La misma pasión que tenía a los 8 años, cuando debutó en teatro en el musical Annie. La misma alegría también. Para Eleonora Wexler actuar nunca fue un trabajo, sino su vocación. Pero eso no hace que se lo tome como algo liviano ni natural. No, al contrario: se confiesa autoexigente en todo, detallista, profesional y antes que nada profesional. “Porque sólo cuando uno hace las cosas de esa manera, salen bien. De casualidad podés pegar una o dos, pero es difícil sostener eso a lo largo de la vida”, dice la actriz que ahora, a los 42 años y con 34 de trayectoria, vuelve a ser noticia por su protagónico en ADDA (Amar después de Amar), donde protagoniza una historia de infidelidad y tragedia. Quizá porque nunca antes en tantos años se había desnudado en televisión, sus escenas de sexo con Federico Amador la pusieron en el foco de la escena. “Me siento mucho más libre y segura ahora, que a los 20, no sólo para hacer escenas así, sino para todo”.
Hija de una maestra y un productor de seguros, desde muy chica Eleonora sintió una atracción especial por los escenarios y cuando su padre, amante del teatro, la llevaba a una obra, ella se quería subir a actuar. “Yo siempre estaba esperando que en algún momento hicieran participar al público y que me llamaran a mí. Yo no quería estar ahí inmóvil en la butaca, quería subir y ser parte. Lo mismo en la escuela y en mi casa: la torturaba a mi hermana, Luciana, haciéndole shows. Yo tenía algo y mi papá lo supo ver”, recuerda sobre esa infancia que se vio trastocada muy pronto. Aunque ella asegura que no lo sufrió: “Fue como un juego para mí y no podría decir que lo sufría porque realmente me encantaba. Pero con el tiempo, cuando fui más grande, miré para atrás y evalué que me había perdido muchas vivencias infantiles de una nena normal. Pero nunca me arrepentí”.
En sus 34 años de carrera a, fue parte de inolvidables telenovelas, tiras y unitarios como Venganza de mujer, Los tuyos y los míos, Alta Comedia, Mesa de noticias, La banda del Golden Rocket y El garante, por citar sólo parte de su medio centenar de trabajos en televisión. También brilló en el teatro, con La Tempestad en el San Martín, dirigida por Norma Aleandro, y con Hombre y superhombre, y otras puestas prestigiosas como La hija del aire, que le valió el premio ACE como mejor actriz de reparto en comedia dramática, ¿Quién le teme a Virginia Wolf? y La profesión de la Señora Warren, por la que fue nuevamente nominada al ACE y al Trinidad Guevara, también entre muchos otros trabajos.
–Lograste mantener un bajo perfil a pesar de haber prácticamente crecido en televisión.
-Sí, por suerte en aquella época la exposición no era como la de hoy. Y yo, si bien estuve en programas muy populares, nunca estuve muy expuesta. Algo clave también es cómo me educaron mis viejos y siempre me mantuvieron con los pies en la tierra para no perderme con la fama.
-Hiciste de malvada, de buena, de heroína, de todo. Y muchas novelas, con lo cual no es la primera vez que tenés escenas de amor en pantalla… Pero sin dudas estas son las más jugadas…
-Nosotros trabajamos con el cuerpo y el contacto. Y puede haber fantasía, pero de ahí a que se concrete algo es otra cosa. Y eso no pasa. Si no, imaginate con todos los personajes que hice….
-¿Te gusta tu personaje?
–Me encanta Carolina. Sé que es polémica, pero a mí me encanta ella y creo que tiene mucha verdad. Eso es lo mejor que tiene esta novela: no hay buenos ni malos. Cada personaje tiene sus costados, sus vericuetos, sus dudas, sus grises. Y la gente, todos nosotros, se siente mucho más identificada con eso porque la vida es más así. Todos tenemos nuestro lado oscuro.
-Y a veces nos metemos en situaciones que nos contradicen…
-Claro, pero los humanos somos seres contradictorios. Tenemos lo oscuro, lo luminoso, la parte que mostramos y la que escondemos. Y en esta novela se ve todo eso, que creo que es lo que la hace más interesante y verosímil. Es interesante el punto de vista desde el que se muestra la infidelidad: un hombre y una mujer se enamoran aunque están comprometidos, y sufren eso. No lo viene con liviandad.
-¿Te sentís más interpelada como actriz y como persona al hacer un personaje así?
-No deja de ser un gran culebrón la historia, pero creo que es más realista poder jugar con las aristas de los personajes y que no sean buenos o malos absolutos.
-¿Viviste alguna vez algo similar en tu vida personal?
-Jajaja… En algún momento, sí, pero no voy a decir con quién ni de qué lado estaba yo: si engañaba o me engañaban.
-¿Comprendés a tu personaje?
-La entiendo como mujer y entiendo lo que le pasa. No hay nada comprado en la vida y el amor, cuando te toca, va contra todo. No es fácil, menos si estás del otro lado. Pero tampoco desde ese lugar.
-Desde el lugar de los hijos es desde dónde se plantea más difícil…
-Es muy difícil también. Porque para los hijos, para los chicos, es muy difícil de entender. Es un tema de adultos y ellos también se sienten traicionados.
-¿Se sufre siendo infiel?
-En este caso, el de la novela, que es del que voy a hablar (se ríe) es terrible. Se sufre mucho. Hay pánico de que salga todo a la luz y explote todo en cualquier momento. Cuando uno se enamora lo quiere vivir libremente y no con culpa o miedo.
-¿En qué momento de tu vida te encuentra este éxito?
-La verdad es que es un muy buen momento: estoy relajada, tranquila, muy cerca de mi familia, de mis afectos y de mis amigos, que eso es lo que más me importa. Muy cerca de mi hija.