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8 de junio, 2013

Arturo Pérez Reverte: “La mujer es el único héroe posible en el siglo XXI”

Es el español más leído del mundo. Sus historias fueron llevadas al cine y traducidas a cuarenta idiomas. Recibió numerosos premios, como el Asturias y el Goya, es miembro de la Real Academia Española y tan famoso, que está en las estampillas oficiales. En mayo, visitó el país para participar de la Feria del Libro y presentar su obra más reciente, El tango de la Guardia Vieja.

 

Ya son las 10 de la mañana pasadas, es jueves y Arturo Pérez-Reverte llega al salón de un hotel de lujo de la calle Alvear, entra con una sonrisa, saluda y estrecha la mano de cada uno de los que allí lo esperan. Se sienta en la cabeza de una mesa grande, pide un café, también que suban el aire acondicionado, se deshace del micrófono porque considera que no se trata de una conferencia de prensa, insiste en ser tuteado y se dispone a responderlo todo: “Estoy listo”.

Nació en Cartagena, España, el 25 de noviembre de 1951. Su pasión por la literatura es culpa de su abuelo, que tenía una biblioteca enorme de la que tomaba prestadas las obras de los que más tarde se convirtieron en sus maestros: el polaco Joseph Conrad, el escocés Robert Louis Stevenson y el francés Alejandro Dumas. Su padre también colaboró; de él heredó la pasión por el Siglo de Oro español: Francisco de Quevedo, Félix Lope de Vega, Pedro Calderón de la Barca y Luis de Góngora.

Cuando terminó el bachillerato, Pérez-Reverte decidió anotarse en la universidad para estudiar las carreras de Ciencias Políticas y Periodismo, pero sólo concluyó la segunda. Su primer trabajo fue en el diario Pueblo, un periódico vespertino de Madrid editado durante el franquismo. Luego, siguieron: la revista Defensa, Televisión Española, Radio Nacional de España, El Semanal y la Real Academia Española. Tras veintiún años en el periodismo como corresponsal de guerra, ocho compartidos con la literatura, Arturo decidió que ya había viajado mucho, vivido bastante, y visto demasiadas veces matar y morir como para seguir. Entonces, escribió Territorio comanche y le dijo “chau” a las noticias. Antes había publicado El húsar, El maestro de esgrima, La tabla de Flandes, El club Dumas y La sombra del águila; después, Un asunto de honor, Obra Breve, Las aventuras del capitán Alatriste, Con ánimo de ofender y El pintor de las batallas, entre otros.

Hoy Arturo Pérez-Reverte es leído en escuelas argentinas y españolas, tiene uno de los catálogos vivos actuales más destacados, una hija, recibió más de diez distinciones, supera el medio millón de seguidores en las redes sociales y visitó la Argentina para presentar en el marco de la 39ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires su última obra, El tango de la Guardia Vieja.

–¿Cómo fue que se te ocurrió escribir sobre el tango?

–Surgió una noche en Buenos Aires, mientras tomaba una copa y disfrutaba de un espectáculo en el que dos jóvenes bailaban tango convencional y después sacaban a bailar al público. De repente, el bailarín, un tipo guapo, invitó a bailar a una mujer de unos 60 años, elegante. Fue así que comencé a pensar en que hay mujeres superiores, no por lo guapas, por lo ricas o por lo elegantes, sino por su presencia, su manera, que dan una especie de aplomo, de serenidad femenina espectacular.

Entonces entendí que la edad no solamente no marchita ciertas condiciones o virtudes sino que, al despojar de otras cosas, las potencia y las sublima. Y ese fue el primer elemento de muchos otros que vinieron después y que me dieron el germen de esta novela, que es la historia de un mundo que ya desapareció, en el que la elegancia, el comportamiento social y los rituales como fumar un cigarrillo eran imprescindibles. Además, es la historia de amor, turbia y apasionada, de dos jóvenes de distinto origen. Pero cuando empecé a escribir esta historia me di cuenta de que no funcionaba, que no iba bien; mi instinto profesional me decía que no y paré. Esto fue en 1990; la novela la retomé hace dos años.

–¿Qué era lo que te hacía falta para terminar El tango de la Guardia Vieja?

–Antes no tenía vida suficiente, ni estragos, ni canas, ni arrugas, ni el despojo que los años te van dando; no contaba con la experiencia que necesitaba para dar mirada a los protagonistas. La vida nos va despojando de certezas. Uno cuando era joven creía que todas las palabras se escribían con mayúscula: Patria, Amor, Honor. Pero después la vida las convierte en minúsculas. Vives, luchas, peleas, te dan golpes, los das vos, la vida te despoja de las certezas, es al revés de lo que creíamos. Cuanto más grandes, más incertidumbre; la sabiduría a la que se puede aspirar es a la mochila llena de incertidumbres y eso es algo que dice Max Costa, el protagonista de la novela, que es un buen chico, muy argentino, un rufián astuto. Max tiene instinto, simpatía y dotes naturales;  y era necesario que fuese argentino por esa capacidad de que cualquier cosa le quede bien, de improvisar, de salir de una situación incómoda con una sonrisa. Ella, Mecha Inzunza, es quien realmente teje la telaraña de la historia, como en el tango, donde la mujer arma la coreografía en la que parece mandar el hombre, pero donde la fuerza la tiene la mujer. El tango es símbolo de esa falsa debilidad femenina y de esa falsa superioridad masculina.

–En la mayor parte de tu literatura la mujer tiene un papel trascendental, ¿a qué se debe esa decisión?

–Bueno, es algo que antes era una sospecha, pero que ahora es una certeza que tengo: sobre el hombre como héroe se ha escrito todo ya. Fueron siglos de escritura en los que el hombre ha sido protagonista, fue totalmente exprimido, ya no queda nada, todo está contado. Pero la mujer de ahora –Ana Karenina y Madame Bovary de hecho ya no existen– hace frente a nuevos desafíos sin dejar de ser lo que era. La mujer es una cosa nueva y trabaja, se enfrenta a la vida, compite con el mundo, tiene un nuevo desafío vital al que hacer frente, pero también tiene las marcas del pasado, es la mujer del futuro sin dejar de ser la de antes. Esto la somete a tensiones complejísimas de las que no siempre el varón es consciente. Hay conflictos nuevos, personajes literarios nuevos porque esa mujer antes no existía. Se da lugar a una ética femenina que nada tiene que ver con lo que era la masculina. Entonces, la mujer es la que puede aportar más novedad literariamente, es un personaje más prometedor y más apasionado. Me interesa la mujer que tiene un trabajo entre hombres, que tiene un hijo en casa y un amante, y me interesan los conflictos que debe enfrentar. La mujer como héroe me interesa, es el único héroe posible en el siglo XXI.

Su rutina de trabajo

Arranca temprano. A las 8 de la mañana, Arturo Pérez-Reverte empieza a escribir y no para hasta las 15. Nadie lo interrumpe; si necesita despejarse, desenchufarse, sale de su casa y listo: vive en la sierra, a cuarenta kilómetros de Madrid. Por la tarde, corrige y lee. Así es de lunes a viernes, menos los jueves que concurre a las oficinas de la Real Academia Española. No se considera un artista, sino un escritor profesional, un tipo que cuenta historias y que intenta que el lector comparta su mundo, su mirada y, por sobre todo, su recorrida a través de la vida y de las cosas.

 

Argentinos que lo influenciaron

Jorge Luis Borges, “escritor para mí fundamental”.

Roberto Arlt, “porque gracias a él se entiende a la Argentina de su época”.

Manuel Puig, “aunque en su tiempo fue muy despreciado por los que se adueñaron de la cultura”.

Osvaldo Soriano, “porque leer su literatura es como escuchar Cambalache de Enrique Santos Discépolo”.

 

Texto: Dolores Caviglia

Fotos: Diego García y gentileza editorial Alfaguara.