Ya el año pasado se sabía que Alejandro Fantino dejaba la conducción de El Show del Fútbol, los domingos por la noche en América. Lo que nadie se imaginaba es que su sucesor iba a ser Gustavo López, un periodista deportivo que en los últimos años había abordado también el segmento de las noticias en Telefé. Además, tiene dos programas de radio en La Red: conduce los ciclos De una, un buen momento al mediodía y Un buen momento a la tarde. Si hace tres décadas alguien hubiera tenido que decir hasta dónde llegaría Gustavo López, lo más probable es que nadie habría dado con el pronóstico. Ni sus profesoras del colegio secundario de Lanús, que luchaban para conseguir su atención. Ni su mamá, que hacía lo suyo para que estudiara. Y ni siquiera él mismo, que llegó a los 24 años sin saber cuál era su verdadera vocación. Sin embargo, hoy, a los 44 años, casi no queda rastro de rebeldía y en su lugar asoma un hombre apasionado por el.
–¿Cuándo decidiste que querías ser periodista?
–En principio, fue una casualidad. Yo terminé el secundario y primero quise ser actor. Pero cuando me iba a anotar en una escuela de teatro, justo no había vacantes. Después intenté con el profesorado de Educación Física, pero estuve dos años y dejé, porque no me gustó. Yo trabajaba en la panadería de mi familia y me la pasaba todo el tiempo hablando de fútbol y de deportes en general con los clientes. Y un día vino mi hermana con el diario y me dijo: “Esto es para vos”. Era un anuncio de que Fernando Niembro y Marcelo Araujo abrían una escuela de periodismo deportivo. Y no dudé.
–¿Ahí sí fuiste un buen alumno?
–Sí. De hecho, cuando terminé, después de tres años, el día de la entrega de diplomas, me dieron una distinción porque había sido el único alumno que no había faltado nunca en toda la carrera. Mi mamá no lo podía creer. Y yo creo que ni me había dado cuenta. Porque siempre fui así: si algo no me interesaba, no había manera de que le pusiera voluntad, pero con lo que me gusta, soy un apasionado. Y así me pasó con esta profesión.
–¿Te costó ingresar en los medios?
–Tuve la suerte de estudiar en el momento justo, porque yo egresé en 1994, cuando fueron lanzados el diario Olé, el canal TyC y otros diarios empezaron a tener suplementos deportivos. Entonces, toda mi camada, de la que hoy somos muchos que trabajamos en los medios, tuvimos la suerte de conseguir trabajo muy rápido. Comencé en una radio en La Plata y de ahí ya pasé a La Red. Después, a conducir un noticiero en Fox y así seguí.
–¿Te considerás un tipo con suerte?
–Siempre un poco de suerte hace falta. Pero no alcanza sólo con eso. Después hay que dar examen todos los días. Creo que la clave de mi carrera es que me empeño para ser cada día mejor. Y la capacidad de trabajo que tengo. Porque yo no vengo acá y hablo. Me preparo cada día: leo, estudio, me informo… Si no, no se puede progresar. Son muchas horas al aire, en la radio y en la tele. Es mucho y es cansador. Pero, a la vez, es apasionante para mí.
–¿Cómo fue el salto del periodismo deportivo al de información general?
–Yo ya había tenido una experiencia hace unos años cuando estuve en América y Juan Cruz Ávila me insistió para que probara. Hice el noticiero de América 24 hace algunos años y después me llamó Rolando Graña para hacer el Informe Semanal, que era la versión del Informe Central que él hacía de lunes a viernes en América. Lo hice varios meses, pero después me llamaron y me dijeron: “Tenés que decidir para dónde va tu carrera: o te quedás en lo deportivo o hacés información general. Pero las dos cosas no…”. Y en ese momento yo sentí que no podía dejar del todo lo deportivo, porque ya tenía una carrera hecha y porque además me gusta. Era dejar una ruta por la que ya había transitado un tiempo largo, que ya conocía y en la que me sentía cómodo para apostar a otra cosa. Además, el periodismo deportivo me había dado todo lo que tenía: mi departamento y mi autito. Y, ya con una familia, no era momento de apostar. Dejé los noticieros, pero después hice Baires Directo, que fue un gran paso adelante. Ahora volví al periodismo deportivo casi exclusivamente.
–¿Te gusta la convivencia con la realidad cotidiana?
–La primera semana me tuve que adaptar, porque era extraño pasar de hablar sólo de fútbol a hablar de Cristina, de un choque, un secuestro o economía. Pero me acostumbré muy rápido y en poco tiempo me sentí cómodo en ese universo. Obviamente, me sentía un poco presionado, porque hay que ser muy profesional y estar muy informado. Ojo, que siempre lo fui, pero era distinto, porque era un deber. Antes leía tres diarios porque me gustaba y quería. Después fue mi obligación cotidiana estar al tanto de todo porque tenía una gran responsabilidad como alguien que informa desde la televisión.
–Desde afuera se ve como que el mundo del periodismo deportivo tiene más lucha de egos y divismos que el periodismo general. ¿Es realmente así?
-Sí, somos bravos. Pero no sé si es que hay más divismo, sino que quizá el tema pasa por el hecho de que somos muchos y no hay tantos lugares para trabajar. Y eso genera mayor disputa y competencia. Pero es cierto, somos muchachos jodidos los del fútbol.
–Como periodista deportivo, viviste el ingreso de la mujer en este mundo. ¿Hay prejuicios?
–Yo no tengo prejuicios y creo que hay algunas mujeres que saben más que algunos varones. Pero en general, en un país tan futbolero, y con una historia de periodistas deportivos hombres, creo que lo que nos pasa a todos es que podemos respetar una opinión o estar de acuerdo, pero no vamos a prender la tele para saber qué opina una mujer del partido o de un jugador. En cambio sí, seguimos a referentes hombres. Por eso tampoco ellas entran en esta disputa de egos que hay. Y por eso las aceptamos (se ríe).
–¿Cómo te llevás con la exposición?
–Hay gente que trabaja para ser conocida. Yo trabajo para tener una buena tarea y darle un gran futuro a mis hijos (tiene dos: una nena de 10, Lourdes, y un varón de 7, Lorenzo). De verdad. Mis energías están puestas ahí. Entonces, si salgo de un hotel y me conocen dos personas, o veinte, no tengo ningún problema. Y si no me conoce absolutamente nadie, tampoco. Conozco a muchas personas de este medio que se vuelven locas cuando no las reconocen en la calle. A mí nunca me pasó eso. Creo que porque nunca me confundí. Siempre fui dando pasos de a poco, con tranquilidad y creciendo sin sobresaltos.
–¿Influyó el hecho de crecer y ser padre con el de empezar a ver más allá del deporte y animarte a dar este salto a la información general?
–Creo que tener hijos te da otra visión de todo. Muchas cosas te llegan de otra manera y te preocupan más. Y también te cambia en cuanto a la responsabilidad. Yo me siento responsable de mi mujer y mis hijos. Sé que ellos esperan lo mejor de mí, porque si a mí me va bien, a ellos también. Eso es una familia. Y siempre me acuerdo de una etapa en la que tuve un solo trabajo y veía que mi familia estaba triste. Y era terrible para mí.
–Por último, ¿hay botineras del periodismo deportivo?
–Yo creo que hay chicas que quieren ser famosas y se acercan a cualquiera que las pueda ayudar: sea actor, artista, futbolista, periodista o de Gran Hermano. Es lamentable, pero esa es la realidad. De todas maneras, yo ya estoy retirado de eso porque a mí esto me llegó tarde y estaba casado. Estoy completamente off side.
Un día especial: “Hace ocho años en Sevilla. Fui a comentar el partido España-Argentina. Estaba en el hotel y la recepcionista me avisó que tenía abajo el taxi que me llevaba a la cancha. Y ahí, me miré al espejo y dije: “Guau. Mirá dónde estoy”.
Un cuidado estético: “Me cuido bastante el pelo y me preocupo por la ropa. Siempre lo hice y ahora más, aunque sin que esto sea lo más importante”.
Un sueño como periodista: “Transmitir la final del Mundial de Brasil 2014 entre Argentina y Brasil”.
Un momento de ocio ideal: “Un viaje que hice con mi mujer cuando no teníamos a los chicos. Fuimos a Hawai… Ya están grandes, así que vamos a poder repetir un viaje así”.
El peor momento como periodista: “Cuando tuve que transmitir la llegada del Turco Mohammed después del Mundial de Alemania 2006, donde murió su hijo en un accidente de auto. Fue la única vez que lloré trabajando”.
Un hobby: “Me gusta mucho jugar a la pelota, pero en invierno me guardo porque me da miedo enfermarme y no poder ir a trabajar. Y no quiero faltar. Porque fui empleador y sufría cuando mis empleados faltaban. Y hoy soy empleado y no quiero hacer sufrir a mis empleadores”.
Texto: Ana Césari
Fotos: Diego García