El príncipe Harry siempre ha sido considerado el ‘niño malo’ de la Corona británica, debido a los numerosos escándalos que ha protagonizado en sus años de juventud y por creerse que jamás sentaría la cabeza. De eso hace ya mucho tiempo. Largo ha sido el camino del más joven de los dos hijos del príncipe Carlos y Lady Di. Harry, el rebelde, el que alguna vez salió en las revistas borracho y hasta vestido de oficial nazi en una fiesta de disfraces, el que siempre huyó al protocolo, el mimado de su madre, eligió novia y una vez más rompió las reglas.
Lo cierto es que ha llegado el momento y el príncipe Harry y Meghan Markle se jurarán amor eterno el próximo 19 de mayo en Londres, concretamente en el castillo de Windsor.
Un año de amor a distancia
Enrique y Markle se conocieron en mayo de 2016 en Canadá, cuando el hijo menor del príncipe de Gales y la malograda Diana promocionaba en Toronto los Juegos Invictus, en los que participan militares veteranos. Pero dicen que él había pedido conocerla luego de ver la serie Suits, donde ella actúa.
Markle es estadounidense y está divorciada – tuvo un matrimonio de dos años-. Ahora residía en Canadá aunque planea solicitar la ciudadanía británica, según reveló la Casa Real. Tras la boda, la actriz llevará el título de Su Alteza Real y se espera que la reina Isabel II le conceda a su nieto algún título nobiliario, que compartirá con su futura esposa. El título que más fuerza tiene es el de duquesa de Sussex.
Actriz, activista humanitaria, yogui, nacida y criada en California, ha sido blogger de comida sana. Hija de un iluminador de televisión que vive en México en el campo y de una instructora de yoga, la joven tres años mayor que el príncipe no pertenece a una familia que alguna vez haya imaginado ingresar en la realeza.
Sin contrato prenupcial
Están tan enamorados que creen que esto será para siempre y es por eso que la promesa de un futuro en común no les permite aceptar una condición de la realeza: firmar un acuerdo prematrimonial, que separase sus respectivas fortunas, no es para ellos. No lovan a necesitar, dicen.
El hijo de Diana de Gales y el príncipe Carlos de Inglaterra no está dispuesto a hacer firmar a su prometida un acuerdo de separación de bienes, a pesar de que en juego estarían los cerca de 35 millones de euros en los que se estima la fortuna del joven príncipe, mientras que la de la actriz se ha calculado que ronda los 5 millones de euros.
Pero no es el primero en hacerlo: su hermano, el príncipe Guillermo, tampoco lo firmó cuando se casó con Kate Middleton, al igual que hicieron sus padres, los príncipes de Gales. Y fue por eso que en 1996 y tras una dura batalla interna, a Lady Di se le concedió 19 millones de euros y un sueldo anual de 450.000 euros. Llegado el caso, el príncipe Harry siempre podrá cubrirse las espaldas, aunque confía ciegamente en que la actriz siempre tendrá un papel protagonista en su vida.
El lugar elegido
Meghan y el príncipe Harry se casarán en la capilla de San Jorge del Castillo de Windsor, al oeste de Londres en mayo de 2018, según ha comunicado un portavoz del palacio de Kensington.
Se trata de un templo de estilo gótico, que data del siglo XV, con capacidad para 800 personas, por lo que la ceremonia será relativamente discreta comparada con las clásicas bodas reales en la abadía de Westminster, que tiene capacidad para 2.000 personas.
El edificio se ubica en el ala más baja del castillo de Windsor, donde pasan largas temporadas la reina Isabel II y su esposo, el duque de Edimburgo.
En ese templo, además, se casó su hermano William y fue bautizado el mismo en diciembre de 1984, cuando tenía tres meses, y posteriormente, en 2005 su padre Carlos de Inglaterra (69) y Camilla (70) recibieron la bendición religiosa tras su boda civil en el ayuntamiento de Windsor. También allí se casó en 1999 el príncipe Eduardo, tío menor de Enrique, con Sophie Rhys-Jones.