Poseedor de arte, racionalista, viajero , frecuentador de ferias de antigüedades, Luis Laplace es un buscador de artesanos verdaderos, dueño de una educación cosmopolita que le permite mezclar vanguardia con antigüedades sin prejuicio. Porteño de nacimiento, estudió arquitectura en Buenos Aires, se mudó a NY donde a fines del 90, trabajó en Selldorf Architects (un importante estudio alemán) y luego en Mallorca donde realizó una gran residencia para ese estudio. “La intervención duró cuatro años –nos cuenta– y como esa casa alberga una importante colección de arte y antigüedades, tome contacto con artistas y coleccionistas”. Hoy reside en París junto a su socio y pareja Christophe Comoy en un edificio que reúne vivienda , estudio y showroom donde se exponen para la venta muebles de su creación, otros vintage, y antigüedades.
Lo que sorprende en sus obras es el juego dialoguista que ejercita entre la cultura del lugar y la artesanía en contrapunto con obras de arte contemporáneas y la simpleza del modernismo. Su arquitectura es singular, de elementos auténticos, exenta de reproducciones y capaz de albergar antigüedades, sin resignar funcionalidad. Pero él dice que no hay un “estilo Laplace”, que cada proyecto se adapta al cliente… Así que fuimos a su encuentro y le preguntamos.
–¿Cómo llegaste al lugar donde estás?
–Desde niño siempre he sido muy curioso, muy hiperquinético. Mi madre me ponía a cortar el pasto y después del colegio iba a clases de francés , también a clases de inglés y luego a zapateo americano, luego taekwondo, era hiperactivo y sigo siéndolo. Necesito permanentemente llenar la cabeza de cosas, soy muy visual y desde chico he sido así.
–¿Tu familia tenía contactos con el arte, vínculos de alguna índole?
–Tengo tíos y primos de mamá que eran todos artistas. Mi abuela hacía tapicería y a los 80, cuando dejó de trabajar y se puso a hacer algo para entretenerse eligió seguir casi por hobby con la tapicería y lo hacía con dibujos que hacían sus nietas que son pintoras, Estela y Teresa Pereda. Yo también estudié en el taller de ella y allí hice un poco de pintura. Ese es mi único vínculo con el arte. Después, del Uruguay me voy a Buenos Aires y luego a New York y comienzo a trabajar mucho con galerías de arte y museos, siempre con el tema de la arquitectura y a conectarme con artistas, todo comienza un poco ahí. Viví siete años en New York, dos años en Mallorca y de ahí me fui a vivir a París donde ya llevo doce años. Poco a poco me he ido especializando un poco de casualidad en el tema del arte.
–Hay eclecticismo en tus diseños, una forma de amalgamar lo viejo, lo nuevo…
–Uno puede combinar un ánfora romana con una foto de Richter, que no tienen nada que ver, pero a veces esas cosas pueden encontrar un diálogo, una forma…Me gusta tener amigos que no sean todos iguales a mí. Pienso que los mundos tienen que cruzarse. No tenemos que quedarnos en células distintas, sino interconectarnos y nutrirnos de otra gente. Ahora hice un proyecto en México (se refiere a la Casa Michelen, un palacete del siglo XVIII que recuperó con ayuda artesanal de la zona) con unas comunidades indígenas y me obsesioné en cómo trabajaban las mujeres, cómo cocen el barro de una forma que para mí era totalmente nueva y fascinante. Hay que trabajar y buscar dónde el mundo de ellas se puede juntar con el mío y converger estas ideas en un proyecto.
–¿Eso cómo se une con la tecnología?
–Creo que la tecnología es paralela. Es muy importante. Sobre todo en Europa donde está súper regularizado. Una ventana en arquitectura tiene que tener vidrio doble para que no se pierdan las calorías y consumir menos energía. La tecnología es un soporte para lo humano, para tener una mejor calidad de vida.
–¿Y qué pasa con los nuevos materiales tecnológicos?
–Me interesa todo lo que ayude al confort. No me interesa una tecnología que se convierta en una estética, como el high tech. Una casa de muy buena calidad, tiene que tener el rastro humano, la pincelada despareja, que es captada por la luz. En esas sutilezas quiero poner el tiempo porque sé que en esas cosas hay un resultado. Es la valoración del artesano.
–¿Renovar lo viejo y construir de cero. ¿Dónde está la diferencia?
–El lienzo blanco siempre da miedo porque no hay nada, entonces hay que buscar cosas afuera. Cuando se renueva algo antiguo es totalmente diferente: hay que leer la casa, escucharla, ver su historia, lo que pasó, interpretar e imaginarme cómo se vivió allí. Cada casa tiene una historia que contar. En Europa cada casa tiene mínimo 200 años, entonces es como que quién soy yo para decir nada. Tenemos la obligación de respetar que una casa tiene una historia, donde vivió gente. Demoler todo a cero me parece de terror.
–Cuando construís nuevo…
–Hay que comprender el contexto cultural. Ahora estoy trabajando en la costa del Pacífico de México y nunca parto de cero, siempre hay un contexto cultural. Me encanta pensar en el color, las tradiciones locales, las texturas. Trato de empezar por ahí.
–¿Y el propietario que opina?
–El cliente es lo más importante. La casa es para alguien. Tiene que funcionar para esa persona. Las casas no las hago para mí, las hago para alguien.
–¿A tu criterio, qué tienen de particular tus espacios?
–Creo que son funcionales. “La forma sigue la función”. La funcionalidad tiene que ser ciento por ciento. Tienen que ser espacios muy convivientes y creo que la gente en ellos se siente cómoda.
–¿Cómo se mezcla arte , muebles antiguos y otros de diseño moderno?
–Para mi no es difícil, es intuición. .Nada académico. Si pensara en lo académico, no mezclaría los muebles que mezclo. Las cosas dialogan y si dialogan, funcionan y si no dialogan, no funcionan.
–¿Qué no te gusta?
–Lo falso, lo que no es real. Un living que sea para una foto por ejemplo. Mis espacios son de verdad. Le pongo el mismo interés a una sala que al cuarto de los niños.
-Una obra que desees construir
-Un montón de cosas, todo lo que quiero hacer de alguna manera viene. El año pasado quería hacer una panadería y la hice. Me gustaría hacer un pabellón para mostrar una colección o algo así.
-Un diseñador que admires
-Adolph Loos…
-Y un artista?
-Borremans, Paul McCarthy, Roni Horn… muchos por distintos motivos.
-Tu color preferido.
El verde siempre fue desde chico mi color preferido. Después decidí que no había color preferido. Y ahora vuelvo otra vez con el verde. Aunque los colores me gustan todos.
Luis Laplace comenta que hoy París es su casa, el lugar más parecido a sus orígenes pero también le encantaría venir más a Buenos Aires y hacer más cosas por el país y agrega “Me da un poco de nostalgia venir aquí y sentir que no me conocen. En Instagram tengo muchos seguidores pero ninguno de Argentina. Mi clientela está en EEUU, Europa, también en Latinoamérica, en Venezuela, Colombia…”. Y seguro pronto sumará los de Argentina.
Texto: Arq. Delia Miler
Fotos: Gentileza Luis Laplace
Nota: Reportaje realizado en el marco del DArA ID, VI Encuentro Internacional de Diseño, en Bs As.