¿Qué distancia hay entre el presente y el futuro? El futuro está mucho antes de lo que imaginamos, es un casi ahora, una pregunta que al contestarla se hace presente.
Rodrigo Pérez Weiss, que nos atiende en su 3D Lab Fab&Café de Palermo (http://www.3dlab-fabcafe.com/es/), sabe que el futuro es algo que se produce todo el tiempo. Nosotros y nuestro entrevistado tomamos un café, mientras trabajan las impresoras de 3D, máquinas que imprimen volumen, que hacen cosas, cosas como tazas, muñecos, anillos, o una mano ortopédica para un niño, que mejoró su calidad de vida de manera exponencial (ver recuadro).
Rodrigo es un tipo joven, un desarrollador que encontró en su rubro la posibilidad de incursionar en esta nueva tecnología aquí en la Argentina, que resulta totalmente innovadora, ya que el hecho de que cada uno haga para sí mismo un montón de cosas en la propia casa es algo que en un futuro casi inmediato transformará las reglas de la economía, la idea del arte, y hasta la ecología, puesto que el material que se usa para la impresión 3D no deja residuos, entre otras ventajas. Y, es más: esta revolución transformará inclusive lo humano: cada quien podrá hacerse sus propios objetos de uso personal, cambiará el criterio de lo que es tendencia, moda, personalidad.
Made in home
“Con lo que tenemos hoy –nos explica, apasionada y didácticamente– diría que podés fabricarte lo que quieras. Son máquinas simples, con tamaños de 20 cm3. Podés hacer cosas como una cuña para trabar la puerta, o si se te rompen las típicas manijitas del horno, entrás a internet y encontrás el modelo digital para poder imprimirlas en tu casa. Eso es lo que tiene esta tecnología: que es muy sencilla y, precisamente, asequible. Existen muchos sitios de internet, que, así como se baja la música, uno puede encontrar un montón de archivos con objetos para imprimir en casa. Son como un photoshop, pero en vez de ser en un plano, uno los tiene en las tres dimensiones. Son renders que están disponibles, los bajás y con eso te los imprimís. Uno puede bajar un tapón para la bañera y lo puede imprimir, usando un determinado material. Se pueden hacer adornos, repuestos. Las posibilidades son amplísimas”.
–¿Uno puede hoy por hoy inventarse sus objetos?
–Es cada vez más sencillo. Hay también software online que no tenés que bajar. Entrás ahí, te generás un usuario y ahí mismo podés dibujar, hacer tu propio modelo en 3D. Hay bibliotecas de las que te podés bajar algo y dibujar encima, modificarlo como vos quieras. Yo no vengo del palo del diseño industrial, del modelado 3D y sin embargo he podido hacer todo lo que me propuse, sin grandes conocimientos.
–¿Cómo imaginás el futuro?
–En el futuro, no digo que todos, pero es muy probable que bastante gente tenga en su casa su propia impresora. Por ejemplo, ahora están saliendo no sólo impresoras 3D cada vez más chicas y económicas, sino también scanners cada vez más chicos y económicos. Un scanner 3D es lo que te permite que uno pueda reproducir objetos sin necesidad de hacer un render. Yo tomo el scanner 3D que viene en mi celular (el Iphone 8 ya lo tiene), tomo esta taza y la puedo reproducir.
–¿Es verdad que se podría escanear un celular y reproducirlo en mi casa?
–Aún no se puede. Pero hay consorcios, en los que están las empresas más fuertes del mundo que trabajan con la conectividad. Ya hay prototipos de pantallas y materiales que pueden usarse de esta manera. No es inimaginable que en el futuro se consiga. Para muchas de estas cosas todavía falta quizás unos quince años.
–¿Nada más?
–Quince años, que con respecto a todas estas tecnologías es un montón. Estas tecnologías forman parte de un grupo que se llama exponencial. Nosotros estamos acostumbrados a manejarnos en evoluciones que podemos llamar lineales. O sea, un paso, luego otro, luego otro. En cambio, con las tecnologías de hoy (algo que trasciende a las de 3D, pero las incluye) empieza en un paso, pero luego, la evolución avanza y no sabemos cuál es el límite.
La sorpresa
–¿Cómo descubriste la tecnología, cómo fue tu proceso personal?
–Yo empecé en la industria gráfica. Allí me conecté con la impresión. Pero desde temprano descubrí que imprimir no sólo es una cuestión lineal. Que las posibilidades son infinitas. A partir de allí es que fui haciendo mi camino. Estudié en la Fundación Gutemberg y desde muy joven supe que quería trabajar en el tema. Cuando egresé y mientras estudiaba marketing entré en Martín Cava, que es una empresa muy importante del rubro. A los 24 años, más o menos, había llegado a gerente. No tenía mucho más para crecer y decidí hacer un cambio. Y abrirme con un socio por mi cuenta.
–¿Viajando fue que descubriste las máquinas 3D?
–Fue en Alemania, hace algunos años, en un costado, como algo así sin protagonismo, descubrí una impresora de 3D. Me acuerdo que cuando la vi, me pareció impresionante. Hacía años que no veía algo realmente distinto.
–¿Por qué se las llama “impresoras”?
–En realidad, se las llamó de distintas maneras a lo largo del tiempo. Se las llamó rapid prototipyng. Prototipo rápido. Se usaba para hacer piezas para industria, para un estudio de diseño de los distintos productos. Después se lo conoció como manufactura aditiva, que es un nombre más técnico. Porque implicó un cambio en la manera de trabajar. Hasta hace un tiempo existía un producto que partía de un bloque de material y este dispositivo, lo grababa, dejando un desperdicio. Trabajaba removiendo el material, de manera sustractiva. La impresora 3D, en cambio, dio lugar a este nuevo término. Porque en vez de sustraer, lo hace agregando material. Lo hace capa a capa, con volumen y sin desperdicio.
–¿Cómo seguiste una vez que descubriste esto?
–Me compré una, y empecé a probarla en mi casa. Fue hace dos años. Las máquinas, hasta el 2007, estaban protegidas por una patente. Cuando se venció la patente, los precios comenzaron a bajar de manera intensa. A partir de ese cambio en la patente es que un montón de desarrolladores y emprendedores empezaron generar soluciones para este tipo de tecnología.
–Cuando te compraste la primera máquina, ¿ya estabas pensando en algún desarrollo, en algún negocio?
–Vi que había algo muy disruptivo ahí y que tenía bastante relación con lo que yo sabía hacer. Me pareció, después de estudiar un poco, que había muchas oportunidades porque no se había hecho mucho en ese sentido. Apuntar a un mercado con tantas posibilidades. Detecté que había una oportunidad de entrar al mercado en un momento en el que me permitía ser realmente innovador. Quizá no medí tanto el riesgo de lo que implica llegar demasiado antes. Hoy claramente no es un negocio, un gran negocio. Pero es una tecnología capaz de crear un impacto enorme tanto en lo social, como en lo comercial, como en lo legal. Es algo que desafía…
–¿Cuánta gente viene a este café?
–Rota mucho. En momentos de facultad, hay bastante demanda, antes de los parciales, sobre todo. Tenemos un público muy variado. Una gran parte es un público curioso, abierto a saber qué es la tecnología. Es por eso que hicimos un café abierto a la gente. Hay también un público más especializado, más curioso y abierto a mejorar su trabajo personal, incorporando la impresión 3D en el proceso. Es decir, también atendemos a pymes y profesionales. Te diría que tenemos tres tipos de clientes. El primero son los profesionales, un público que manda las cosas por mail, nosotros las imprimimos y le avisamos que las venga a buscar. Otro público que viene con un pendrive, que mientras se toma una cerveza espera que se lo imprimamos. Y finalmente, hay público que viene y quiere ser orientado, que quiere aprender a modelar y dibujar. Nosotros cobramos 100 pesos la hora de impresión, con lo cual varía según el tamaño de lo que quieras imprimir. Para que te des una idea, podés hacer cuatro anillos en algo así como una hora, a un costo de 25 pesos promedio. El servicio de escaneado de una persona puede salir entre 100 y 150 pesos, con lo que podés hacerte tu propio muñeco con tu imagen.
–¿Cuál es la aplicación más interesante?
–A mí lo que me interesa y me parece más atractivo de todas estas tecnologías es su carácter disruptivo, la posibilidad de cambio que presentan. Creo que tanto en el tema de prótesis y en todo lo que es salud, hay muchísimo para hacer. Pero también es muy atractivo lo que ofrecen para fabricar casas. Hay muchísimas posibilidades y en todos genera un cambio que, a su vez, está relacionado con otras tecnologías que aparecen. Por ejemplo, se viene lo que se llama el internet de las cosas. En un futuro próximo todo va a estar conectado. Tu teléfono va estar conectado con tu coche, con el lavarropas. Todos los próximos electrodomésticos van a estar conectados, entre sí, con la red. Y de alguna manera, se van a conectar con vos. A eso se suma que esa información podrá ser parte de lo que se llama realidad aumentada, donde todos los elementos se potencian entre sí. Es algo que permite tener una nueva idea de la inteligencia y de lo humano.
Cambia, todo cambia
–¿El futuro va a ser mejor?
–Es algo que no lo sé, y me lo pregunto bastante. Se habla de que estamos entrando en lo que se llama una era de la abundancia. No tenemos noción ni poder de darnos cuenta por un tema de perspectiva de cómo la ciencia ha solucionado un montón de problemas que para la humanidad fueron muy complicados. Lo que nosotros pensamos que iba a a ser la causa de la próxima guerra mundial, la cuestión del agua, no va a ser, porque nosotros ya sabemos cómo desalinizar el agua. Una máquina que vale 2500 dólares hace agua potable de cualquier cosa. Lo mismo pasa con las fuentes no renovables.
–¿Con las tecnologías de impresión se puende construir casas? Estas semanas salió un artículo de una casa en China que fabricaron usando la tecnología 3D.
–Técnicamente es súper posible. La hicieron con una máquina que básicamente es como un puente grúa. Lo que primero se hace es pavimentar la calle y se generan unas vigas, por las que va caminando la impresora y va a haber un camión volcador cisterna que va a proveer el material, el cemento.
–¿Es un único material?
–Sí. Hay distintas técnicas, pero es como un cemento, al que se van interponiendo unas vigas, mallas de acero, conexiones eléctricas, etc, etc.
–¿Se imprime comida?
–Claro, ya existe la tecnología. Hay que pensar el aporte de la tecnología, más desde el lado del sabor y de la forma, desde el lugar de la necesidad. Pensá en una persona mayor, que vive sola y que necesita tomar cierta medicación, además de alimentarse. Con la tecnología 3D, podés poner todo lo que necesita en la impresora, que se “haga” cuatro veces por día y que la persona no deje de alimentarse. Se trata de una nueva perspectiva.
Dar una mano, en sentido literal
Quizás el momento en el que las tecnología de impresión 3D llegaron más fuertemente a los medios fue cuando Rodrigo Pérez Weiss y su equipo imprimieron una mano para un niño de once años, Felipe Miranda, que vive en la localidad de Tres Algarrobos, en la provincia de Buenos Aires. “Nosotros abrimos este espacio hace casi un año –explica Rodrigo-. Ya en la inauguración del espacio, yo había mostrado un caso en Sudáfrica, donde habían hecho una mano en 3D para un chico. Un día recibimos por inbox, en la página de 3Dlab, un mensaje de Ivana, la mamá de Feli, contándonos el caso y si teníamos la posibilidad de ayudarla. Yo, al principio, pensaba si realmente estaba en condiciones de generar una prótesis. Finalmente, trabajamos bastante, bajamos varios modelos de Internet, con varias personas. Hablamos con un ortopedista de aquí, de Capital. Y también investigamos usando la tecnología que existe. Entrando a Google a buscar tutoriales, para saber cómo se hace esto, cómo se hace aquello. Sin saber si aquello que habíamos hecho servía, se lo mandamos por un comisionista, para no generar expectativas de más. La familia de Felipe recibió la prótesis y esa noche subieron un par de videos a Facebook. A partir de ahí, de alguna manera se viralizó. Fue increíble, explotó nuestra propia manera de vincularnos a la tecnología. Tanto, que empezamos a pensar que se podía ayudar a muchísima gente. Y de hacer posible que tengan una mayor calidad de vida”.
Texto: Pablo Helman.
Fotos: Juanjo Bruzza.
Fotos: 8,9,11 y 13, productos incluídos en el catálogo de la exposición Out of Hand Materializing the Postdigital realizada en el Museo de Arte y Diseño, Nueva York.