Bajo el título impresionante de 2EL Impresionismo”, la pasarela de Giorgio Armani se llenó de estampados florales en tonos suaves que empezaron decorando faldas o vestidos. “Los motivos se convertían en capullos sobre trajes pantalón y se vertían hasta el bajo, esta vez por los tobillos. Los bolsos decorados participaban también de esta fiesta floral. Las tonalidades, suaves y dulces, decorativas y bellas, estaban a años luz de la etapa beis (‘Il Signor Beige’, le llamaban) de sus primeros tiempos como diseñador. Y mucho más lejos todavía del look masculino que dominó sus diseños de los ochenta y noventa”, escribió en la revista Vogue la especialista en moda, Susy Menkes.
Aparte del corte ‘beanie’ que eligió como peinado –similar al de Demi Moore del año 90 en la película Ghost–, el desfile resaltaba la feminidad. Apenas llevábamos media parte del desfile cuando el diseñador sacó a dos modelos masculinos con trajes pantalón en tonos grises. Les siguieron una media docena de versiones femeninas pero en organza gris y pantalones de seda plateados. “En verdad, la esencia de Armani siempre se ha puesto en práctica de esta manera. En su deseo de ser coherente, cada idea nueva es absorbida por su remolino creativo. Así, un traje pantalón de gasa se traduce siempre en prendas impecablemente cortadas, aunque en esta ocasión sea en hilo lila, rosa y azul. Aquellos tiempos en que Armani separaba claramente en sus desfiles la ropa de día de los vestidos de noche hace ya una década que quedó atrás, cuando en 2005, haciendo gala de su rigor organizativo, el diseñador sacó la línea Privé dedicada a las alfombras rojas en la alta costura de París”, detalló la cronista especializada. Y cerró: “¿Cómo encaja este desfile en el territorio Armani? El diseñador, qué duda cabe, se rige por su propia ley; y nada de lo que mostró en Milán causa el suficiente impacto como para extenderse a la moda mundial. Pero si nos ceñimos a su inmersión absoluta en todo lo que crea, asistimos a la quintaesencia de Armani”.