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3 de septiembre, 2014

Perfumes y esculturas en vidrio

Los frascos de nuestras fragancias favoritas, cada vez más, son pequeñas obras de arte, que refuerzan y completan el concepto del producto.

 

Los perfumes en el siglo XIX se guardaban en elaborados frascos de cristal con tallas minuciosas y complejas. Fue en 1921 cuando Cocó Chanel quiso tener su propio perfume, pero no para su uso personal sino para comercializarlo. Ya el modisto Paul Poiret había instalado la costumbre de regalar a sus clientas una miniatura con un perfume especialmente elaborado para él. Cocó contrató a un nariz –químico perfumista- que fue Ernest Beaux y ella misma diseñó el frasco rectangular y despojado que contendría el legendario N° 5. Chanel, amiga y admiradora de los pintores cubistas, Picasso entre ellos, pensó en un frasco limpio, net, libre de los arabescos que solían adornar los cristales de las fragancias tradicionales.
Otros artistas famosos incursionaron en este métier como René Lalique (L’Air du Temps de Nina Ricci) y Salvador Dalí (LeRoi Soleil de la marca que lleva su nombre).
Hoy se avanzó mucho en el rubro de la escultura en perfumes y los diseñadores de frascos, verdaderos artistas, tienen en cuenta detalles como el target al que va destinado el producto, y la ergonomía, que facilita sostener el envase entre las manos.

Nuevos consumidores
¿Por qué ya no se usa tener el perfumero sobre el tocador? Porque las mujeres somos prácticas, nómades e independientes. Gustamos de llevar la fragancia en la cartera en frascos pequeños, irrompibles y con solo apretar el vaporizador, ponemos el toque de seducción que precisamos.
Estas son algunas de las novedades de los últimos tiempos:

* Ya no se estilan los frascos muy grandes, y los de 100 ml son menos populares que los de 30 ml, fáciles de llevar en la cartera. Y más económicos, así que nos facilitan comprar más variedad de aromas.

* La practicidad hizo que se dejaran de lado en muchos casos los vidrios y cristales y se incursionara en caucho y metal, dupla favorita de Armani.

* El vaporizador le va ganando al splash, aunque este último todavía suele gustar más a los hombres que prefieren bañarse en perfume. El atomizador permite ahorrar jugo y, de paso, aromatiza el ambiente.

* Los tamaños del envase se han adecuado a los de la mano humana. Los frascos femeninos son más pequeños que los del hombre, para facilitar su manipulación. Muchos de los frascos también tienen una especie de “cintura” en el medio para colocar la mano y sostenerlo con más facilidad.

Los colores de los frascos también dan su mensaje.
* La transparencia habla de un contenido directo, de una fragancia sin demasiada complejidad, sofisticada pero límpida.
* Los frascos azules o celestes hablan de un aroma con notas acuáticas –ozónicas, como cuando está por llover- o etéreas, que fluyen en el aire.
* Los jugos rosados hablan de flores donde, claro, no falta la reina de las flores: la rosa.
* Los frascos verdes indican que la fragancia será vegetal, con notas de hojas, musgo y evocación a bosque. Por lo general, son masculinas.
* Si abunda el rojo, hablamos de pasión y notas orientales. Cuando combina con tapón o detalles dorados es, seguramente, de mucho lujo.
* El amarillo es el verano y la diversión. Perfumes cálidos y jóvenes.
* ¿Modernidad? El negro y el metal plateado. Suelen indicar un uso unisex del producto.

 

Texto: Patricia Melgarejo.