¿Cómo encarar esta etapa del año? El aumento de la oferta de fiestas nocturnas, como del tiempo libre de nuestros jóvenes en esta época, genera una exacerbación de conflictos entre los integrantes de la familia. Para el adolescente, TODO se trata de SALIR. Salir de lo familiar, de lo conocido, de lo pautado, transgredir las normas y, a través de ese rodeo con lo desconocido, ir construyendo su autonomía. El joven se pone a prueba una y otra vez por fuera de la mirada de sus padres, de los espacios comunes y seguros, buscando experimentar nuevas sensaciones. De esta manera, va construyendo una identidad, afianzándose en las diferencias.
¿Cómo cuidar a nuestros hijos adolescentes sin desconocer que en aquellas salidas nocturnas no sólo buscan diversión, sino además y fundamentalmente, identidad y nuevas vivencias? ¿De qué manera actuar ante las constantes salidas nocturnas que se ofrecen en estos tiempos?
Paso 1: fijar límites
Como padres es importante estar cerca de ellos. Y hacerlo no significa tenerlos en casa, controlados, sino escucharlos, comprender por lo que están pasando y ayudarlos a encontrar sus propios ideales y valores. Los chicos deben tener pautas claras que sean firmes ya que le reportarán seguridad y bienestar. Es fundamental llegar a un consenso posible de llevar adelante, sin necesidad de poner límites demasiado rígidos y entendiendo que éstos serán revisados a menudo. También tienen que saber que los padres podemos (y debemos) interrogarlos para saber dónde estuvieron y con quién.
En un mundo que cada día es más agitado para los adultos y los jóvenes, los límites ofrecen un sentido de seguridad. La ausencia total es sentida como un abandono de parte de los padres, lo cual frecuentemente, da lugar a conductas que tienden a llamar la atención. Conscientemente, los chicos no lo van a admitir, pero es así. Además, hay que hablar con los chicos sobre las consecuencias de las decisiones que toman. Deben entender que existen buenas y malas decisiones y que saber distinguir entre ellas, suele hacer la diferencia en sus vidas.
Paso 2: habilitar el diálogo
Debe ser como espacio de intercambio de ideas, de disenso, de aceptar lo distinto. De esta manera, la autonomía se jugará allí, en la posibilidad de pensar, sentir y opinar diferente, sintiéndose aceptados y respetados y entonces ya no requerirán de la trasgresión y desafío permanentes para probarse autónomos y diferentes.
A los padres nos toca aceptar algunas cosas, como formas de llevar el pelo, algún pearcing o implementar determinada forma extraña de vestir. Aceptar y respetar sus gustos es un buen camino hacia el entendimiento.
El mito dice que los padres y los adolescentes no se gustan unos a otros, pero lo cierto es que a pesar de los conflictos, la mayoría de los adolescentes se sienten cercanos a los padres, respetan y tienen en cuenta sus opiniones y tienen valores similares acerca de los principales problemas. Por esta razón, siempre hay que dialogar, aunque tengamos la impresión de que no nos escuchan. Ellos siempre escuchan aunque no lo demuestren.
Paso 3: transmitir confianza
Para que se sienta seguro de sí mismo y pueda elegir entre distintas opciones, debe percibir que los padres le dan un voto de confianza. Para llegar a elegir responsablemente, ellos tienen que probar distintas experiencias, cometer errores y aprender a aceptar los resultados. Si uno se ubica cerca, como un guía que lo invita a reflexionar, lo ayudará a construir un sentimiento de seguridad en sus propias decisiones, que le servirá para enfrentar distintas situaciones a lo largo de su vida de manera adecuada.
En síntesis…
* Promover un diálogo donde se respeten las diferencias generacionales.
* Pactar normas y comprometerse a cumplirlas.
* Ser firme en los límites y horarios consensuados.
* Se pierde credibilidad con su hijo si no le hace sentir las consecuencias por no cumplirlos. Recordar que la sanción debe ser proporcional a la ofensa.
* Establecer la costumbre de que informen con quién salen y adónde.
* Trasmitirles confianza: les dará seguridad para poder elegir con responsabilidad.
Asesoró: Lic. en Psicología Carolina Argüelles Rubil.