En San Pablo todo tiene grandes dimensiones: las veredas, los parques, las avenidas, los edificios, las autopistas, la red de subterráneos y los shoppings. Es que, con más de 11 millones de habitantes y otros 20 en el área metropolitana, no sólo es la ciudad más poblada de Brasil, sino también la de Sudamérica y una de las primeras cinco del mundo. Por eso, apenas uno desembarca, la pregunta es inevitable: ¿por dónde empezar? Lo primero que hay que hacer es conseguir un buen mapa. Luego, decidir qué es lo que uno tiene ganas de hacer e ir en busca de eso. Porque, al revés de lo que pasa con muchas otras ciudades, aquí no es el destino el que propone, sino el turista el que dispone. Porque San Pablo lo tiene todo.
Ubicada a mitad de camino entre Florianópolis y Río de Janeiro, dos de los destinos preferidos por los argentinos para sus vacaciones, San Pablo parece haber quedado olvidada como una opción a la hora de elegir a donde ir de vacaciones. Pero en los últimos años, de la mano del crecimiento del turismo internacional, sus infinitos atractivos empiezan a revelarse: una ciudad muy cosmopolita, llena de arte, capital del diseño, con gastronomía de alto nivel y grandes eventos todo el año.
Un destino a descubrir
Según el São Paulo Convention & Visitors Bureau, la ciudad es la sede del 75% de todas las ferias y congresos que se hacen en Brasil. Es por eso que fue bautizada como «la capital de los negocios». Pero hay otro título que le pusieron los propios brasileños y la define mejor: “la ciudad que no puede parar”. Es que una de las características de esta gran urbe es que se puede disfrutar, al mismo ritmo, las 24 horas y los 365 días del año. Ppara comprobarlo basta con detenerse en la Avenida Paulista, la calle más importante y emblemática de la ciudad, que es además el centro financiero y que, literalmente, nunca se detiene.
Para empezar a recorrer San Pablo, lo ideal es partir desde el centro, que es también el casco histórico: allí está el Monasterio e Iglesia De San Benito, una pieza de la fundación de la ciudad desde donde, además, parte el viejo viaducto hoy convertido en un gran puente peatonal –por debajo pasa una avenida de varias manos– en el que suele haber músicos y artesanos. Al otro lado se llega a la Estación de la Luz, un edificio de fines del siglo XIX que además de ser una de las principales terminales ferroviarias, alberga el Museo de la Lengua Portuguesa. Enfrente, están la Pinacoteca del Estado y el Parque de Luz, uno de los muchos e inmensos que se ofrecen a cada paso. En la dirección contraria, varias cuadras hacia abajo se llega al famoso Mercado Municipal, una parada ineludible del turismo y un destino en sí mismo para los amantes de la gastronomía: se pueden comprar los mejores pescados, mariscos, especias, quesos, fiambres, frutas y verduras de toda la ciudad. Y, por suerte, también se pueden degustar allí. Además de lo que los vendedores convidan, hay puestos y restaurantes con todo lo típico de la cocina paulista: los clásicos pasteles –como una empanada frita cuadrada y grande– de camarones o de bacalao, el “pao de queijo” y el sándwich de mortadela caliente. Como para empezar a deleitarse.
En el centro también hay otros edificios históricos deslumbrantes: la estación Julio Prestes, una bellísima construcción de 1926 inspirada en las modernas estaciones americanas que luego se transformó en sala de conciertos y hoy alberga a la Orquesta Sinfónica del Estado. Y, aún más antiguo, el Teatro Municipal, de estilo renacentista barroco e inspirado en la Ópera de París. Alejándose del centro, también la imponente Catedral de Sé, que con sus torres de más de 100 metros de altura supera a Notre Dame.
Por los parques
Los parques de esta ciudad son un capítulo aparte. San Pablo tiene una decena de espacios verdes enormes que ofrecen la posibilidad de respirar naturaleza, hacer actividades y disfrutar de eventos. Entre los imprescindibles está el Parque Trianon (Tenente Siqueira Campos). Ubicado en el corazón de la Avenida Paulista, es un verdadero oasis en el medio del caos y desde su interior prácticamente no se ve ni un edificio. Con paisajismo proyectado por el francés Paul Villon, posee gran cantidad de árboles nativos y tiene un jequetibá de más de 300 años. Además, al otro lado de la calle está el Museo de Arte de São Paulo (MASP). Inaugurado en 1968, es un proyecto de la arquitecta Lina Bo Bardi y es considerado el más importante museo de arte occidental de América Latina.
Alejado del centro, otro de los parques para visitar es Ibirapuera: con 1,5 millones de metros cuadrados y proyecto original del arquitecto Oscar Niemeyer, tiene pistas de caminata, ciclovías, bosques, lagos, canchas de deportes y rincones para relajarse en los que cada fin de semana se reúnen hasta 150 mil visitantes. Además alberga el Museo de Arte Moderno, el Centro de Exposiciones de Arte OCA y el Pabellón Japonés.
Paso a paso por la ciudad
El primer barrio a conocer es el Japonés. En San Pablo residen más de un millón y medio de japoneses, la mayor comunidad del mundo fuera de su país. Son cerca de veinte manzanas en las que cada fin de semana se vive una verdadera fiesta oriental con feria de comida, productos típicos y cultura en la calle. Otro de los barrios ineludibles es Vila Madalena, una especie de Palermo, donde se concentran las tiendas de diseño y los bares nocturnos. También allí cerca está la famosa calle de los graffitis, que se extiende a lo largo de dos cuadras enteramente pintadas por street artists. A pocas cuadras, el famoso mercado de antigüedades Benedito Calixto, que tiene una manzana de locales permanentes y los fines de semana se extiende a la plaza con infinitos puestos en los que se pueden encontrar verdaderas reliquias.
Si de diversión se trata, la ciudad es el lugar perfecto para todas las edades. Para los más chicos, hay un gran zoológico en un Área de Mata Atlántica con animales exóticos; varios parques de diversiones, el mayor es Playcenter, y cinco recreos temáticos, dos de ellos –Wet and Wild, que es acuático, y Hopi Hari– están a menos de una hora del Centro. Pero el grueso de las atracciones pasan por la cultura y el espectáculo: con 272 salas de cine, 102 teatros, 11 centros culturales y 70 museos, hay infinidad de muestras, shows de todas las músicas del mundo, ópera, musicales, pintura, danza y mucho más, en una agenda que no tiene descanso. Entre los eventos más importantes de cada año está el Gran Premio de Fórmula 1 –único espacio del circuito en toda Latinoamérica–, el Fashion Week y la Bienal de Artes.
Como toda ciudad cosmopolita, San Pablo es un gran centro de consumo y shopping: tiene más de 50 malls de todos los niveles y rubros, y en ellos se puede conseguir prácticamente todo y de cualquier lugar del mundo. El epicentro de las compras es la Rua Oscar Freire, una calle del coqueto barrio Jardins que a lo largo de 15 cuadras tiene todas las grandes marcas internacionales de lujo y los mejores diseñadores brasileños. Además, allí también están algunos de los restaurantes y bares más lindos para disfrutar desde un excelente café hasta una exquisita langosta, dos clásicos paulistas. Aunque por la diversidad de culturas y pueblos que conviven en esta metrópolis, se puede conseguir más de 50 tipos de cocina de todo el planeta.
Ahora sí, con todo esto, sólo falta armarse una agenda y salir a pasear. Un detalle antes de empezar: basta con mirar un mapa para darse cuenta de que en San Pablo es muy fácil perderse, ya que las curvas y diagonales dominan el trazado de la ciudad sin ninguna lógica ni sentido. Por eso, moverse a pie suele resultar complejo. Pero no es imposible: los brasileños son muy amables y, aunque no hablen ni una palabra de español, siempre están dispuestos a hacerse entender para colaborar con el turista. Así que, ante la duda, lo mejor es consultar. Sobre todo porque cualquier cuadra caminada de más, se hará sentir en las piernas: la ciudad respeta la geografía montañosa sobre la que fue erigida y casi no tiene partes planas. Y, aunque es agotador, eso la hace mucho más pintoresca.
Ilhabela, la joya de San Pablo
Ir a Brasil sin disfrutar de su mar es casi un sinsentido. También por eso es que este destino no suele estar entre los más frecuentados para las vacaciones. Pero pocos saben que a apenas cien kilómetros y dos horas de auto la costa atlántica ofrece decenas de playas de aguas cristalinas y la más diversa hotelería para disfrutar durante casi todo el año ya que en esta zona el invierno no dura más de dos meses.
Se lo conoce como el litoral paulista y se extiende desde Santos hacia el norte a lo largo de más de 400 kilómetros, que es donde comienza el estado de Río de Janeiro. Pero, sin duda, la joya veraniega de esta parte de Brasil es Ilhabela, una isla ubicada a 240 kilómetros de la ciudad que es el único municipio-archipiélago brasileño océanico, es decir, el único con población permanente. Además, con sus 348 km2 es una de las más grandes y se puede llegar en auto, ya que hay una balsa gratuita que cruza las 24 horas.
La isla se divide prácticamente en dos: la costa que está frente al continente, unida de sur a norte por un camino de asfalto y donde hay un centenar de opciones de alojamiento, restaurantes, supermercados e infraestructura para hacer deportes y divertirse; y la costa oceánica que es prácticamente virgen y a la que sólo se accede con excursiones lacustres o caminando a través de senderos selváticos. En total, tiene 14 opciones de trekking, picos para escalar y espejos de agua para bañarse entre árboles. Además, sólo en sus 30 kilómetros de costa sobre el continente tiene más de veinte playas para todos los gustos: mansas, bravas, para surfear, para practicar snorkel o buceo y para pescar.
Datos útiles
Cómo llegar: En avión, Buenos Aires-San Pablo.
Cuándo ir: el clima es tropical pero en junio, julio y agosto la temperatura es muy baja para la playa. El resto del año no hay inconvenientes.
Dónde dormir: en San Pablo hay hoteles de todas las categorías y muchos de cuatro y cinco estrellas.
Texto y fotos: Paula Bistagnino