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29 de octubre, 2017

Carla Bruni, de supermodelo a primera dama

En sus casi 50 años lleva una decena de vidas vividas: desde que creció en su Italia natal hasta sus años de modelo top en los 90, su casamiento con el expresidente francés Nicolás Sarkozy y su carrera musical.

 

Carla Gilberta Bruni-Tedeschi, más conocida como Carla Bruni nació en Turín el 23 de diciembre de 1967. Estudió en escuelas privadas en Suiza y en el Lycée Janson de Sailly de París, Francia, ya que en 1975, su familia se instaló en Francia por temor de los secuestros de las Brigadas Rojas italianas. De muy joven Carla aprendió a tocar el piano y después la guitarra. Siempre se encontró rodeada de música desde su tierna infancia, dada la profesión de sus padres. Además, Carla heredó un gran gusto por el arte y la literatura y escritura. Luego inició sus estudios de arquitectura en París. Con 19 años dejó sus estudios para dedicarse al mundo de la moda y llegar a ser una modelo de las agencias parisinas. En el año 1988 se convirtió en una estrella de las revistas de moda y de las pasarelas, que abandonó una década después para dedicarse por completo a la música. Entonces ya estaba además trabajando como actriz de cine: había hecho cuatro películas, Catwalk, de Richard Leacock y Paparazzi, de Alain Berberian, Unzipped, de Douglas Keeve y Prêt-à-porter, de Robert Altman.

La música, su amor más duradero

Su historia profesional con la música comenzó en 1999, cuando conoció a Julien Clerc y le confesó que componía y escribía canciones. Algunas semanas más tarde, le envía una letra que se titulará Si j’étais elle y a la que Julien le puso música. Poco después se lanza un álbum del mismo nombre. Que vendió más de 250.000 copias del mismo. En 2002 compuso, con la ayuda de Louis Bertignac, la letra y la música de su disco Quelqu’un m’a dit. Carla interpreta y canta el disco acompañada solamente de una guitarra acústica. Fue muy bien acogido por la crítica y se vendieron más de dos millones de copias en todo el mundo. Carla Bruni ganó el premio Raoul-Breton en 2003, otorgado por la sociedad de autores y compositores de música Sacem. Su tercer disco no fue tan popular. El cuarto, titulado Comme si de rien n’était, es el primero siendo esposa de un jefe de Estado y como primera dama de Francia.

La presentación de su último disco, el quinto, French Touch, ahora, sale cuando casi cumple dos décadas con la música. Con versiones de once de sus canciones favoritas –temas de The Rolling Stones, Depeche Mode, AC/DC, Lou Reed o Abba­– y su estelar aparición en el desfile de Versace volvió al primer plano informativo.

Amores y materindad

En 2001 tuvo un hijo, Aurélien, con Raphael Enthoven, hijo del editor literario Jean Paul Enthoven, con quien había estado relacionada anteriormente. Y en 2007 conoció al, en ese entonces, Presidente de la República Francesa, Nicolas Sarkozy, recién divorciado, con quien contraería matrimonio en febrero de 2008 en el palacio del Elíseo. Ese año, sin duda uno de los más importantes en su vida, también conoció su verdadera identidad: su padre no era el que ella había creído hasta entonces, Alberto Bruni Tedeschi, un hombre de negocios y compositor de ópera, y quien la había criado junto a su madre, Marisa Borini, actriz y pianista. Así creció la pequeña Carla, con sus hermanos mayores Valeria –guionista y realizadora- y Virginia –que murió en 2008 a los 46 años víctima del SIDA-. Cuando ella ya tenía casi 40 años, un hombre de negocios instalado en São Paulo (Brasil), Maurizio Remmert, reveló que él es el verdadero padre de Carla, nacida del amorío que habría tenido con Marisa Borini. Remmert declaró que la filiación de Carla fue conocida por Alberto Bruni, quien siempre trató a Carla como si fuese su hija legítima. Poco tiempo después de la muerte de Alberto Bruni, la madre de Carla Bruni le contó la existencia de su verdadero padre. Ella lo tomó de forma muy natural y mantuvo desde entonces un vínculo con él sin dejar de amar a su padre de crianza.

Durante sus años de «Primera Dama», Carla se comprometió de forma caritativa en el campo humanitario, especialmente en la lucha contra el sida. El 1 de diciembre de 2008, se convirtió en la embajadora mundial de las madres y de los niños contra la epidemia en el fondo mundial en contra del sida y la tuberculosis. En octubre de 2009 lanzó su sitio web oficial para sus actividades como primera dama de Francia. Y en 2011 dio a luz a una niña llamada Giulia.

En esos años su carrera musical estuvo prácticamente suspendida. Recién en 2013 salió su tercer disco: Little French Songs, que vendió apenas un cuarto de lo que había vendido el primero: casi dos millones de copias. Lo que sí hizo en plena faena presidencial fue darse el lujo de filmar Midnight in Paris (2011) de Woody Allen.

Una mujer enamorada

“Mi marido es un combatiente, un ejemplo de resistencia, de fuerza y también de suavidad. Es una persona muy inteligente y sabia. Pero estoy locamente enamorada de él, así que no soy muy objetiva”, decía recientemente sobre Nicolás Sarkozy en una entrevista publicada en El País Semanal. Próximo el décimo aniversario de una boda que se celebró cuando Sarkozy era presidente de Francia y por la que nadie apostaba, Bruni confiesa que sigue enamorada: “Me sigue atrayendo mi hombre. El sexo con él también es fantástico. Me aseguro de que siempre haya un poco de misterio”, desvela Bruni. “Creo que es importante sentirte muy atraído por la persona con quien te casas. Cuando en una pareja ya no hay ningún misterio y no se desean el uno al otro, es cuando se sienten tentados a engañarse, a mentir y, entonces, se acabó”, dice la exprimera dama.

En una de sus últimas entrevistas al diario The Times levantó la polémica cuando Bruni afirmó: «Nicolás me salvó de ser alcohólica. Él nunca bebe, ¿puedes creerlo? Me encanta el vino y el champán, pero no bebo si no somos dos. No voy a abrir una botella para mí, porque no es muy divertido beber solo», dijo. Y concluyó: «Con mi marido encontré la serenidad. He tenido mucha suerte, porque nunca pensé que hallaría al hombre de mi vida. No creía en ese concepto. Lo veía posible para los demás, pero no para mí. Ha sido una sorpresa. Yo formo parte de una generación muy libertaria, que no creyó en el matrimonio», agregó. Para después contar su fórmula de felicidad: “En un matrimonio, debe haber deseo y amistad por ambas partes. En una relación también debes de estar muy cómodo, porque solo fuego y pasión conducen a la destrucción”.