ambiente climatizado, y no tengo que correr a nadie. En la calle te tenés que bancar la lluvia, la humedad, el frío, el calor y las ganas de ir al baño. De eso no extraño nada pero sí a los amigos de la calle. A veces paso por un móvil y tengo ganas de parar a saludar, pero ya no los conozco.

Un hombre de familia
Nacido y criado en Banfield, dice que siempre soñó con ser periodista pero que cuando se lo propuso a sus padres la respuesta fue: “¿Te parece? ¡Te vas a morir de hambre!”. Entonces se inscribió en Economía, donde quedó a cuatro materias de recibirse. Mientras, se sacaba las ganas del periodismo haciendo programas en radios comunitarias con amigos. A fuerza de insistencia, a los 22 años consiguió su primer trabajo en los medios, en Radio América. De allí pasó a ser asistente en la producción de Bernardo Neustadt, donde se forjó un lugar de productor, tarea que continuó luego con María Laura Santillán en Fax, Canal 13, luego en Telenoche y finalmente en TN, donde fue movilero 15 años. Estaba dando sus primeros pasos en esto cuando conoció a Silvia, su mujer, con la que tiene dos hijos, Micaela (20) y Elvis (16). Sí, es fanático de Elvis Presley, tanto que bautizó a su hijo varón Franco Elvis. “Si le preguntás cuando yo no estoy, dice que se llama Franco. Pero cuando estoy yo es Elvis. Salvo mi mujer, mi mamá, mi papá y mis hermanas, todos los demás le decimos Elvis, incluso sus amigos”.
–¿Cómo lleva tu familia esta popularidad?
–Bien, les gusta y se divierten. Pero también lo sufren porque no es una rutina fácil la mía. Paso muchas horas afuera de casa.
–¿Te critican?
–Los chicos no. Mi mujer es un poco más detallista respecto de cómo estuve. Para mis hijos soy una especie de hermano mayor. Me tienen para jugar y yo a ellos, también. A veces me critican porque se cansan de escucharme siempre los mismos chistes: pero están acostumbrados porque yo soy así, medio actor. Y por eso mismo después me cuesta y poner un límite. Pero ese es mi lugar.

 

Fotos: Diego García