1. ¿QUÉ QUIERO?
En otras palabras, cuál es el objetivo y la motivación que te impulsa a emprender: el dinero, el éxito, el reconocimiento, la vocación, trascender, una necesidad emocional, etcétera. Esta respuesta determina las características de tu emprendimiento y también, en muchos casos, su potencial de crecimiento.
2. ¿QUÉ SÉ?
Es decir, cuál es tu propia especialidad, en qué área tenés más conocimiento y experiencia además de interés. Las chances de que un negocio funcione son muchísimo más altas si ya sabés de qué se trata, cómo se mueve el mercado y cómo “sienten y piensan” tus potenciales clientes.
3. ¿QUIÉNES ME ACONSEJAN?
Para buenos consejos, buscar buenos expertos. La reacción de familiares y amigos a “la idea de negocios” no es indicador de nada, salvo de sus propias emociones. Lo ideal es encontrar algún método que te permita “en el terreno” probar la idea y conocer su posible mercado.
4. ¿CUÁNTO RIESGO TENGO QUE ASUMIR?
El menos posible. Nunca hipotecar la casa ni invertir los únicos ahorros. El riesgo y el éxito no tienen ninguna relación de proporcionalidad determinada. No correr riesgos es imposible y es bueno saber administrarlo. Pero asumirlo en exceso es poco inteligente.
5. ¿QUÉ TENGO QUE APRENDER?
Esencialmente, a delegar todo aquello que no sabés hacer bien. Esto implica armar equipos, saber complementarse, elegir bien a los socios, comunicar apropiadamente y saber escuchar. Para muchas, es el punto más difícil de lograr y el origen del fracaso de tantas buenas ideas.
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