A mediados del siglo XVIII Toronto era apenas un paraje desolado y frío, usado por comerciantes ingleses y franceses como puesto de trueque. De aquí que, cuando se fundó la ciudad, en 1793, se decidió bautizarla con el nombre de Toronto, un vocablo hurón que significa “lugar de encuentro”. Hoy, más de dos siglos después, aquel paraje es una gran metrópoli en la que ya no sólo se encuentran galos y británicos, sino ciudadanos de todos los países y culturas de los cinco continentes, los que la convierten en una de las urbes más cosmopolitas del planeta.
Con sus 2,7 millones de habitantes, Toronto es la ciudad más grande de Canadá y el centro financiero del país. Está ubicada a orillas del lago Ontario, donde también están las populares Cataratas del Niágara, y es una de las capitales culturales de América del Norte: danza, cine, teatro, música, arte, diseño, fiestas locales y de colectividades completan un calendario que garantiza a los visitantes entretenimiento todo el año. Tanto en el durísimo invierno, cuando el termómetro puede descender hasta los 20 o 30 grados bajo cero, como en el verano, en el que el calor agobia casi como en Buenos Aires. A pesar del clima extremo, es considerada una de las mejores ciudades del mundo en calidad de vida, por su excelencia en salud, educación y seguridad.
Una ciudad moderna que cuida su historia
Si uno se acerca a Toronto desde las aguas del lago Ontario, la primera impresión que se tiene de la ciudad es la de una urbe súper moderna: un armonioso y atractivo skyline de rascacielos imponentes y arquitectura de vanguardia, coronado por los 553 metros de altura de la famosa CN Tower (Torre Nacional de Canadá), que es la segunda edificación más alta del mundo y tiene el observatorio más elevado que se pueda visitar hoy en cualquier sitio. Fue construida con el fin de servir como antena de comunicaciones para todo el país –he aquí la razón de su altura– y es considerada una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno por la Sociedad Americana de Ingenieros Civiles.
Pero ese skyline no es toda la verdad sobre lo que aquí se esconde. Basta con adentrarse por sus calles, aún las céntricas, para descubrir que entre las torres vidriadas y espejadas se conserva intacta la historia y el espíritu de colonia inglesa que le dio origen: manzanas enteras de casitas de estilo victoriano, con sus romantiquísimas escaleras y el típico hall de entrada con baranda de madera, campus universitarios rodeados de jardines muy British, edificios de ladrillos de tres o cuatro pisos y escaleras de emergencia exteriores al estilo neoyorquino, y hasta el tranvía, que aún atraviesa la ciudad de punta a punta por vías centenarias.
Y si de medios de transporte se trata, el tranvía no es el único paseo obligado que todo turista debe hacer. Como en casi todas las grandes capitales del mundo, en Toronto hay una gran red de subterráneos, ideal para recorrer la ciudad… ¡Y para pasarla mucho mejor en invierno! Ya que en la zona del downtown, lo que sería el microcentro, hay una especie de pequeña ciudad subterránea que se extiende paralela a la de la superficie. Se llama Path (Paso) y es como una gran galería, algo laberíntica por momentos, que une las estaciones de subte con los principales edificios de oficinas, bancos, etc. Se extiende a lo largo y ancho de un radio de veinte cuadras y tiene todo lo necesario para sobrevivir y pasarla bien sin siquiera respirar un segundo del viento helado de la calle: restaurantes, farmacias, tiendas de ropa y decoración, y hasta supermercados.
“La diversidad, nuestra fuerza”
Ya desde el eslogan que identifica a la ciudad, “Diversity, our strengh”, Toronto se presenta como un lugar en el que todas las etnias, razas y religiones son bienvenidas. Y esa diversidad no es sólo declarativa, sino que se confirma en las cifras: unos 150 grupos étnicos habitan aquí y se hablan más de 100 lenguas. Y cualquier esquina sirve como botón de muestra del gran rompecabezas que es el planeta. Allí parado, uno puede toparse con mujeres musulmanas que lucen sus velos y burkas con el mismo rigor que en la tierra en la que nacieron, árabes de turbante conduciendo taxis, indias con saris tan coloridos y sedosos que uno se ve tentado de tocarlos, latinos abrigados hasta el alma extrañando el calor tropical y hablando un poco de español, europeos occidentales y orientales, asiáticos de Japón, China, Corea, Vietnam y Tailandia. Aunque también se puede recorrer este patchwork con un mapa en mano y barrio por barrio: Little Budapest, Portugal Village, Little Italy, Little Poland, Greektown, Little India, Koreatown y cinco Chinatown son apenas algunos de los muchos vecindarios étnicos que aloja Toronto. Además del latino, claro, que se forjó en los últimos años con la llegada de miles de sudamericanos y centroamericanos: todavía sin nombre oficial, crece alrededor de la calle St Clair West.
Una manera muy recomendable y tentadora de encarar esta recorrida, es armar un circuito gourmet y deleitarse con los platos típicos de cada región. “Aquí la comida china sabe como en China y la vietnamita como en Vietnam. Igual sucede con nuestras empanadas y alfajores”, comenta Mónica, una argentina que lleva dos décadas viviendo aquí. Y agrega: “Es un verdadero crisol de razas, en el que vivimos todos juntos, pero cada uno conservando y compartiendo su identidad”.
Queen St. West, la calle del arte y el diseño
Además de la riqueza arquitectónica y cultural que ofrece a sus visitantes, Toronto es un destino atractivo para los amantes del arte y el diseño. De la mano de la tendencia global y con gran impulso de parte de las autoridades gubernamentales, ambas disciplinas ocupan un lugar primordial en la identidad de la ciudad. Tanto es así que diseñadores y artistas prácticamente han copado una de las principales avenidas, que hoy luce llena de vida, color y talento. Se trata de Queen St West, una calle que hasta hace diez años estaba en estado de abandono y que hoy es uno de los circuitos más atractivos para los visitantes. Ideal para el shopping, claro, pero además un paseo imperdible: más de 200 galerías y talleres de arte, tiendas de moda y estudios de diseño a lo largo de unas veinte cuadras y sus calles aledañas. También hay locales vintage, restaurantes de autor, pequeños cafés, hoteles boutique, bares, librerías y jugueterías. Tal es la movida que se ha armado en esta parte de la ciudad, que con perspectiva de ganar fama mundial como el barrio cool de Toronto, la zona ya ha cobrado entidad de nuevo barrio: West Queen West.
Como toda gran ciudad, el lujo también tiene su circuito. Es en el barrio de Yorkville, donde se encuentran las marcas internacionales más caras y reconocidas y los diseñadores canadienses top. Y así como West Queen West es comparado por muchos con el Soho neoyorquino, también hay un Times Square que funciona como punto de encuentro y celebración: Dundas Square, a donde se llega por subte y por path y donde siempre hay algún show o actividad para disfrutar al aire libre. Por último, desde allí, se puede caminar aunque sea un tramo de Yonge St, la calle más famosa de Canadá y la más larga del mundo, según el libro Guinness de los récords: tiene 1896 km de extensión, desde su nacimiento en esta ciudad, en el lago Ontario hasta el límite oeste con los Estados Unidos.
Más información: www.seetorontonow.com
Texto: Ana Césari.
Fotos: Gentileza Tourism Toronto.