Mucho más que un juguete, el osito de peluche es un aliado emocional en la infancia.
El primer gran vínculo: el objeto transicional
Desde los primeros meses, muchos bebés se aferran a un objeto suave y familiar: un osito, una mantita o una muñeca de tela. No importa el material; lo que cuenta es que sea suave y agradable al tacto.
Este objeto cumple dos funciones esenciales: los acompaña en su exploración del mundo como un amigo fiel que los escucha, y les brinda contención emocional ante el miedo, la frustración o la sensación de soledad. Su olor y textura familiares generan una tranquilizadora sensación de estabilidad.
Amor incondicional… aunque esté sucio
Es muy probable que tu hijo no quiera salir de casa sin su muñeco. Aunque esté sucio o gastado, ese objeto es irremplazable para él. Inclusive puede aferrarse a él antes de estar completamente vestido para salir.
No se recomienda prohibirle llevarlo: lo ayuda a enfrentar situaciones nuevas y a descubrir que puede existir aunque mamá o papá no estén cerca. A veces lo patea, lo deja tirado o lo reta, pero esos gestos también forman parte del vínculo emocional que está desarrollando.
¿Cuándo dejará de necesitarlo?
Con el tiempo, el niño comienza a desprenderse de su objeto favorito. Esto suele ocurrir hacia los 4 años, cuando emocionalmente está preparado. Ya no lo lleva a todos lados ni lo busca para dormir.
Este proceso no debe forzarse. Si se demora demasiado y empieza a limitar su vida social o exploración, se puede alentar con frases positivas que refuercen su crecimiento: “¡Qué grande estás!” o “¡Qué valiente fuiste sin tu osito!”.
¿Y si se pierde? ¡Alerta roja!
La pérdida del objeto puede convertirse en un verdadero drama. El niño no querrá otro, aunque se parezca. Lo importante no es lo estético, sino el vínculo afectivo.
- ✔️ Comprobá que el muñeco siempre vuelva con él del jardín, salidas o visitas.
- ✔️ Si se rompe, reparalo con amor: unas puntadas o un parche pueden bastar.
- ✔️ Aprovechá mientras duerme para lavarlo. Así se acostumbra a su olor limpio.
Ese compañero de trapo, que parece insignificante, es en realidad un escudo emocional que acompaña al niño en sus primeros pasos hacia la independencia.
Texto: Adriana Aboy
Asesoramiento: Lic. Marina Doeyo – Psicóloga especialista en niños y adolescentes