La paz que transmite Kevin Johansen no debe confundirse con inactividad. Todo lo contrario. No para. Ahora, por ejemplo, está en plena gira de presentación de su último trabajo junto a su grupo The Nada y al dibujante Liniers. Se trata del disco “(Bi)VO en México”, un registro en vivo en el DF del disco BIS, que combina disco y DVD, conjugando ritmos, colores y acordes. La alianza del músico con el dibujante no solo está vigente sino que goza de muy buena salud.
–¿Te gusta la vida de gira?
– Me encanta tocar de gira, pero es cierto que ya no estoy para los trotes largos. Me gusta el toco y me voy, porque siempre tengo una necesidad fuerte de hacer pie en Buenos Aires. Sobre todo por la familia. Los chicos (tiene 3, de entre 7 y 17 años) todavía están en una edad que te necesitan cerca.
–¿Qué tipo de padre sos?
–Y no sé… Muy relajado pero también muy presente. Me gusta estar y disfruto mucho de hacer cosas simples con ellos, como llevarlos a la plaza. Ese es uno de nuestros planes habituales preferidos. Y, por supuesto, llevarlos a pasear en bici.
Un des-generado
Así se define Kevin a la hora de hablar de su música, que no se deja encasillar en un género y a la vez los explora a todos. “Mi género es la canción, profundamente. Me gusta meterme con distintas cosas y trabajar en profundidad. Si hago una cumbia, por ejemplo, quiero que suene bien cumbia. Entonces investigo sobre los instrumentos, el ritmo, todo para hacerlo tal como es ese género”, explica con la paz que lo caracteriza al hablar y la autoridad que impone su voz grave.
–¡Al final sos un tradicional!
–¡Y sí! Aunque no parezca, soy muy tradicionalista con la canción. Me gusta la canción que cuenta una historia, pero también me gusta ser original y hablar de otras cosas. No sólo del típico “quiero besar tus labios rojos carmesí 24 horas por día…”. Me parece que hay un montón de gente a la que le gusta escuchar canciones sobre otros sentimientos, quizá más ambiguos y contradictorios, pero que también son hermosos y que vale la pena contar en canciones.
–¿De dónde viene la inspiración para componer?
–De todo, de la vida y de las reflexiones que me suscitan las cosas de la vida. Me pasa mucho que encuentro temas sobre los que nadie está escribiendo o cantando y voy hacia ahí. La realidad en general es una gran fuente de inspiración. Y sobre todo la fantasía que esa realidad provoca. La música es uno de los mejores escapes cuando la realidad te pega un palo por la cabeza y me encanta si desde mi música puedo ayudar a salir del agobio de lo real.
–De todas maneras, sos también un artista comprometido con la realidad que pone su voz a los temas en los que cree.
–Es algo que sale naturalmente de mí. Pertenezco a la generación heredera de los tipos que se la jugaron. Nuestros padres pertenecieron a una movida cultural y política mucho más pesada que la de hoy, en la que por cantar o componer canciones tenían que exiliarse. Lo nuestro es en algún sentido mucho más liviano y sencillo. Pero a la vez más difícil porque no hay luchas tan grandes y absolutas. Igual, hay otras luchas que también son importantes, como lo fue hace pocos años la del matrimonio igualitario. Y como artista me gusta apoyar las causas en las que creo. Más allá de eso, creo que los artistas de hoy tenemos otros desafíos. Como ya no podemos rebelarnos contra nuestros padres, porque si lo hiciéramos seríamos conservadores, nuestro acto de protesta es componer música bella. Hoy, la belleza desde lo creativo es un acto casi revolucionario.
–Esa es un poco la búsqueda de esta puesta con Liniers, en la que decidieron subir su arte a un escenario. ¿Cómo nació este proyecto?
–Nosotros somos amigos desde hace años. Tenemos muchos asados compartidos. Pero la idea nació de terceros. Alguien dijo ¿y por qué no tocás mientras Liniers dibuja? Y nos gustó. Hicimos una primera prueba en el Gran Rex, que salió muy linda. Después él hizo la tapa de “Logo” y fue como una bola que empezó a crecer. Apareció la propuesta de Ediciones de la Flor de hacer un libro con mis canciones y sus dibujos. Y nació Oops, un libro para saborear tanto como las canciones. Ahora presentamos “(Bi)VO en México”, un registro en vivo en el DF del disco BI, que combina disco y DVD, siempre juntos. No nos baja nadie del escenario.
Tan argentino como el que más
Kevin nació en la ciudad de Fairbanks, en el estado norteamericano de Alaska. No fue una casualidad. Sino una causalidad: su mamá, Marta Koala Calbet, profesora de Filosofía y Letras había emigrado a Estados Unidos por una beca. Allí se enamoró del estadounidense Ken Johansen y decidió quedarse a vivir. Pero en 1964 Ken se negó a ir a la Guerra de Vietnam y fue conminado a Alaska. Esa blanca y helada geografía fue el primer hábitat de Kevin, hasta los 4 años, cuando la familia pudo volver y se instaló en Colorado. “Mi vieja fue la que más me crió así que, aún en los Estados Unidos, crecí rodeado de argentinidad. Ella, una mina muy melómana, fue la que me dio la información fundamental del tango, el folclore, los compositores brasileños, y así me transmitió su pasión por la música desde muy chiquito”. Luego de la separación de sus padres, a los 12, vino a vivir a la Argentina con su mamá y su hermana menor, Karina. “Alguna vez me dijeron que uno es de donde pasó su adolescencia, porque es cuando uno vive sus primeros amores y toma las primeras decisiones importantes. Y yo esa etapa la pasé acá”. En los años 80 hizo sus primeras apariciones en el rock nacional, con el grupo Instrucción Cívica, con el que editó dos álbumes. Luego vivió dos años en Montevideo y con una novia bailarina que quería ir a estudiar danzas a Nueva York, a los 25 partió otra vez a su tierra natal “a hacer una experiencia”. Allá se separó de esa novia y conoció a otra argentina, Mariana, también bailarina, con quien tuvo a sus dos hijas mayores. “En un punto nunca me fui del todo de la Argentina porque estando en Nueva York, la vida cotidiana era: ¿Tomamos unos mates vieja?”. Allá tocó durante varios años en el CBGB’s Club hasta que formó el grupo The Nada, que en 2000 grabó su primer álbum. Con disco en mano, ese mismo año Kevin decidió regresar a Buenos Aires y probar suerte con su música. Y la consiguió, aquí y en España. En 2002 grabó “Sur o no sur”, que fue comercializado a nivel internacional por Sony Music. Al año siguiente, una de sus canciones fue elegida como cortina del exitoso programa televisivo “Resistiré” y la figura de Kevin Johansen saltó a la fama. Hizo su primer Gran Rex, se presentó en Madrid y Barcelona, participó en los MTV Latinos, y desde allí partió a su primera gira por los Estados Unidos, que lo llevó a Miami, Nueva York, Chicago, Los Ángeles y San Francisco. En 2004 siguió de gira por América Latina y Europa y fue nominado a tres premios Grammy con “Sur o no sur”,. Sin dejar de viajar, grabó su tercer disco, “City Zen”, con gran respuesta de la crítica y del público. En tanto, conoció a Lala Franco, su segunda mujer, con quien tuvo a su tercer hijo. Luego vino la sociedad con Liniers, que aún sigue creciendo y los tuvo y los tiene de gira por todo el país y Latinoamérica.
–¿Se saborea distinto el éxito cuando llega de grande?
–Sin duda. La llegada de “el éxito” relativamente tarde hace que uno tenga los pies muy sobre la tierra. Me lo tomo con más naturalidad y puedo reírme de mí mismo y de “la fama”. La sabiduría que te dan la edad y la madurez te permite saborear más las cosas buenas. Así que lo disfruto pero no me la creo.
–Alguna vez dijiste que no querías que te escuchen los snobs…
–No, no. Creo que me escuchan todos: el banquero, la señora que barre la vereda, un psicólogo, el kioskero, el taxista o un artista. Creo que la fantasía de un cancionista de verdad es esa: que tu melodía le llegue a gente muy diferente que vive en situaciones muy distintas. También los snobs me escucharán, seguramente. Nunca quise hacer música para que me escuchen veinte. Me parece que esa postura de los que dicen que quieren que los escuchen sólo los tres que los saben apreciar de verdad, es una postura cómoda. No es así. Yo creo que todos los músicos queremos ser populares. ¿Quién no aspira a que su música trascienda y circule? Esa es la magia: movilizar, emocionar y, si se puede, perdurar.
“Cinco discos imprescindibles de mi discoteca”
• Cualquiera de Roy Orbison.
• Grandes éxitos, de Ray Charles.
• Rubber Soul, de The Beatles.
• Cinema Trascendental, de Caetano Veloso.
• La grasa de las capitales, de Serú Girán.
Texto: Ana Cesari
Fotos: Diego García