María cree que su profesión vino incorporada a ella desde que nació. Su padre era cantante de ópera del Teatro Colón, lo que le permitía meterse en los vestuarios, y enamorarse de las telas y los colores. Ya a los 12 años elegía qué ponerse y qué no. Pocos años después, un verano trabajó en una casa de moda “divina” en Ramos Mejía. Pero pasaba algo extraño cada vez que entraban las clientas: no se fijaban en la ropa de los percheros sino en la que lucía María; que además, era diseñada y confeccionada por ella misma. Entonces, se dio cuenta de que era tiempo de largarse sola. Viajó a Italia para estudiar Bellas Artes y Diseño de Moda en el Instituto Marangoni de Milán. Volvió y en 1993 creó su propia marca. Primero se dedicó a la moda urbana, pero uno de sus corsets terminó en la pantalla chica con nada menos que Natalia Oreiro adentro de él. Y todo cambió: empezó a ser reconocida y se puso a hacer moda de noche. Mostró sus colecciones alrededor del mundo y fue galardonada muchas veces. Hoy la etapa del corset ya la dejó atrás, pero no para de diseñar: hizo el vestuario de la película “La patria equivocada”, protagonizada por Juana Viale, y del espectáculo de Hernán Piquín “Tributo a Freddy Mercury”.
–¿Qué cualidades debe tener una mujer para hacer una buena trayectoria en tu profesión?
–Aparte de la esencia natural, ese algo con el que nace y que le permite percibir lo que tiene a su alrededor y trasladarlo a los vestidos, debe ser tenaz.
–¿Qué inspira tu pasión por lo que hacés?
–Me inspira la fantasía: las hadas, los duendes, las películas, los héroes. También un libro. De repente siento o veo algo y digo: “Es por acá”; y así aparece la colección.
–¿Tuviste momentos difíciles en tu carrera?
–Los tuve y los sigo teniendo. En lo económico, por ejemplo, cuando a veces no se puede acceder a todo lo que uno quiere para armar una de las colecciones; en lo social también. Por suerte en lo creativo nunca me pasó. Pero la vida es así: una de cal y una de arena. Para sobreponerme me aferro a la gente que quiero, al mundo que me rodea, a los que amo y sé que me aman. Además soy católica, por lo que también me refugio en la fe.
–¿Cuál es la parte de tu trabajo que te da mayor placer?
–Disfruto cuando vuelo. Cuando estoy sola, puedo volar, puedo dibujar y sentirme feliz. Y cuando llego a una realidad que casi se acerca a eso, también. Disfruto prácticamente de todo. Por ejemplo cuando me acerco a la bordadora y comparto con ella. Es lindo todo lo que me va envolviendo.
–¿Qué consejos darías a los jóvenes emprendedores?
–Que busquen, hay que buscar todo el tiempo. Además, les diría que aprendan a ver con la mano, a tocar con los ojos y a escuchar con la nariz. Porque para poder avanzar tienen que saber tocar todo. También deben buscar a través de los libros sabios y experimentar a morir. Igual no me gusta dar consejos, porque cuando los recibí no les presté atención.
–¿Cuál será la próxima tendencia?
–No sé qué se viene. Lo que sí sé es qué quisiera: quisiera una sociedad más romántica. Quiero ver “mujeres”. La Argentina se llenó de mucho de lo que no es moda sino resto. Cuando camino por las calles en vez de ver mujeres arregladas, vestidas, maquilladas, disfrutando de lo que son, siento que todo es una calza y un remerón. ¿Dónde está la mujer? ¿Su personalidad? A mí la uniformidad me mata y hoy la calle es un uniforme.
El molde personal
Una persona clave en su vida o trayectoria: sus sobrinos.
Una palabra: Gabriela, su hermana.
Un color: rosa.
Un aroma: begonia.
Un sabor: chocolate.
Una textura: cuero.
Un sonido: el piano.
Un sueño: todos.
Un lugar: el mar.
Una cualidad: la honestidad.