Mónica Kucher (61) comenzó con la empresa muy joven y desarrolló su vida profesional y personal a la par: hoy tiene dos hijos y una nieta. “Mi abuelo era carpintero –recuerda–. Yo tengo dos primas arquitectas, somos tres hijas de tres hermanas y las tres elegimos la misma carrera. Estábamos formateadas por la experiencia para esta elección. Yo siento que es un medio en el que nado en agua dulce”.
Arquimadera surgió en la década del 80, “cuando Argentina estaba saliendo de la convertibilidad –cuenta Mónica– y llegaba mucho producto importado. Nosotros aprovechamos la oportunidad y fuimos muy creativos a la hora de mirar e inspirarnos en materia de equipamiento para el hogar: placares, vestidores y muebles de cocina”.
Mónica es muy clara al hablar de esos comienzos: “había elementos básicos y comenzamos a poner el foco en la medida de los elementos, en la funcionalidad, en la posibilidad de guardado. Modificamos el uso de los materiales y salimos con nuevas propuestas que fueron muy aceptadas porque cubrían necesidades que no estaban hasta ese momento resueltas. El diseño es la piel interior de una vivienda y debe ser ergonómica y funcional para cubrir las necesidades de quien la habita”.
Este acierto no fue casualidad, aunque Mónica dice que fue fruto de ciertas coincidencias: “Viajé en el año 80 a Europa, luego de terminar mi carrera, recorrí Suiza, Holanda, lugares de altísimo diseño y la inspiración que produjo este viaje fue muy intensa. A partir de esa experiencia pudimos crear nuevas opciones y salir al mundo y exportar. Con los años nos metimos en toda la casa y en el mobiliario de oficina.”
La historia de Mónica es un relato de aciertos. Sin embargo, aclara que “el mercado nacional no es fácil. Siempre pensé que las pymes son empresas importantes y que tienen muchas posibilidades, pero siempre es necesario ser muy creativo y tener la cintura como para aggiornarse a diario.” Asimismo, reconoce que cualquier alteración en la economía macro hace que la pyme lo sienta de manera profunda, pero nos da una clave: “es importante definir qué producto uno vende: Arquimadera tiene cierta estandarización de acuerdo a necesidades básicas, pero personaliza cada espacio y lo adecua al cliente; esto da libertad y a la vez permite que no haya que competir encarnizadamente. Todos estos aspectos y otros son muy importantes porque Argentina no es una país barato para fabricar….”
–¿Y cuál fue el éxito mayor?
–No hay un éxito mayor. Hay un trabajo constante de estar mirando siempre el diseño y los cambios. Por ejemplo, el cuarto de vestir existió antes acá que en Italia, ellos no tenían placares sino muebles. En Estados Unidos tenían los walking closet, pero el vestidor incorporado a la arquitectura lo concebimos en Argentina.
–¿Cómo ves los cambios que vienen?
–La cocina ha cambiado mucho. Asimismo, hoy, sobre todo en Europa, la tendencia es a achicar la vivienda y también a usarla más comunitariamente porque hoy la gente cambia de país muy rápidamente. Y el diseño para un espacio chico debe ser muy funcional. Los cambios fundamentales serán en el orden de los materiales, todavía no en el formato del hábitat. Los materiales van a cambiar los modelos de fabricación… La tecnología 3D aporta un material y un método de fabricación nuevo y ya se pueden hacer viviendas de esta forma. También cambiará el formato de comercialización, el marketing… Pero todo será paulatino y creo que llevará más de cinco años…
–¿Tuviste que estudiar algo especial para poder llevar adelante la empresa?
–La práctica me enseñó a ser un poco psicóloga, economista, gestora… Se aprende por necesidad y uno lee, escucha, charla, y alguna vez hice un cursito sobre pymes que me resultó muy teórico. Las empresas de diseño son muy diferentes, la innovación es parte fundamental de su supervivencia. Y para mí el diseño es una pasión, la ergonomía, una forma de vida.
Texto: Silvia Fittipaldi.