El nombre nos acompaña durante toda la vida, desde el primero hasta el último de nuestros días, y es uno de los aspectos que hacen a nuestra identidad. Es lo que nos distinguirá más allá del apellido, que se comparte con muchos otros parientes. Por eso, su elección es de suma importancia.
En ocasiones, en la decisión pesa la moda, en otros casos la intención de homenajear a un pariente o a una personalidad que se admira. Años atrás, era usual que los hijos, al menos los mayores, se llamaran como sus padres. Aún hoy se sigue la costumbre, aunque esto obligue a llamar a los jóvenes con un apodo para distinguirlos de sus padres, con lo cual, el nombre queda únicamente para el documento de identidad. Con el nombre también se dejaba constancia de las ideas políticas. Tal el caso de Floreal o Germinal, que datan de la Revolución Francesa y fueron muy usados por los anarquistas. A su vez, los más liberales y ateos recurrían a nombres como Libertad o Igualdad, para contrariar el santoral católico. Hoy en día se sigue hablando de onomástico como sinónimo de cumpleaños y esto es un error. En realidad, así se denomina lo relacionado con el nombre y, especialmente, con el santo del día. Sucede que, muchos años atrás, se respetaba el santoral católico a rajatabla y, por lo tanto, el onomástico coincidía el cumpleaños, pero no son sinónimos. De hecho, periódicamente se actualiza el santoral para darles más opciones a los padres.
Para tener en cuenta
* El hecho de un nombre esté de moda asegura que muchas personas de su generación serán llamadas de la misma forma. Es probable que ya desde el jardín de infantes se encuentren varios niños con el mismo nombre.
* Por el contrario, a veces, por ser originales, los padres eligen nombres demasiado extravagantes y difíciles de llevar. Una cosa es darse un gusto, otra muy diferente elegirle un nombre al hijo. En lo posible, además, que no sea muy difícil de escribir o pronunciar, para evitar futuras complicaciones.
* Cuando el apellido es largo o compuesto, conviene optar por nombres breves, como Julia o Pablo; por el contrario, cuando el apellido es corto, se puede usar un nombre largo, como Guadalupe o Maximiliano.
* A la vez, dentro de lo posible, el nombre queda mejor cuando combina con el apellido. Hay apellidos de sonido un poco más neutro, pero otros denotan claramente su origen.
* En algunos casos conviene revisar la legislación vigente. Hay ciudades donde no se permiten más de tres nombres, o indican que aquellos nombres que aplican a ambos sexos (Rosario, Cruz, Jesús), se deben acompañar con otro que denote género, como María o Juan. Lo mismo corre para los de origen indígena. Algunos ya están aceptados y para otros, hay que hacer algún trámite.
* Si se pone más de un nombre, tratar de que el primero sea aquel con el que lo llamarán, dado que la mayoría de las personas utilizará solo el primero.
Fuente: “Un nombre para mi bebé – Más de 5000 nombres” (Editorial Beeme).