“Hasta hace poco, el pueblito costero de La Pedrera, en las costas de Rocha, todavía conservaba ese descuido de no saberse deseado. El Desplayado forma parte de la bahía que culmina en el Polonio, allá en la punta norte. El proyecto de la familia fue quedarse allí, donde las olas rompen contra las rocas”, comenta la arquitecta Marisa Burundarena, casi poéticamente, cuando se le pide que describa este proyecto.
Enfrentada a la premisa de construir una vivienda permanente sobre la playa de ese balneario uruguayo y con un presupuesto limitado, la arquitecta decidió echar mano a materiales y técnicas constructivas del lugar. Así, la casa de geometrías puras, muros de piedra, grandes ventanales y colores arena, emerge de la roca del médano con horizontalidad absoluta.
“El planteo se fue adaptando al plano de curvas de nivel y todas las decisiones arquitectónicas nacieron de necesidades concretas”, asegura Burundarena.
Dos condicionantes marcaron el proyecto. El primero, la discreción que requería la familia (“no queríamos que la casa se notara mucho desde la playa”, explica). El segundo: la disposición de los ambientes debía permitir que los dueños pudieran trabajar cada uno en lo suyo y con cierta independencia del movimiento de la casa. “Entre los deseos de cada uno y lo que nos daba la geografía del lugar, se armó el planteo arquitectónico”, dice Burundarena. Según ella, la casa se estableció en base a dos ejes, uno principal paralelo al mar, reforzado por el muro de piedra y la calle de circulación con techo traslúcido que recorre los espacios públicos, y el otro, transversal al mar, donde se volcaron los dormitorios y desde donde se abre una visual mar-casa-bosque. En la unión de ambos, el lugar del matrimonio con vistas cruzadas.
La construcción se apoya en ese médano y permite la aparición de un subsuelo al jardín de manera natural generado por desnivel del terreno hacia la calle de atrás. Las plantas de especies autóctonas, hace casi imperceptible la transición del médano al jardín.
Como la vida cotidiana se arma toda en este nivel sobre el médano, los pórticos a manera de pantallas, evitan la exposición directa a las miradas indiscretas desde la playa y recortan el mar desde la casa.
Los accesos desde la calle, los servicios y otras funciones secundarias se ubican en el subsuelo, mientras los espacios de mayor permanencia tienen vistas francas al mar.
“Hacer arquitectura es una operación de transformación de un sitio estableciendo distintos tipos de relaciones con él. Es materializar sensaciones, ruidos, olores”, asegura Burundarena, por eso las percepciones fueron determinantes en el planteo de los espacios exteriores. Se buscó así que el eje trasversal se abriera en dos terrazas de madera con vistas al mar y al bosque. “Al recorrer esos balcones, la sensación espacial adentro-afuera es muy interesante”, ratifica.
El estudio donde trabaja la dueña está en un tercer nivel, allí solo se ve la línea del horizonte en el mar. Esto, en palabras de la arquitecta, permite a la vez “concentración absoluta y conexión controlada del trajín domestico”.
En los interiores, con muros revestidos en piedra, techos de hormigón a la vista y pisos que combinan maderas oscuras con cemento alisado, trataron de mantener la estética despojada que impera en las casas de playa.
El comedor se equipó apenas con una larga mesa con estructura metálica y tapa de madera lustrada que se rodeó con sillas de diseño moderno con asiento plástico blanco y patas de caño. Ubicado en desnivel, el living se ambientó con un sillón de dos cuerpos con almohadones en contratono, una mesa baja de cuero pespunteado y dos sillones BKF en cuero color caramelo. Todo el conjunto se para frente a una chimenea con frente de cemento alisado y tirantes de madera, que ayuda a afrontar el invierno costero.
Los pasillos y galerías, donde la luz natural se filtra a través de ventanales y claraboyas, se convirtieron en espacios de privilegio para algunas selectas obras de arte, que en dosis justas, realzan la estética de la construcción.
Proyecto y dirección: Estudio Burundarena-Gualtieri.
Tel. 4666-7123.
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