Junto al canal, en el country Santa María de Tigre, una casa en planta baja muestra todos los recursos del diseño para aprovechar las visuales, la luz natural y sacarle partido a un terreno difícil.
Cada mirada se pierde en el verde y el río. Cada rincón adquiere la calidad distintiva que le da la luz. Cada detalle aporta medidas dosis de calidez y rusticidad. Es una casa para vivir en armonía con la naturaleza y la luz. Pero, la aparente sencillez de esta vivienda que se levanta en el country Santa María de Tigre esconde un eficiente esfuerzo de diseño. La casa fue levantada en un lote trapezoidal, muy ancho sobre la calle y angosto en el fondo. Además, el terreno tiene las mejores vistas en el sector de peor orientación.
Lejos de desesperarse por los desafíos, los arquitectos del Estudio Fuseo pusieron lo mejor de sí para sacarle el mejor partido al terreno, «tuvimos como premisa la luz natural, las visuales hacia el río, la integración con el exterior, la volumetría que conformara espacios y sensaciones agradables y el uso de materiales y colores que le dieran calidez a la casa» señala la arquitecta.
La casa es un festín de transparencias que enmarcan el paisaje. El acceso, recubierto de piedra San Juan, se esconde de las miradas indiscretas con un muro bajo que genera una escala íntima apenas se traspone el escalón de madera de la entrada. Ya frente a la puerta principal, la visión puede atravesar toda la casa hasta alcanzar la pileta que parece continuarse en el río. La luz entra por doquier y el living se ofrece acogedor, anclado junto a una chimenea de piedra y con un enorme ventanal como espalda y telón de fondo.
«La casa tiene una columna vertebral que la organiza funcionalmente«, señala la arquitecta Fuseo refiriéndose al ancho pasillo de 19 metros que corre transversal al terreno. Esa circulación vincula los dormitorios, el family room, la cocina, el área de servicio y el estar. Todo de manera sencilla y franca.
El espacio fluye en todas direcciones y siempre se encuentra con ventanas que llegan hasta los muros y se confunden con el exterior. En cada extremo del pasillo hay grandes cristales fijos que enmarcan, por ejemplo, un árbol o un arreglo con plantas de hojas anchas. A un lado, un patio interior exhibe un conjunto de cañas. Más allá, también hay vidrieras que parecen cuadros.
Sobre un costado del living, como si se tratara de la continuación natural de ese espacio, se abre el comedor. En él, la decoración cambia. La pared es oscura, la luz es tenue, pero siguen existiendo visuales privilegiadas. Dos rajas enmarcan un nicho y un gran ventanal conecta con el quincho y, más allá, el río.
Todo es armonía y sorpresa a la vez. Recorrer la casa es una experiencia cambiante. «Queríamos hacer una casa moderna pero que no fuera fría, por eso usamos revoques tipo piedra parís en el exterior y en el interior y piedra natural en algunos lugares«, señala Inés Fuseo. Los pisos interiores de gran tamaño acompañan el color natural de las paredes. Los sillones blancos se destacan como parte de una decoración que no compite con la arquitectura limpia y minimalista del conjunto.
En el exterior, el piso es protagonista. El deck tapiza los costados de la pileta que se relaciona visualmente con el río gracias a al borde infinito.
Desde afuera, la casa es un concierto de volúmenes puros. Los más altos pertenecen a los ambientes principales. El pasillo es más bajo que el resto para lograr una proporción agradable, ya que éste es tan extenso. El único ambiente en Planta Alta es un estudio.
Como el terreno tiene orientación sur, y los arquitectos estaban decididos a tener la mayor cantidad de luz posible, abrieron ventanas en lo alto de las paredes para capturar el sol del norte. Ahora pueden decir: misión cumplida. La casa desborda en claridad, Por la mañana, la luz es intensa y pareja. A la tarde, el sol tiñe de color los ambientes y por la noche, es la luz artificial de la casa la que pone la nota.
Ficha técnica
Proyecto y dirección: Estudio Fuseo Arquitectos.
Fotos: Luis Micou