La primera impresión de Iruya es la de un pueblo colgado en la montaña o, dicen algunos, de una isla. Es que este pueblito salteño ubicado a 2780 msnm, está rodeado por dos ríos, Milmahuasi y Colanzulí -o Iruya-, que lo circundan sobre los faldeos orientales de la sierra de Santa Victoria.
A 307 km de la capital salteña, Iruya -que en voz quechua o aymara significa “abundante paja”-, se destaca por su edificación colonial con callejuelas estrechas y sus paisajes de imponentes vistas panorámicas de naturaleza pura, colores estridentes, y cielos inmensos. Siguiendo el lecho de los ríos que surcan el interior, se aprecian quebradas de diferentes formas y colores. La piedra laja en algunos tramos ha formado paredes de contención del río, que parece surcar la tierra. Su ubicación dentro del perímetro de la reserva de biosfera de las Yungas y muy cerca, 5 km al noreste, de las ruinas del Pucará de Titiconte, mezcla la imponencia de la naturaleza con el poder de la historia y la magia de una cultura que ha permanecido a lo largo de 260 años.
Fundado en 1753, el pueblo conserva aquel trazado de sus calles angostas y empedradas, con casa de adobe, piedras y paja. Y los habitantes mantienen vestimentas, costumbres, viviendas e incluso celebraciones.
Declarada Lugar Histórico Nacional desde hace 20 años, fue a partir de ese hecho que se convirtió en un lugar de interés turístico. Antes, era prácticamente un poblado desconocido. El pueblo fue fundado oficialmente en 1753, aunque las actas de nacimiento encontrados en la parroquia de Humahuaca indican que la presencia de habitantes se remonta un siglo antes de su fundación. Estos habitantes son descendientes de los incas. Existen varias ruinas a los alrededores que prueban la existencia de una etnia homogénea antes de la llegada de los españoles.
Tal como lo hacían aquellos habitantes originarios, sus pobladores aun hoy viven principalmente de cultivos agrícolas tales como el maíz y la papa, y la cría de ganado, como ovejas, cabras y en menor medida la llamas. Y su economía, formada por lo poco más de mil habitantes, es aun principalmente de trueque.
Aunque Iruya forma parte de la provincia de Salta, a única forma de acceder al pueblo es desde la provincia de Jujuy, desde la localidad de Humahuaca –distante a unos 100 kilómetros, aunque complejos de recorrer- por la RN 9 y luego la Ruta Provincial N° 13, atravesando el paraje Abra del Cóndor, límite entre las provincias de Jujuy y Salta, a 3940 msnm. Desde allí se desciende 19 kilómetros y se accede finalmente a este paisaje y ambiente que encanta a los visitantes. A lo largo de estos 19 km, que corren a la vera del río Colanzulí, el paisaje se dibuja en una variedad de colores y texturas.
La magia de San Isidro
Hace todavía menos años, los turistas “descubrieron” San Isidro –también llamado San Isidro de Iruya-, una pequeña localidad del mismo departamento distante a unos 8 km y con tan sólo 350 habitantes. Como una extensión del encanto de Iruya, San Isidro cautiva a los visitantes, que llegan a pié por la montaña durante todo el año.
Fotos: Iruya Online