Manuela Rasjido estudiaba Letras en Tucumán y cada vez que volvía a su casa en fin de semana, aprovechaba para hacerse alguna prenda, como había aprendido de pequeña con su abuela. Sus compañeras veían lo que vestía y los pedidos no se hicieron esperar: “Sabían que iba a hacerles algo diferente”. Finalmente, los hilos y las agujas primaron sobre la literatura y de hobby se convirtieron en ocupación permanente.
– ¿Cómo te formaste?
– Viajé por Europa, África y América, para investigar. Recorrí lugares ignotos y sumergidos en el tiempo en el cordón andino, donde aún se conservaban el uso de técnicas precolombinas del hilado, teñido, bordado y diversos tipos de telares. De todos esos viajes salí muy enriquecida y fueron disparadores que estimularon mis sentidos y mi intuición hacia un perfil artístico en la producción de mi indumentaria. Quise trascender el aspecto meramente folk o étnico. Busqué, y creo haberlo encontrado, que mis piezas tuvieran una fusión conceptual que hablara de la historia de mi lugar con un lenguaje propio.
– ¿Cómo se transformó la vocación en profesión?
– Para hablar de mis comienzos o de cómo surge esta vocación no puedo dejar de recordar a mi abuelita. Ella era una excelente modista. Mi madre, que era maestra, me dejaba a su cuidado cuando se iba a la escuela. Imbuida en ese clima de hilos y telas, hice mis primeros vestiditos para mis muñecas. Recuerdo que a esa edad ya me gustaba jugar con las texturas y los colores de las telas.
– ¿Te costó imponer tus creaciones, que difieren tanto de lo que solemos ver?
– Desde mis comienzos, tuve muy buena aceptación con clientes del exterior. Es más, fueron los que más me alentaron entonces. En Buenos Aires mi obra se fue conociendo a través de exposiciones en museos, ferias de arte como Arte BA, Expotrastiendas, desfiles, etc. Nunca tuve un local comercial, no es mi fuerte. Ojo, lo digo como una falencia, no como una virtud.
– ¿Cómo definirías al estilo Rasjido?
– Es diferente y único. Mi aporte fue encontrar una expresión de lo permanente en nuestra identidad, agregando el arte al lenguaje de la moda, donde las técnicas primigenias que uso muestran constantemente que son muy vitales.
– ¿Cómo evolucionaron tus diseños y prendas?
– Con el tiempo mi estilo fue tomando ese perfil ligado al arte que lo identifica. Tiene un lenguaje con una identidad propia y es, a la vez, universal.
– Además de las telas que hacés en telar, ¿trabajás con otros géneros?
– Uso materiales nobles como el algodón, el lino y lanas de oveja y llama. La lana es mi material preferido, porque me permite llevar a cabo las antiguas técnicas que utilizo. A decir verdad, además de tener especial cuidado con el corte, la línea, el diseño y la confección de una prenda, lo que más me apasiona es el trabajo con el color. Hace 35 años revolucioné con los tintes naturales por la gran variedad y riqueza de tonos, hasta entonces no logrados. Yo los llamo «colores emocionales» y tienen que ver con mi entorno y con los colores de mi memoria.
– ¿En qué se diferencia tu propuesta de otras similares? Telas, texturas, colores…
– Las personas que usan mis prendas sienten que se conectan con algo más que el mero hecho de cubrirse, sienten que además arropan. Llamé a mi colección «Arte para Usar» hace más de treinta años y son absolutamente ponibles. Concibo a mis prendas no como algo que cumple solamente con la función de vestir, sino que también deben tener un alma, una riqueza artística o cultural.
– Dicen que Dios está en todas partes, pero atiende en Buenos Aires. ¿Cómo se maneja un negocio desde el interior del país?
– Dios está en los Valles Calchaquíes, donde me inspiro, y está también en Buenos Aires, París, Nueva York, Barcelona…
Personalidad de la cultura
A fines de febrero, el desfile de Manuela Rasjido en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA) inauguró el ciclo La Ciudad de la Moda Otoño-Invierno 2015 y, además, se la reconoció como Personalidad destacada en el ámbito de la cultura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
– ¿Qué estás investigando, qué se viene?
– Cuando se está trabajando una colección, siempre se agolpan a último momento muchas ideas y muy buenas, que no hay tiempo ya de realizar. Es la inercia del trabajo intenso. Entonces se concretan en el próximo desfile. Te aseguro que son buenísimas… ¡pero por ahora son un secreto bien guardado!
– ¿Qué estuviste mostrando en la Ciudad de la Moda?
– El desfile del MAMBA estuvo inspirado en cuatro vertientes. La primera, en algunas formas geométricas de la cultura Wari, obviamente resignificada por mí. Ahí usé colores de contrastes rotundos como el rojo y el negro. La segunda se inspira en la luz y el silencio de la Puna, con colores grisáceos y azules calmos. La tercera vertiente es una mixtura personal Oriente-Occidente, algunos kimonos y morfologías andinas y, finalmente, la cuarta se inspira en grafismos y simbologías de las culturas Aguada y Condor Huasi de Catamarca y los escalonados de los pucaráes con mucho color contrastado. Casi una irreverencia: fucsias, rojos, amarillos.
– ¿Cómo es tu ciudad, cómo la describirías? ¿Cuánto inspiran los colores del paisaje tu ropa? ¿Qué cuenta tu ropa de tu lugar?
– El pueblo donde vivo ha crecido mucho y hoy tiene un perfil urbano. Me gusta su clima, uno de los mejores climas del mundo (está en los Valles Calchaquíes). Es paisaje con montañas de colores, luces cambiantes en los atardeceres hacia el este, un río que crece con las lluvias del verano al oeste. De este lugar, que por ahora podría llamarlo mi lugar en el mundo, me inspira todo eso, también los pimientos secándose al sol, los amarillos del maíz y los «mil distintos tonos de verde«, la corteza de los árboles del lugar y las culturas del pasado, los rastros más antiguos de alguna escritura antigua en piedra.
– ¿Cuál es el secreto de tu vigencia y tu éxito en un ámbito difícil como el de la moda?
– Todo en la vida lo hice con mucha pasión. Esta pasión me remonta a mi niñez con callejones de tierra, perfumados de poleo y jarilla, a una gran casona rodeada de potreros sembrados y enormes algarrobos allá en Santa María, donde nací. Esa vida profunda, de pueblo de provincia, en la que había tiempo para contemplar las estrellas, las montañas de colores, el río y también las culturas del pasado, contribuyeron a mi cosmovisión artística. Es posible que se encuentre allí el placer de vestirse con una prenda hecha por mí. La invitación a realizar un desfile en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires la siento como un reconocimiento a todo ese sentimiento.
Texto: Florencia Romeo.