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Encantadora, con una simple remera y una mini creada con elásticos de colores cocidos y decorados con espejitos aplicados, Paula Gray, un argentina dedicada al estudio de materiales sustentables en textiles y diseñadora de alma, nos cuenta cómo empezó en este mundo de la sustentabilidad que cada día la atrapa más. “Empecé con mis abuelas, que me permitían un espacio para crear, con hilos, telas, botones, encajes… Y yo vivía con ellas en mi mundo pensando en combinaciones, colores, texturas”. Pero, siguiendo tal vez la idea de que mejor ir a lo seguro, estudió leyes y luego finanzas, y llegó a ser manager de un banco, hasta que en 2001, corralito y estrés mediante, dijo “basta”. Y allí resurgió el espíritu creativo de la infancia, sobre todo de la mano de su abuela materna, lo que la llevó por este nuevo camino en el que hoy sonríe feliz.
Tiene su propia marca de colección de algodón orgánico, que vende a nivel local y en algunas pequeñas tiendas de otros países, y por su web (www.paulagray.com). Además, está incursionando en accesorios, aunque confiesa que para el año próximo está experimentando en un nuevo producto que tiene que ver con lo sustentable, pero no con la moda, para exportar a escala mayor, algo novedoso y, por supuesto, y secreto. “Una etapa importante para mi –recuerda– fue cuando yo hice parte del colegio en Chile, donde había un movimiento importante en materia del reciclaje y me picó el bichito, juntaba cosas, hacía un poco de cartonera, reciclaba muebles… En fin, esa historia se incorporó en mi vida también y luego vino a unirse al tema de la sustentabilidad, estudié diseño en cuotas, con cursos específicos, y luego todo fue vocación.”
Ya comercializaba algunos productos desde antes de 2001, pero la crisis argentina fue en ese momento un quiebre que le dio el empuje final para dedicarse full time a la producción sustentable y al reciclaje. “Viajé a México, a Estados Unidos, me interioricé en el diseño sustentable y estando en Los Angeles entré a un supermercado y comencé a buscar una Coca Cola. Pregunté y me dijeron ‘acá no se vende Coca Cola, esto es un supermercado orgánico, sustentable, todo es local, etc., etc’, entonces comencé a mirar, dejé todo lo que había puesto en mi changuito que era para comer y lo llené de prendas, porque había un área de textiles, y me compré eso, y allí sí comencé a investigar más profundamente, me contacté con gente, y comencé a trabajar elaborando prendas con materiales orgánicos; ellos fueron muy amables y muy abiertos conmigo, yo no conocía a nadie, simplemente escribía y me contestaban y me dieron muchas oportunidades y así empecé a aprender, no había dónde estudiar todavía, todo era autodidacta, y luego fui a México, investigué en Oaxaca el tema de los tejidos del lugar, los empecé a mezclar con cristales Swarovsky… y así seguí”.
–¿Qué es lo sustentable en materia de diseño textil o accesorios?
–Es cuidar la cadena de valor desde la elección del material mismo hasta lo que puede llamarse “la tumba”, cuando ya no se use más, qué va a pasar: si se va a compostar, cómo va a afectar al medioambiente, pasando por quién lo elaboró, bajo qué condiciones, siempre atendiendo al comercio justo. Si parto de cero, veo qué materiales utilizo. Pero también puedo apuntar al reúso. El polyester es un material sumamente contaminante, por ejemplo, pero si yo consigo una partida de vestidos antiguos vintage y los reutilizo y los pongo en valor, eso no se va a poder compostar, entonces empleo una basura textil que se convierte en un elemento de uso, impidiendo que contamine. Hoy estoy más por este camino que emplear materiales desde cero.
–¿Por qué?
–Porque por ejemplo hoy en el mundo el algodón orgánico está dejando de ser considerado sustentable porque se está demostrando que requiere un gran consumo de agua y el agua es una de las grandes problemáticas en el mundo. Y si bien yo tengo colecciones de algodón orgánico, hoy voy por el reúso porque es lo que en definitiva comienza a ser más sustentable que todo lo otro.
–Otra opción sería reutilizar el algodón orgánico…
–Exacto. Lo que pasa es que no lo producimos en la Argentina y la importación, por el traslado, impacta en el medioambiente. Yo no soy más papista que el Papa. Soy realista. La realidad es que en nuestras latitudes no tenemos producción local de materialidad. Dejando de lado las lanas, los diseñadores hoy no tienen material sustentable local.
INTI tiene muchísimas investigaciones y propuestas, pero no están desarrolladas por emprendedores.
–Lo sustentable, ¿cómo se lleva con los precios?
–Yo creo que como argentinos tenemos que aprender a consumir. El tema es que aún si no se compra moda sustentable, conviene elegir marcas que sabe que no explotan a las personas. Hay una lista en internet con las denuncias. Son muchas, pero son marcas que tienen trato directo o tercerizan talleres que explotan personas. No solo sucede acá, en Bangladesh hace un tiempo hubo un incendio que fue tragedia tremenda por malas condiciones de trabajo. No todo está hecho con mano esclava, ni todo lo chino o lo hindú es malo ni todo lo argentino tiene que ver con talleres clandestinos. Pero hay que informarse a la hora de comprar. Ser más conscientes.
–Dentro de esta elección del reciclado aparece un témino: slow fashion. Contanos qué es exactamente.
–El término significa “moda lenta” y tiene que ver con priorizar calidad versus cantidad y tiene que ver con estos nuevos paradigmas de consumo consciente a nivel global. Y también tiene que ver a nivel holístico con el propio estado de bienestar general. Mucha gente es consumista porque tiene distintos problemas y usa mucho más de lo que necesita. Yo personalmente no concibo la moda lenta si no es sostenible: comprar porque uno necesita una prenda y no porque es tendencia y entonces ya no se compra la remerita con un solo hombro porque está de moda y todas andamos con lo mismo. El tema es comprar porque se necesita y también vestirse con personalidad, con un estilo propio, con lo que se tiene porque uno lo elige pero no es necesario tener dos guardarropas llenos de ropa porque es tendencia y deja de serlo a los dos o tres meses. Hay que tener conciencia que la industria es una de las más contaminantes del mundo y también es una de las que más personas emplea, y que esas personas deben trabajar de modo digno.
–Tu elección es como una misión…
–Mi misión es dentro del ámbito del diseño, pero también excede el diseño y me importa la sustentabilidad toda. Hay zonas del planeta, incluso de nuestro país, donde no hay agua… entonces es un recurso que desde el diseño y lo textil, hay que cuidar. Yo hice posgrados sobre sustentabilidad y he incorporado todos estos conceptos. Mi clic tiene que ver con el medioambiente. Y es importante apoyar que cada vez haya más emprendedores verdes, que se aplique la tecnología para mayores resultados. Hay un mito que sostiene la idea de que lo sustentable es artesanal y no es cierto. La tecnología es la mejor amiga de la sustentabilidad. Tenemos el INTI donde podríamos desarrollar nuestros propios textiles, tenemos recursos naturales impresionantes. Todo eso tenemos que aprovecharlo. Hoy en el mundo se está haciendo papel a base de piedra gracias a la tecnología. Un laboratorio hoy te puede decir cuánto va a tardar en descomponerse una fibra y cuánta agua va a consumir en el proceso.
–¿Hay nuevas fibras que pueden ser sustentables?
–Yo estoy trabajando con fibras de bambú, que en la Argentina hay en el Tigre y en la Mesopotamia y podríamos desarrollarlo nosotros con nuestras cañas. Pero se importa. Para desarrollarlo localmente se necesita inversión, tecnología y apoyo. Hoy hay fibras en el mundo a base de ananá, de cáscara de banana, de soja, leche. Brasil es un gran productor de textiles y cosmética sustentable. Después, está Alemania, Finlandia y por último Colombia, que tiene buena producción orgánica, pero estamos ante esta disyuntiva de que si vamos a comprar algodón que sea orgánico, pero tampoco está tan bueno porque ya se vio que no es tan sustentable como se esperaba.
–¿Cómo consumir bien además de elegir bien las marcas?
–Evitando el fast fashion. Las empresas que realizan fast fashion hacen ropa para que se use seis veces, no más, porque se generan pelotitas en la tela. Eso genera una basura textil increíble porque descartás rápidamente la prenda y el tejido es malo. Eso va como basura textil a Haití, que lo recibe para sus diseñadores, pero que no dan abasto a reformular esas prendas a utilizarlas, entonces están literalmente tapados de basura textil. Con la excusa que donan, los llenan de basura.
–¿Y se vienen eventos nuevos?
–Acabo de participar en MOLA en Uruguay del 7 al 10 de junio, el evento dedicado a la moda sustentable donde se reunió gente relacionada con el tema en todo el mundo. Allí ofrecí un workshop sobre “Cómo aprender de manera sostenible”. Y en septiembre, en el Hipódromo de Palermo tendrá lugar el Horse Parade organizado por Ecomujeres y allí voy a estar presentando una cápsula de primavera.
¡Swapeame!
Swap significa “intercambiar”. Paula hace reuniones de swap con sus amigas. Recomienda: “Uno usa el 40% de su guardarropa. Está comprabado. Entonces, nada mejor que hacerlo circular. Yo hago reuniones de swap: se trata de reunir no más de seis a diez amigas cercanas, que cada una lleve entre una y cinco cosas, hacen un té y se intercambian lo que ya no usan, incluso pueden contar la historia que tiene cada prenda y se le da una cotización en créditos de la prenda para poder intercambiar de acuerdo a su valor. Tengo amigas que vienen con prendas con etiquetas puestas, sin usar, que hace dos o tres años que compraron y no usan. ¡Es divertido y muy ecológico! También hacemos swap de esmaltes de distintos colores: los usamos una vez y los pasamos y así vamos teniendo distintos esmaltes sin gastar tanto y sobre todo, para que no queden por ahí tirados, sin usar, porque también contaminan.”
Podés contactar a Paula que se ocupa de ver si le interesa y puede comprar aquello que tenés, te ocupa lugar y ya no vas a usar. Hacer que las cosas fluyan ayuda a que vengan otras.
Texto: Silvia Fittipaldi
Fotos: Diego García