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27 de marzo, 2016

Paz Levinson: “Mi sueño es volver a la Patagonia”

La mejor sommelier de América latina es argentina y también es poeta. Actualmente vive en París, pero sueña con su Bariloche natal, a dónde piensa volver para escribir, trabajar con la tierra y cumplir todos sus sueños.

 

Nació en Bariloche, rodeada de naturaleza, rincones bucólicos y belleza infinita. Y esto no es un dato nada más. En este ambiente se formó, allí vio a su mamá cocinar mientras saboreaba una copa de vino, y a sus abuelos traer de sus tierras los frutos recién cosechados. En ese ámbito comprendió que le gustaba escribir y cuando terminó el secundario, siguió la Licenciatura en Letras en la Universidad de Buenos Aires. Aunque ya el vino  y la idea de estudiar enología en Mendoza estaban en su cabeza, la pasión llegó más tarde. Antes, tuvo tiempo de escribir poemas como para obtener el Primer Premio en el Salón Municipal del Poema Ilustrado en 1994, el Primer Premio de Poesía (categoría juvenil) 70 Aniversario de la Biblioteca Sarmiento (1998), la Beca Antorchas en 2001 y la del Centro Cultural Ricardo Rojas en 2003.  Además, co-organizó encuentros de poetas en Buenos Aires y Bariloche y Cuelgas de poemas en Plaza Almagro (1999-2001); Barcelona, Berlín y Madrid (2000) y en Santiago de Chile (2008).  También tiene varios libros de poemas publicados: Ojos o Luces (1999); Blume (2001); Catálogo de todo lo que hay (2006) y Cartas a Cactus (2008). Casi una vida antes de la vida.

Si se le pregunta qué fue primero, si el vino o la poesía, siente que una cosa lleva a la otra y casi son indisolubles. Ahora, recuerda que mientras estudiaba Letras trabajaba en el restaurante Restó para pagarse los estudios. “Y simultáneamente estudié para sommelier… Y hoy la poesía lleva al vino y viceversa”. Ahora repasa su otro camino, en el que fue la primera argentina en pasar el examen Advanced (nivel 3) en The Court of Master Sommeliers y por ese camino llegó a París y a restaurantes como Clandestino y La Ferme Saint Simon y actualmente Le Bristol, y en Epicure, el restaurante con 3 estrellas Michelin.

–¿Cuándo supiste que harías esto?
–No sabría cuál es el principio… Siempre me sentí atraída por lograr la satisfacción del cliente, el acuerdo entre la comida y el vino, mezclar esa integralidad con el restaurante, así que creo que no, no me imaginé cómo me podía desarrollar. Pero  siempre me ayudó a crecer la búsqueda de la excelencia y la perfección; aunque sé que no existe. Aprender es algo que uno hace todo el tiempo… Siempre me imaginé estudiando y perfeccionándome; y eso lo voy logrando y me llama la atención.

–¿Cómo imaginás tu vida, con los cambios que trae el futuro, de aquí a diez años?
–Me gusta educar, enseñar, dar charlas, es algo que voy a mantener siempre. Me imagino la posibilidad de hacer un vino con un amigo, de dedicarme al campo, al trabajo con la tierra.

–¿Cuál es tu sueño?
–Por un lado, seguir viajando. Me gustaría conocer Australia, Nueva Zelanda. Pero también asocio la idea de hacer un vino con vivir en la Patagonia, con una vida tranquila, pero con seguir haciendo lo que quiero siempre con un nivel alto. Me gustaría volver a la Argentina para devolver lo que recibí.

–¿Y la poesía?
Creo que es una pasión que podré quizás desarrollar más viviendo en un lugar rodeado de naturaleza y tranquilidad. Uno de mis sueños es contar historias a través de las palabras y también de la música, que es otra faceta propia que me gustaría desarrollar aún más y en la que entra también la poesía. A algunos de mis poemas les he puesto música. Es que el arte es el alimento de las otras actividades.

–¿Y el amor?
–Estoy casada con Miguel Ángel Petreca, que es poeta y traductor. Vivimos en París y viajamos mucho. Juntos, pero también separados: muchos viajes yo los hago sola porque son agotadores; y el también, ya que trabaja como traductor con chino mandarín. Pronto estaremos en la Argentina porque del 15 al 20 de abril asistiré al Concurso Mundial de Sommeliers que se realiza por primera vez en el país y cuya sede será Mendoza. Pero, volviendo a los proyectos, en definitiva nuestro sueño es volver a la Patagonia y por supuesto afianzar la familia. Tengo 37 años… ¡Me tengo que apurar!

–¿Hay algún sueño incumplido?
No incluyo en mi vocabulario palabras como frustración o fracaso, porque de cada experiencia se aprende. Con el tiempo uno va modificando y siempre va creciendo, aprendiendo, que es lo importante en la vida.

 

Texto: Silvia Fittipaldi.