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2 de junio, 2013

El Calafate, paraíso en el fin del mundo

Uno de los puntos turísticos más visitados del Corredor Austral, El Calafate, es la puerta de ingreso a una deslumbrante maravilla natural: el Parque Nacional Los Glaciares, declarado de interés universal. El pueblo –con el mayor crecimiento demográfico del país- recibe miles de visitantes anuales (locales y extranjeros), que descubren una Patagonia andina de imponente geografía.

 

Si la intención es dejar que la vista recorra montañas y se sumerja en lagos… O caminar por encima de la “terraza” helada del glaciar Perito Moreno. O pescar truchas arco iris. O divisar aves de impredecible porte –desde águilas hasta pájaros carpinteros-. Y cabalgar por una inmensidad ilimitada –la estepa patagónica- escenario de los episodios recreados años ha en la película La Patagonia rebelde, vaya y compruebe que está llegando a «otro mundo». Situada a 316 km de Río Gallegos y a orillas de Lago Argentino, esta localidad santacruceña, fundada el 7 de diciembre de 1927, debe su nombre a un pequeño arbusto típico de la región –el calafate, de flores amarillas y frutos rojizos-. La verdadera historia es la que cuentan los jóvenes guías del lugar: cuando Magallanes llegó a la zona con una nave averiada, vio el arbusto y arregló el casco de la embarcación colocando las ramas una junto a otra y resultó. Don Hernando «calafateó» su buque con esta planta y de esta suerte la bautizó. Anécdotas como ésta son las que enriquecen la estadía y uno se olvida del viento que suele alcanzar los 100 km por hora. Como las excursiones –en su mayoría- son de todo el día, la «revancha» es la buena cena con cordero hecho de mil formas, un buen Malbec rionegrino, un licor caliente de calafates y chocolates varios. Hay restaurantes de primerísimo nivel que sirven truchas y salmón. Otros, estilo campo -como La Posta- donde la parrilla se impone. Y para los jóvenes la elección son los restos multiespacio –como Shackleton Lounge – donde se hacen exposiciones de pintura y se dictan clases de tango.

El fabuloso estruendo

El Parque Nacional Los Glaciares, declarado Patrimonio Mundial Natural por la UNESCO, tiene un impacto descomunal. En él está nuestro emblemático Perito Moreno, que periódicamente se rompe, dando un espectáculo único en el mundo.

Pero quien llega a las pasarelas a contemplarlo –a 80 km del pueblo y vía bus o auto- escucha crujidos y ve pequeños desprendimientos de hielo.  Los glaciares son azules, coloreados por el cuarzo suspendido con otros sedimentos y por efecto de la refracción del sol. Y esa mole, el Moreno, puede explorarse caminando sobre la inmensa superficie (la misma que la de la Capital Federal). Hay que subir a una embarcación que zarpa de un pequeño puerto –no bien se pasa por la Hostería Los Notros-  y llegar a una playa esteparia donde nos colocan grampones sobre las botas o zapatillas. La caravana sale en fila india y los más audaces se dispersan para fastidio razonable de los guías. El minitrekking sobre las paredes y la cima del glaciar es una experiencia única.

Un placer a distancia

Las excursiones lacustres a otros glaciares como el Upsala son también fascinantes. Distintas compañías como la línea Fernández Campbell tienen navíos confortables, incluso con salas VIP, con las que se navega hasta enfrentar esos gigantes de hielo, sorteando témpanos a babor y estribor. Si la adrenalina pide más, la alternativa de pasar la noche a bordo junto al glaciar la ofrece MarPatag, una compañía que acaba de botar un crucero para 14 pasajeros –7 cabinas dobles- y propone un all-included de dos días: alojamiento, navegación y comida gourmet

Otra opción es pasar un día de estancia. Una de ellas, El Galpón, en las afueras de El Calafate, ofrece media jornada que arranca con un té completo, sigue con caminata para avistaje de aves, arreo de ovejas por perros adiestrados y esquila. Cuando el sol todavía está, llega la cena con menú autóctono a las brasas y, a los postres, un grupo musical toca y baila nuestras danzas. Si quiere vistas panorámicas, las cabalgatas hasta la cima del cerro Frías son puro placer. Hay que animarse a desafiar los vientos y las 5 horas de la recorrida (hay trayectos más cortos) tienen su recompensa: un alto en el camino permite resarcirse con unos riquísimos bifes al disco.

Todo terreno

Subirse a las 4×4 es una variante que pocos pueden rechazar, ya sea en terrenos nevados o llenos de verde. Si se llega a El Laberinto, se encontrará un buen punto, a mil metros de altura, para apreciar desde una zona poco explotada, el contorno del Lago Argentino.

Si además de la riqueza en accidentes geográficos, se quiere conocer más sobre la nutrida fauna de la Patagonia, ¿por qué no bordear la laguna Nimes? Hacerlo junto a una bióloga especialmente preparada le servirá para entretener a los más pequeños de la familia, incansables a la hora de acercarse a los animales. Conocer las diferentes especies les será tan educativo como divertido. Además, su accesible costo lo convierte en una salida recomendable para toda la familia. Un telescopio terrestre y binoculares serán los únicos instrumentos que le permitirán dibujar una sonrisa ante la diversa fauna. Este no es un dato menor: los precios no siempre resultan para todos los bolsillos. La entrada a los Parques Nacionales es gratuita para el local, pero se les cobra a los argentinos no lugareños y a los extranjeros. Una linda excursión para hacer es la de pesca con mosca o spinning, que incluye todo: el guía, el transporte, las cañas y elementos necesarios, y la comida del día. No hay que olvidarse de que las distancias son grandes y no hay transporte público. Pero consultando antes de viajar –y reservando con tiempo- se consiguen hospedajes a buen precio, en lugares hermosos como el Hotel Posada Los Álamos, con cancha de golf y restaurante.


Datos para un buen viajero

Clima: primordialmente seco, con una temperatura media máxima en verano de 19º C y media mínima de invierno -2ºC. En verano amanece a las 5.30 y oscurece recién a las 23.00. En invierno, el día tiene sólo 8 horas de luz.

Parque Nacional Los Glaciares: cubre una superficie aproximada de 600.000 hectáreas. De este gran campo de hielo se desprenden 47 glaciares, entre ellos: Marconi, Viedma, Moyano, Upsala, Agassiz, Bolado, Onelli, Peineta, Spegazzini, Mayo, Ameghino, Moreno y Frías, todos ellos pertenecientes a la cuenca Atlántica.

Algunos lugares: Paseo de los gnomos (una vistosa galería con locales de madera); La Guanaconauta y Don Diego de la Noche, dos pubs donde se juntan turistas y locales hasta la madrugada.

Comidas: Imperdonable irse de El Calafate sin haber probado un buen plato de cordero patagónico en La Posta y unas truchas en Michelangelo Hotel. Los prestigiosos helados Acuarela y los bombones típicos de la zona, con forma de ovejita y rellenos de dulce de leche.

Alojamiento: variadísimo y en expansión. Hay propuestas económicas en estancias y hostales y otras con categoría 5 estrellas que cuentan con cancha de golf, como Los Álamos.

¿Cómo llegar?

Avión: La ciudad cuenta con el Aeropuerto Internacional El Calafate (a 23 km ) inaugurado el 17 de noviembre de 2000, que permite realizar vuelos directos a Buenos Aires, Ushuaia, Pto. Madryn, Trelew, Bariloche, Puerto Natales y otras ciudades.

En automóvil: desde la Provincia de Buenos Aires: RN 3, RP 51 (Buenos Aires), RN 3 y RN 40.

 

Texto: Patricia Gallardo. Agradecemos a María del Árbol de Iggy por colaborar en la edición.