Hay un arco cromático que unifica el paisaje jujueño: el variopinto. Y no se trata sólo de cuestión de tonalidades, sino de la diversidad amplia que expone en su geografía. Llevada a la fama por algunos de sus tesoros, guarda recorridos imperdibles que huyen de los tour tradicionales e invitan a sorprenderse con experiencias impensadas tanto o más ricas que las famosas.
Animarse fuera de circuito puede abrir una puerta a recorrer montañas y valles, ríos y desiertos; parques, peñas, pueblitos perdidos, joyas arquitectónicas, hitos históricos… todo ello regado por el buen vino de las bodegas artesanales de altura y la gastronomía seductora repleta de saber ancestral volcado en sus platos para comer de a pie o desde la olla.
Un detalle no menor es el valor que suma su gente. Jujuy rebalsa de gentileza, sencillez y disposición para el encuentro y la charla en su gente.
Su ciudad capital, San Salvador, es una urbe asequible, simple y cordial. Se encuentra enclavada en la Reserva de la biósfera de las Yungas de la Unesco. Además de su esencial ecosistema, se encuentra ineludiblemente vinculada con la historia del imperio inca de América. Como hito colonial, se yerguen en ella dos de las iglesias más importantes del país. Monumentos de fuerte impronta mezcla aborigen y de la conquista, la Catedral Basílica de San Salvador de Jujuy y la de San Francisco, son exponentes majestuosos de las riquezas que circularon por estas rutas en el pasado.
En la primera es donde el general Manuel Belgrano hizo bendecir el pabellón nacional, previo a su campaña al norte. La segunda dueña de patios y jardines interiores expresión de antaño. Su arquitectura es testimonio de la confluencia artística de los constructores locales ejecutando inspiración española.
En el cuadrilátero clásico que propone la plaza central se encarama la Casa de Gobierno, con detalles de estilo francés, neoclásico italiano y trasfondo base idéntico al de sus iglesias vecinas. Allí mismo, el Cabildo jujeño es uno de los que conservan más similitudes con el original. A pocos pasos el teatro más antiguo de la zona, el Mitre, que fue construido en 1901 y hoy sigue en funcionamiento.
Multiplicar en colores
El viaje es multinivel. Para todo público, niños incluidos. Fantástico para el desafío fotográfico, descubrir valores arqueológicos, disfrutar del paisaje y experiencias, toparse con fauna a cada paso, de esa que no se localiza fácilmente: hurones, cóndores, vizcachas, guanacos, vicuñas, zorros… La fama del circuito ha llegado de la mano de la imponente Quebrada de Humahuaca es, declarada Patrimonio de la Humanidad, aunque, más allá de seguir la senda recomendada y llegar a la encrucijada en altura que permite observar el paisaje en toda su grandeza, este tránsito atraviesa un collar de ciudades donde cada una compite en atractivos con su vecina.
Con algo de fama, Maimará (la «estrella que cae» en lengua omaguaca), es la ciudad que el visitante tiene como referencia al intentar acceder al monumento natural «Paletas del Pintor». Se trata de una formación montañosa que deja a la vista la deposición sedimentaria a lo largo de los tiempos, multiplicando la gama cromática visible en El Cerro de los Siete Colores, en Purmamarca. La mejor hora para la visita es temprano por la mañana o al caer la tarde, momento en que el sol resalta el color de las capas, haciéndolas aún más visibles.
Esta ciudad tiene antecedentes de la época de la conquista gracias a su vecino museo Histórico Posta de Hornillos donde se supone que durmió Manuel Belgrano cuando programó el Éxodo Jujeño. El sitio conserva el catre donde se cree que pernoctó el caudillo. La configuración de lugar brinda excelente idea de lo que se trataba el sistema de postas como esquema de comunicación.
Antigal de Hornillos, reserva arqueológica vecina, conserva vestigios de presencia humana con más de 10 mil años de antigüedad. Sólo se accede a la visita del espacio mediante tours especialmente contratados.
Allí mismo, antes de partir, es conveniente visitar el Cementerio Nuestra Señora del Carmen, repleto de colores, en el ingreso a la ciudad.
La famosa Purmamarca («pueblo del león» en quechua) es el centro turístico por excelencia de la región, con servicio hotelero para todos los gustos, propuestas comerciales y gastronómicas más fuertes que, incluso, las propuestas por la ciudad capital. Lindante con el mítico «Cerro de los Siete Colores» al que se puede llegar a pie y, como en la visita a otros cordones montañosos, la experiencia es más grata temprano, la ciudad tiene tránsito, en tanto que para temporadas altas desborda de turistas. La feria artesanal es el centro neurálgico de la producción norteña. Los precios son justos y la variedad infinita.
Desde la misma Purmamarca, por un camino lateral que el que conduce al «Cerro de los Siete Colores», se accede a Los Colorados. Es un circuito apto para el trekking, aunque también puede hacerse en auto.
La ciudad del carnaval del norte es Tilcara («estrella fugaz» en quechua). Su expresión artística explota en las festividades: la Chicha, la Semana Santa, el Tilcareño, la Pachamama, la Comadre. Con fuerte oferta gastronómica y de alojamiento, es bastante más tranquila que Purmamarca y se despliega recostada sobre la montaña que la contiene. El Jardín Botánico de Altura es una visita fabulosa para encontrarse con la flora del norte pero, por sobre todo, con el poder medicinal que aún hoy sesga mucho de la tradición de hierbas local. El reconocido Pucará está a un kilómetro al sur de Tilcara. Reúne los vestigios de una fortaleza.
Destellos en la ruta
El camino sigue abriendo sorpresas si es que el viajero se anima a dejarse llevar por los carteles de localidades. Huacalera es el epicentro del Trópico de Capricornio. Detenerse en el hito es un clásico. Es la posta más antigua de toda la Quebrada y cuenta con un monumento pictórico único escondido en su iglesia de adobe. En ella se pueden visitar el Bautismo de la Virgen y el Casamiento de la Virgen, dos piezas de la pintura cusqueña.
Uquía es una de las localidades menos conocidas. Fue fundada en 1691. Su iglesia es Monumento Histórico Nacional, se construyó en homenaje a San Francisco de Paula y tiene tantos años como la localidad. El complejo urbano es muy pequeño, pero mantiene la cadencia constructiva de su pasado.
En honor a la tribu omaguacas aparece el pueblo que lleva una adaptación de su nombre. Humahuaca es el sitio para ir paso a paso. La altura lo exige, pero también es una invitación a desconectarse totalmente e integrarse al paisaje. La amplitud térmica es mucha (es posible que vaya de 0 a 30 en una misma jornada). Dejarse llevar es la norma.
Aventurarse a la punta norte del país es llegar a una plaza que fue habitada por los incas. La Quiaca convive con su vecina Villazón de Bolivia como un todo. El puente internacional que determina la frontera es un hito humano que, de no existir, no marcaría diferencias.
Además de marcar el objetivo de llegar bien al norte, La Quiaca guarda una joyita cercana poco conocida. Yavi guarda la tradición arquitectónica de barro de sus orígenes. Su capilla está vigilada por una amable anciana lugareña que relata las desventuras pueblerinas, además de relatar su casamiento en ese mismo lugar. En esta pequeña iglesia dedicada a San Francisco se conservan obras de Mateo Pizarro que datan del siglo XVIII. Alabastro, pan de oro, tallas de madera, espejos venecianos, y pinturas flamencas conviven en una especie de arcón.
Susques quita la respiración. Con 3.620 metros de altura es la ciudad más elevada a la que se accede por ruta pavimentada. El hospital local está provisto de enormes tanques de oxígeno, esencialmente para atender a los viajeros. En la sala de guardia la charla necesariamente se extiende, lo mismo que las anécdotas del lugar. La iglesia de Nuestra Señora de Belén de Susques fue construida en el siglo XVI. La localidad es el puente sobre ruta 40 que conduce hacia las Salinas Grandes. Una composición geológica que tiene entre 10 y 5 millones de años. Se las puede visitar a pie (el acceso es gratuito) o adquirir un tour en vehículos que se adentran en las formaciones.
Quedarse con los clásicos referentes de Jujuy es achicar su belleza. Historia, cultura, gastronomía, costumbres, arqueología… una gama de atractivos tan diversos que la ponen en lo más alto de los paisajes nacionales.
Texto y fotos: Flavia Tomaello. Instagram: @flavia.tomaello