Este sitio funciona únicamente en las ultimas versiones de los navegadores.
Por favor, actualizá tu navegador.

Suscribite a nuestros newsletter - enterate de todas nuestras noticias

Quiero suscribirme a...




Search
28 de diciembre, 2015

Martín Campi: “Para conocer a una sociedad hay que saber de qué se ríen”

El actor y humorista Martín Campilongo llena las noches del Teatro Bristol, en Mar del Plata, y fue una de las revelaciones de Showmatch, el programa más visto de la televisión argentina. En esta entrevista, habla de cómo se llevan los argentinos con el humor y asegura que, aunque no lo esperaba ni él mismo, es muy conservador.

 

Hay mucho olor a perfume, ruido de tacos, de risas y de bocinas. Se oye la voz de un vendedor ambulante, de una pareja de novios y de un nene. Se escucha suave el ruido de un paquete de garrapiñadas que se abre. También se oyen las ruedas de los colectivos, las carteras que se abren y las luces de las marquesinas gigantes iluminan la noche. La calle Corrientes está llena de gente y en el Teatro Metropolitan la cola ya se hace notar. De repente,  con una mochila y una gorra, Martín entra, sube por una escalera y pasa inadvertido. Eso es lo que más le gusta. Aclaración pertinente: esta escena corresponde a cuando le hicimos la entrevista. Ahora, se repite en Mar del Plata, donde sigue con “Campi, El Unipersonal”, en el teatro Bristol.

Martín Mariano Campilongo, o como le dicen todos, Campi, nació el 10 de febrero de 1969 en  Parque Patricios. Es un pibe de barrio, que se casó con la chica linda y armó una familia numerosa. Pero además es actor, es comediante y es imitador. Y también un gran observador. Cuando tiene que hablar de sí, se describe como una persona que disfruta de mirarlo todo sin hablar, reacia a competir con alguien que no sea él mismo, y que tiene la capacidad de mirar a la gente a la cara y decir si es buena o mala.
Se hizo conocido mientras se quedaba sentado en una tribuna las dos horas que duraba el programa televisivo de Telefe “Nico”, de la mano de Nicolás Repetto, de Pablo Codevilla y de todos los personajes que hacía. Desde entonces no para: hizo teatro, televisión, cine y más teatro. Formó parte de los elencos de “Alma mía”, “Polémica en el bar”, “El nieto de Don Mateo”, “Los Roldán”, “Mujeres de nadie”, “Un año para recordar”, “Graduados”, “Historia clínica”, “Peligro: Sin codificar” y “Tu cara me suena”, entre muchos más. Ahora, en Mar del Plata, como antes en la calle Corrientes, presenta “Campi, El Unipersonal”, un espectáculo de humor, de efectos de magia, de teatro negro y títeres, creado y dirigido por él, y con la colaboración y supervisión artística de Antonio Gasalla: una aventura teatral que describe con humor el barrio donde nació, y que muestra personajes comunes de la vida cotidiana. Además, este año bailó ¡y muy bien! en Showmatch, el programa más visto de la televisión argentina y disfruta de la vida en familia con su mujer, Denise Dumas, y sus cuatro hijos (los dos mayores son de la anterior pareja de Denise, las dos menores son de ellos dos).

–Hacé de cuenta que estás reunido con tus amigos, ¿cuál es tu rol? ¿Todos esperan siempre que los hagas reír?
–No. Yo soy el que observa. Soy un tipo normal que labura con humor. Soy un tipo normal, que hoy tuvo un problema porque no había subtes y no tenía cómo viajar. Yo me muevo en subte. También ando en bicicleta, tengo chicos y cuentas por pagar. Soy un tipo que no se cree más que un tipo normal que trabaja de esto.

–¿Y cómo te definirías como padre?
–Soy un padre que trabaja mucho. Gran parte de mi trabajo es en casa, ahí tengo un taller donde armo todo el material que está en mi obra y que usan mis personajes. Yo trabajo mucho en casa. Todo lo que ves en la televisión lo hago yo, ahí. Pero estoy mucho con los chicos. Ojo, no me ayudan, todo lo contrario. Los tengo que parar un poco porque me agarran las pelucas. Imaginate, que un padre trabaje con disfraces es como que tu papá sea Mickey Mouse. Pero es muy natural para ellos. Cuando yo la conocí a Denise con sus hijos era todo un flash: en mi casa había pelucas, joyas, vestidos de mujer, todo muy loco para sus hijos. Traían a los amigos y jugaban con mis cosas. Pero ahora, con el tiempo, ya todo es normal.

–Y en la relación con los chicos, ¿sos vos el que pone los puntos?
–Sí, soy yo el que pone los puntos en casa. No me ponen en el lugar del jodón, para nada. De hecho, soy el más estricto. Denise es más flexible. Yo soy ordenado, puntual y conservador. Quién lo hubiera dicho. Ni yo. Yo era el pibe del under y ahora soy el conservador. Hubiera imaginado otra cosa de mí, pero me convertí en esto. Y no está mal. Somos una buena combinación. El ser humano funciona cóncavo y convexo.

–¿Cómo fue que comenzaste en el mundo de la actuación?
–Mi primer espectáculo fue un unipersonal que se llamaba “Campi busca puntero” y era muy de humor. Pero yo hice muchas cosas que no eran de humor antes de aparecer en televisión. Yo estaba en la tribuna de “Nico”, y al mismo tiempo hacía “Romeo y Julieta” con Emilia Mazer y Fabián Vena. Siempre me ocupo de hacer en algún momento del año algo que no tenga que ver con el humor, para mantenerme aceitado. Vengo del teatro clásico, tengo que estar preparado para todo. Pero yo elijo el humor, porque me gusta a mí, me siento cómodo, es un estilo de vida.

–¿Y de qué forma influye tu humor en tu trabajo?
–Yo me subo al escenario y es mi laburo. La gente no tiene la culpa si tuve un mal día o discutí con alguien. Y en la calle pasa lo mismo. Yo soy un agradecido del público.

–¿Podrías definir tu carrera en este momento?
–Yo me exijo cada vez más. Estuve en “Bailando por un sueño” porque quería sentirme un poco incómodo. Y me sentí bastante. Estar en el programa más visto de la televisión era una responsabilidad; uno tiene un pequeño local en esa galería y tiene que andar bien. Yo estaba ahí para cumplir el sueño y para que la gente se riera. A mi sueño ya lo ayudaba mientras participaba y sigo haciéndolo.

–¿Seguís aprendiendo cosas?
–Este año aprendí un montón. Uno trabaja de esto para que lo gente lo quiera y para que doscientas personas todos los días digan “qué lindo que sos”.  Y ahí yo me encuentro con seis personajes que no siempre me dicen que soy lindo. Yo, vergüenza no tengo, pero sí dignidad. Mantener la dignidad, la entereza, la educación es todo un tema. Y no me puedo calentar. Y eso que soy calentón.

–¿Cómo ves al argentino con el humor?
–Cada sociedad tiene su humor. Todo el rejunte de los humoristas: Les Luthiers, Peter Capusotto, Sin Codificar, Alberto Olmedo, Tato Bores, Alfredo Casero, yo… Todos formamos el humor del argentino. El humor habla de la sociedad y es un emergente de ella, como la música. Alguien alguna vez dijo que lo primero que hay que hacer para conocer una sociedad es escuchar su música y conocer de qué se ríen. Yo coincido, es tal cual. Y nuestro humor de ahora no tiene nada que ver con “Matrimonios y algo más” o “Stress”. Hay muchos clásicos del humor argentino, como La Tuerca, que te hacen sonreír, pero ya no tienen el mismo efecto. Es una sociedad en movimiento.

–¿Cuál es la relación de la mujer con el humor?
–Para la mujer es difícil hacer reír, porque su mandato es gustar. Y el humor y gustar no son muy familiares. Para hacer humor no tenés que tener miedo al ridículo. Y la mujer está criada para no hacer el ridículo; entonces son incompatibles. Pero cuando una lo logra, aparece una Niní Marshall, una Anita Martínez, una Laura Oliva o Juana Molina. Toda gente maravillosa, que rompió barreras y son geniales. Pero la mujer tiene un mandato social más fuerte. Al hombre le cuesta menos romperlo.

–¿De dónde sacás material para hacer humor?
–Hay una parte de mí que desde niño mantengo intacta. Y lucho por mantenerla. Yo soy una persona que sigue jugando como cuando era chico: antes me disfrazaba de El Zorro, ahora de Jorge. Sigo jugando a lo mismo. Lo que se me ocurre lo digo. Cambiaron el tamaño de las pelotas de mi pelotero pero sigo jugando en el mismo lugar.

–¿Cómo ves a la sociedad argentina?
–Mi obra habla de la sociedad. Tengo un primer monólogo político, pero mis personajes hablan de nosotros. Todos conocemos un Jorge, un Turco, ese taxista bastante particular, un delirante como Pucheta, un excéntrico como Nacho, o una abuela muy malhablada como doña Beba. Todos somos nosotros. Es una realidad. Somos esa realidad toda junta.

–¿Con cuál de tus personajes te identificas más?
–Con todos. Todos tienen una parte mía y yo tengo una parte de todos. Tengo mucho de mi personaje Jorge, no me acostumbro a un montón de cosas. No me acostumbro a que mis hijos no puedan andar en bicicleta por la cuadra de mi casa. Acostumbrarse es transar, decir que ya está, y para mí no está.  Por eso vivo donde vivo. En un barrio.

–¿Qué planes tenés para el año que viene?
–Lo arranco haciendo temporada en el teatro Bristol de Mar del Plata. Además voy a actuar en dos películas: una producción brasileña y otra de producción nacional.

– Finalmente, ¿qué es el humor?
–A mí el humor me ayuda mucho en todo. En lo volátil que soy, pero también en lo disperso. Con el humor puedo fingir que no escucho determinadas cosas y no pasa nada. Y además me saco un poco la bronca de encima. El humor es una pluma para hacer cosquillas pero también un arma de fuego. Yo lo uso para todo: para seducir a mi mujer, para que no se enojen conmigo si llego tarde a un lugar. Es la forma en que me manejo, es mi estilo de vida. Hay veces que estamos discutiendo con Denise y no me doy cuenta, pero tiro un chiste, y ahí se relaja todo.

 

Texto: Dolores Caviglia.
Fotos: Carlos Alfano.