1. No ir al súper cuando se tiene hambre. Lo mejor es comer algo antes. Además, comprar estrictamente lo indicado en la lista y evitar improvisaciones.
2. Empezar el día con cítricos. Cambiar el vaso de jugo de naranja o pomelo por un plato pequeño de gajos de mandarina, naranja o pomelo. Así nos obligamos a masticar e incorporamos fibras al organismo.
3. Tomar dos litros de agua por día. Si no nos gusta así sola, se puede saborizar con un chorrito de jugo de limón, cáscara de fruta, hojitas de menta o rodajitas de jengibre fresco. Otra opción es preparar té frío. Cada vez que sentimos apetito, bebemos un vaso.
4. Que el primer plato sea siempre una ensalada de hojas verdes aderezada con una vinagreta liviana. Salgamos de la consabida lechuga y optar por radicheta, rúcula, berro, endivias y espinacas de primer corte.
5. Si se puede, terminar el día con una caminata después de cenar, así evitamos irnos a dormir enseguida de haber ingerido el último bocado.
Texto: Florencia Romeo.