María Isabella Bava tiene 48 años, es argentina y nació en el sur de la provincia de Buenos Aires Hilario Ascasubi. Mujer de campo, siempre relacionada con los cultivos de agricultura y cría de ganado vacuno a campo. Mamá de dos mujeres y un adolescente y abuela de 4 nietos. Righetti Stefano tiene 37 años y es italiano nacido en la ciudad de Verona. Trabajó en su pueblo natal en distintos rubros y es un apasionado de lo que hace, siempre relacionado con la elaboración de bebidas junto con su familia, que es además algo cultural en su zona. El tercero en esta historia de emprendimiento familiar es Tobías Bava, de 21 años, hijo de Isabella, que desde los 14 años comenzó a acompañarlos en las ferias y aprendiendo junto a sus padres hasta ser hoy, pilar fundamental, y responsable del control de calidad de la empresa.
-¿Cómo y cuándo se conocieron?
-Nos conocimos en febrero de 2010. Yo había ido por un solo día de vacaciones a Las Grutas y saliendo de este lugar, encontré a Stefano haciendo dedo. El venía de viajar después de viajar un año por América Latina, al final de su viaje. Fue amor a primera vista, lo reconozco, de ambos después de viajar 200 kilómetros y no dejar de charlar, como podíamos ya que Stefano no pronunciaba bien el español. Paramos para hacer un descanso a orillas del Río Negro y ambos nos miramos y se dio esa magia del amor que hasta hoy conservamos intacta. Nos entendemos y desde ese día no nos separamos más. No se fue más de Pedro Luro, que es donde yo vivo. Aquí comenzó “la gran aventura”.
El emprendimiento nace cuando Stefano, ya instalado en Argentina, y trabajando en el campo con Isabella elabora lo que su Nona le había enseñado Lemoncello, y le da a probar a la gente del lugar: “Todos quedaron impactados: nunca habían tomado algo tan gustoso y rico, así que nos contactaron de una agrupación de emprendedores turísticos y allí comenzó la comercialización en eventos y ferias de la zona con el apoyo de todas estas grandes personas y amigos. Aguas Turísticas de Villarino. En pocos meses nos dimos cuenta que gustaba mucho pero que no era el lugar adecuado para crecer, así que en 2011 nos trasladamos a Bariloche”, cuenta Isabella. Allí hicieron la fábrica: “Acá encontramos toda la fruta que necesitábamos, y un lugar fantástico por el turismo de todo el país y el mundo que viene”. En 2013 se mudaron a Dina Huapi, que es una localidad muy tranquila y más pequeña, a 15 km de Bariloche, donde hoy tienen un terreno y están harán la fábrica definitiva.
-¿Por qué se decidieron por licores?
-Nos decidimos hacer licores ya que en la zona donde el vivió es algo muy tradicional y aprendió mucho. Es algo que lo traen como cultura, y además vio que acá nadie lo había desarrollado con calidad.
-¿Qué otras cosas hacen?
-Además de 16 sabores de licores, la mayoría con fruta de la zona, y algunos licores, cremas, elaboramos un vino de montaña llamado “vin brulé”, que es un vino que se toma caliente, y es muy tradicional en el Norte de Italia de donde viene Stefano.
-¿Qué es lo que identifica la marca?
-La marca lo identifica la calidad y la innovación, pero principalmente el amor que le ponemos a cada botella, la pasión y el esfuerzo, para lograr que cada producto enamore a cada uno que nos elige… Siempre humildemente, mejorando cada día para lograr todos esos objetivos.
-¿Cuánto producen por año?
-Siempre producimos y crecemos más. Es una empresa familiar: sólo trabajamos nosotros tres con Tobías. Distribuimos en toda las zonas turísticas del país, estamos en más de 400 puntos: chocolaterías regionales, aeropuerto, terminales, etc. Y en más de 200 vinotecas y bombonerías en Buenos Aires Capital. Todos los años hacemos cosas nuevos, este año vamos a incorporar 5 sabores, un pakacing, y botellas miniatura.
-¿Cómo es el proceso de producción?
-El proceso de producción es muy largo: no es simple hacer un buen licor, con fruta frescas, que ya casi no se hace en todo el mundo. Acá tenemos una mina de oro en calidad de fruta, cantidad y principalmente variedad. Todo demora y no estamos en un lugar fácil, tenemos proveedores en todo el país, elegimos todo lo mejor, estos años incorporamos algunas máquinas para hacer más ágil el embotellado. Lógicamente siempre semiautomáticas, diseñado para tres personas. Los procesos son largos y hay que invertir cada vez más para siempre tener el fruto que no hay en todas las estaciones. Siempre pensando en crecer así que año a año aumentamos las compras.
-¿Cuál es la clave para producir en un lugar remoto y comercializar en todo el país?
-Siempre nos esforzamos mucho para obtener materia prima que no está acá cerca, se hace fácil cuando somos tres personas con muchas ganas de trabajar crecer y ofrecer lo mejor. Nadie nos regaló nada, todo fue con mucho sacrificio, y empezamos vendiendo 10 botellitas sin tener nada para invertir y todo salió de nosotros tres. Fue granito de arena por granito de arena, a pesar de todo, en poco tiempo haciendo muy bien las cosas y aprendiendo principalmente. Hoy vendemos más de 100.000 botellas por año. Y en el camino encontramos a alguien que nos está representando. Y llevando la marca a lo más alto en Capital, que hoy se distribuye en más de 200 vinotecas.
–¿Qué desafíos tienen por delante?
-Muchos desafíos por delante, mejorar siempre, y seguir innovando, hay mucho por hacer, principalmente tener nuestra fábrica. Eso va ayudar mucho, hoy estamos alquilando un lugar pero nos quedó muy chico.
-¿Cuál es la satisfacción de hacer esto y de hacerlo en familia?
-Creo que es la clave de nuestro éxito: somos una familia que se cuida, y que tenemos el mismo objetivo: trabajar bien y enamorar al resto del mundo con nuestro producto. Realmente hacer bien las cosas. Muchos pilares nos caracterizan: la perseverancia, la humildad y las ganas de mejorar, de allí una de nuestras frases: “Amor y pasión encerrados en una botella”.
Texto: Ana Césari.