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30 de septiembre, 2016

Florencia Canale: “Cuando escribo vivo como en una ensoñación”

Periodista, escritora best seller de novelas históricas y descendiente en sexta generación de Remedios Escalada de San Martín, dice que tendría que haber nacido en el siglo XIX y que a su manera fue en su vida una de esas mujeres rebeldes sobre las que escribe.

 

Si cuando era todavía una niña le preguntaban qué quería ser, ella hubiera respondido que novelista, escritora como Jo March, la protagonista de Mujercitas, que se había devorado como todos los libros que llegaban a sus manos desde quesabía leer. “Claro, después la vida te va llevando a otros lugares y da vueltas y vueltas. Pero de alguna manera, creo, aquel germen inicial quedó ahí. Y ahora está acá”, dice Florencia Canale, que es periodista, pero también fue modelo, actriz y cantante. Y el “acá” del que habla es este presente en el que sus novelas históricas se venden de a miles y miles, se reimprimen, y los lectores esperan. Va por la cuarta, desde que hace seis años, y después de mucho pensarlo, empezó a escribir impulsada por la insistencia del diretor de Editorial Planeta. “Me tomé mi tiempo para pensarlo, pero nada me convencía y no me sentía segura de poder hacerlo. Pero, en un momento, con la excusa de mi parentezco con Remedios de Escalada -sobrina en sexta generación-, se me ocurrió que podía contar su historia de amor con José de San Martín, de la que tenía relatos infantiles. Así empecé… Y me di cuenta de que sentarme a escribir era algo que me gustaba mucho hacer, que me atrapaba investigar el pasado, trabajar con la historia. Y una historia me fue llevando a la otra”.

En 2011 publicó Pasión y traición. Los amores secretos de Remedios de Escalada de San Martín, y el éxito de ventas fue inmediato hasta llegar a los 50 mil ejemplares que lleva hoy. Con ese respaldo de los lectores, siguió con Amores Prohibidos. Las relaciones secretas de Manuel Belgrano (2013); luego salió por un rato de la novela histórica para publicar Sí, quiero (2014), en el que reúne historias de amor del Registro Civil de la Ciudad de Buenos Aires. Pero en 2015 retomó las historias de las mujeres y los amores de la historia argentina con una trilogía que inició Sangre y deseo. La pasión de Juan Manuel de Rosas y Encarnación Ezcurra (2015), que ahora continúa con la recién editada Lujuria y poder. La pasión de Juan Manuel de Rosas y Manuelita y de la que ya está preparando la tercera y final.

-Arrancaste por Remedios por el parentezco, pero seguiste por ahí e insististe por la novela histórica y el siglo XIX…

-Sí, yo tendria que haber nacido en el siglo XIX. Tiene una temporalidad más ralentada que me parece interesante, un romanticismo que ya no existe… Estaba todo por hacerse. Ahora ya no hay nada por hacer. Es una curiosidad, que aun tengo, por un terreno más vacío. Había ilusión, deseos de luchar y muchas preguntas sin responder.

-¿Imaginabas lo que pasó con esa novela?

-No creía que iba a suceder algo tan tan rápido. Cuando la leí de un tirón, terminada, me pareció que estaba bien, me gustó, pero yo no escribi pensando en que eso sucediera.

-¿Y ahora por qué escribís?

-Ahora escribo porque me resulta imprescindible, es algo que hago con una enorme entrega: Me resulta apasionante investigar y sentarme a escribir. Me descubrí ahí.

 -Eran tiempos de mucha opresión para las mujeres y vos revelás esas vidas en tiempos de mucha opresión.

-Absolutamente. Para empezar, no existía el feminismo, entonces la ley la imponian los hombres y las mujeres acataban. Y por eso esa la fortaleza de estas mujeres era doblemente valiente. Me encandilan las mujeres fuertes pero las mujeres con alguna o varias fragilidades me atrapan mucho mas. Tratar de responder eso, de contar eso, de entender eso. Encarnación, por ejemplo, fue una fuera de serie. Una mujer que hizo política en el espacio público cuando las mujeres no figuraban en la política. Cuando Juan Manuel se fue a la Campaña del desierto, ella se quedó defendiendo el territorio con las armas en la casa,  manejando a la Mazorca. Era una intrépida absoluta, bravísima pero a la vez de una vulnerabilidad brutal que entregó la vida por su marido y se murió a los cuarenta y pico de años… La hubiera abrazado y le hubiera dicho: “No hace falta tanto, no hace falta tanto”.

-¿Te metés hasta ese punto con la historia que estas novelando?

-Sí, casi que les entro en la carne a los personajes. Me cuesta separarme y soltar un poco. Me meto en la historia y vivo como en una ensoñación: me pongo meticulosa, enferma, obsesiva, ridícula. No puedo vivir. Me gusta mirar el plano de Buenos Aires, el catastro de 1800, que lo guardo como si fueran brillantes, la topografia den ese momento, saber los árboles que había y los que no, las costumbres. Todo. A veces hago unos recorridos sola, de loca, caminando por esta Buenos Aires como si fuera aquella.Voy por esas calles, intento reponer esos empedrados, creo que estoy oliendo y respirando ese mismo aire, viajo, me traslado a esas escenas.

-¿Cómo te llevás con el resto del mundo mientras estás escribiendo?

-Me cuesta mucho la vida cotidiana en general y supongo que por eso me escapo al pasado a escribir. Necesito esa ensoñación, esa suspensión que vivo mientras escribo. Igual pago las cuentas, me tomo el subte, voy, vengo, trabajo mucho -es editora de la revista Veintitrés-, vivo; pero no me gusta la hostilidad de la realidad y a veces me enoja mucho. Eso sí, no me quedo muy callada y le peleo.

 -¿Cómo es el proceso de investigación para escribir sobre material histórico?

-Además de esa recreación que hago, que te contaba antes, trabajo con un historiador que es un genio, Diego Arguindeguy, que me pasa lecturas y material. Yo leo todo, soy una lectora voraz per se, pero investigo mucho porque me gusta que mis novelas no tengan ranuras por donde entrarle. Por su puesto que una novela histórica es ficción con un anclaje histórico. Pero me gusta que lo histórico sea ciento por ciento verídico.

-¿Qué es lo más difícil de la reconstrucción de los personajes?

-Encontrarles el tono y los matices a cada uno. Siento que empiezo y mi personaje es puro hueso, es como un esqueleto. Y hay un momento en el que empieza a tener carne, a medida que voy avanzando en la novela, y ya me tranquilizo. Porque antes me pongo muy ansiosa.

-¿Qué se viene después de la tercera novela sobre Rosas?

-Tengo dos más, también novelas históricas. Todavía no puedo salir de ahí. Hay muchas historias, hay muchas mujeres para conocer y que fueron invisibilizadas por la historia.

 -¿Fantaseás con el momento de dedicarte sólo a la literatura?

-Sí, mucho. Y por suerte me parece que cada vez estoy más cerca.

 

LUJURIA Y PODER, el último libro

“Fatigado, recostó la cabeza en las faldas de su hija. Así permanecieron un rato, mientras ella peinaba la pelambre de su padre con los dedos y él se perdía en la ensoñación.”

Tras la muerte de Encarnación Ezcurra, Juan Manuel de Rosas sólo encuentra desolación a su alrededor. Sin su mujer, el Gobernador de Buenos Aires parece debilitado y la única que logra calmar su pena es Manuelita, su hija dilecta. Padre e hija forman una unidad indestructible. El dolor no evita que el viudo deposite sus ansias varoniles en diversas damas. La favorita es Eugenia Castro, la misma que había cuidado a Doña Encarnación en sus últimas horas. Sin embargo, los escarceos amorosos, no logran distraerlo de los asuntos del poder. Buenos Aires sufre bloqueos y el asedio constante de enemigos internos y externos. Centro de todas las miradas y adulaciones, Manuelita hace oídos sordos a los requerimientos sentimentales que recibe para dedicarse en cuerpo y alma a las necesidades de su amado padre. Estrategias feroces, goces prohibidos y luchas palaciegas agitan la trama de Lujuria y poder, la segunda parte de la trilogía rosista.

 

Texto: Ana Césari.
Fotos: Diego García.