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15 de abril, 2014

Silvia Schujer: “Que los libros no se opongan a la tecnología”

Sus primeros pasos en la escritura los dio cuando era muy joven y de la mano de la música: compuso temas para el programa de televisión Cantaniño y fue contratada por Music Hall para grabar un disco de canciones infantiles. Después, se animó a cambiar el formato y pasó a la narrativa, y desde entonces no para de publicar libros ni de recibir premios.

 

Cuando era chica, quería ser química: le gustaba que la palabra fuese esdrújula. Además, un juego la había convencido de que los experimentos eran divertidos. Pero luego se dio cuenta de que esa ciencia no era su fuerte. Aún así, conservó las ganas de combinar elementos, palabras, sentidos y sonidos. Empezó componiendo canciones infantiles, mientras trabajaba como administrativa. Cuando se anotó en el taller literario de Liliana Hecker, descubrió que podía apropiarse de la narrativa. “Conseguí mi primer trabajo de escritora en el diario La Voz, donde redacté el suplemento infantil un par de años y, desde entonces, nunca más dejé de escribir”, asegura.

–¿Qué es lo más difícil y lo que más disfrutás de tu trabajo?
–Después de unos 60 libros publicados, lo difícil es encontrar ideas originales y potentes. Y lo más lindo es encontrarlas.

–¿En qué te inspirás para escribir las historias?
–Voy por el mundo vinculándome con conocidos y no tan conocidos, leo mucho, converso, miro con atención, me dejo sorprender. De todo eso hay alguna imagen que se impone, una pregunta, una emoción. Lo que Cortázar llama “lo significativo”, que lo es sólo para uno.

–¿Cuándo te das cuenta de que la historia está lista?
–Cuando la leo en voz alta y no me trabo. Cuando el sentido, el ritmo y la sonoridad armonizan. A veces me doy cuenta cuando, de tanto corregirla, percibo que la empiezo a arruinar.

–¿Qué dificultades y ventajas te brindaron los avances tecnológicos?
–Los avances tecnológicos y yo no vamos de la mano. Lo que para mí es un gran avance, para la tecnología es viejo. Manejo lo que me sirve para escribir: procesador de texto, internet, el juego del solitario y poco más.

–En un mundo de tantos cambios, ¿cuál es tu fórmula para mantenerte vigente?
Simplemente escribo, porque es lo que me gusta y me alimenta en todos los sentidos; estudio –actualmente teatro y dramaturgia–; disfruto de mi familia –en especial de mis nietos– y trato de aprovechar al máximo lo que me hace feliz.

–¿Cuánto cambió la escritura en los últimos veinte años?
–Es una impresión nomás, pero creo que, al menos en la literatura infantil, se escribe más pero no mejor. Hay una especie de urgencia por ver los textos publicados y esto, en muchos casos, resiente la calidad literaria. Desde el punto de vista editorial, se le da mucha importancia a lo que se  elige como lectura escolar y esto también condiciona al que escribe.

–¿Variaron mucho los gustos de los más chicos?
–No tengo del todo claro por dónde pasa el gusto de los chicos. Es difícil discriminar cuánto hay de genuino en la elección que hacen y hasta dónde están penetrados por lo que les imponen. Pero no me detengo mucho en eso,  mi modelo de lector soy yo.

–¿Cómo incentivarías a los chicos a leer?
–Lo mejor es darles libros variados y no oponerlos al entretenimiento tecnológico. Más bien, agregarlos. Tampoco los adultos leen mucho y la mejor manera de hacerle sentir a otro que leer es maravilloso es vivirlo en carne propia y después, contagiar.

–¿Cómo imaginás la literatura infantil de acá a veinte años?
–Conmigo viejita. No sé. Mi imaginación fue siempre superada por la realidad. De lo que estoy segura es de que el soporte libro va a compartir vigencia con otros aparatitos diversos.

–¿Qué más te gusta hacer?
–Además de escribir, lo que más disfruto es leer, viajar en plan de turismo, jugar con mis nietos, tener a mi familia reunida y meter mano en el parque de una casita que tengo en Marcos Paz.

 

Texto: Dolores Caviglia.