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29 de diciembre, 2014

Pablo Ramírez, un francotirador

Fiel a sí mismo, uno de los representantes más insignes del diseño de autor, no sigue la tendencia. En su espacio de San Telmo habló con Mujer Country sobre la importancia de la imagen, su visión crítica del mundo de la moda y sus próximos proyectos creativos.

 

Tener una maison en San Telmo es toda una declaración de principios. Y Pablo Ramírez es un hombre de principios. Este creador inconfundible del mundo de la moda, charló con Mujer Country en su “baticueva”, como le gusta definir a su estudio, escaleras abajo de su espacio en la calle Perú. La imagen, el difícil mundo fashion, los perfumes y una nuestra fotográfica que realizará en Rosario, fueron algunos de los temas abordados.

-¿Qué tan importante es la imagen?
– Es lo primero que se percibe del otro. Es nuestra tarjeta de presentación. Ves a alguien y hay un mensaje en esa imagen que uno capta. Después si abre la boca puede confirmarlo o revertirlo. Me parece importante que la imagen sea coherente con quien uno es. Me pasa que a veces no le creo la imagen a alguien. Todos somos una construcción.

-¿La indumentaria tiene que ver con esa construcción?
-Sí, pero para mí esa construcción es mucho más compleja. La indumentaria, la ropa es uno de los elementos que constituyen esa construcción, los accesorios, el perfume, el corte de pelo. Como diseñador, a través de la moda cuento una historia todas las temporadas, hay una comunicación. Lo que pretendo hacer con este tipo de ropa es que, cuando cuelgo las prendas en el perchero, estas sean palabras para que cada uno arme su propia historia. Eso pasa cuando hago prendas clásicas o atemporales. Pongo el acento en la silueta, en la moldería, en la forma, pero intento no contar demasiado. No son prendas que vienen estampadas, con motivos que hablen. Uno las puede combinar con su guardarropa y contar otra historia.

-Vos hiciste un cambio importante en tu propia imagen. Bajaste de peso, como lo hizo Karl Lagerfeld, por ejemplo. ¿Lo hiciste en función de la coherencia?
-No lo hice en forma consciente. Cuando bajé de peso, me sorprendí encontrándome alineado. Como si mi cuerpo estuviera alineado con mi trabajo, con lo que hacía. Eso fue una sorpresa, como un bonus track. Porque buscaba otra cosa cuando comencé. Estaba muy deprimido, parecía contradictorio iniciar un régimen para adelgazar cuando te sentís mal, en lugar de recompensarme o darme un mimo. Cuando inicié el tratamiento en realidad quería salir del estado en que me encontraba. Mi papá murió a los 52 años de un ataque al corazón. Pesaba 150 kilos, pero para mí eso era natural. Al morir me cayó la ficha de que no estaba bien, yo tenía 38 y tomé conciencia. Antes de adelgazar, yo hacía algo de lo que no participaba. Mi cuerpo quedaba afuera, no podía ponerme lo que yo hacía. Era para los demás, yo estaba afuera. Para mí, alcanzar ese alineamiento fue una sorpresa.

 

La moda ¿está de moda?
-¿Qué pensás de este boom de la moda?
– Yo creo que hace 20 años que la moda está de moda. Es como si se fuera renovando: en los 90 eran las modelos, en el mundo las top models y acá también, con su personalidad. Hoy ya no están más pero ahora están las bloggers. También recuerdo programas como El rayo. Tengo la sensación de que es algo muy tentador, algo que da un contenido visual a una revista, que es atractivo, que tiene esa mezcla entre lo joven, lo sexy…

-Tiene todos los condimentos necesarios para atraer.
-Sí, pero que van cambiando temporada a temporada. En 1990 yo comencé la carrera de Diseño en la UBA que acababa de ser creada. Hoy pasaron 25 años de aquella época en que la moda estaba de moda y hoy sigue, porque está en todas las universidades privadas en Latinoamérica. Es como si se fuera retroalimentando. Lo que me preocupa es lo mismo que veo con la información. Es tan fácil acceder a la información que se vuelve superficial. Hace 25 años era muy difícil tener acceso a la moda, veíamos un pedazo de un desfile de Giordano en la televisión, las revistas no llegaban. Por ahí Para Ti publicaba desfiles de afuera. Hoy tenés el streaming, lo ves en tiempo real. Pero en aquella época, además de que investigabas un montón, leías más sobre la historia. Hoy tenés muchas más cosas, te hablan de Schiaparelli, aparece en la red carpet, y nadie tiene idea de quién es Schiaparelli. La información te llega desde otro lugar, más superficial.

-¿Cómo ves el diseño local? ¿Se copia menos, se copia mejor, no se copia…?
-La sensación que me da es que, más o menos, sigue todo igual, igual. Me da bastante desilusión. Pienso que, cuando yo estudiaba, se hablaba de que era una carrera con gran proyección, que de hecho fue cierto. Pero se desconocía el terreno en el que nos íbamos a desarrollar. Cuando volví de París, comencé a trabajar en la industria, y nuestra generación fue la que creó el puesto de jefe de producto. Abrimos un camino que era bastante árido. Mi sensación era que eso se iba a transformar en algo más, y no se transformó.

-¿Por qué pensás que pasa esto?
-Porque las marcas siguen viajando, siguen copiando, siguen trayendo las valijas con ropa. Cuando yo me decidí a crear mi marca, mi deseo más profundo era generar identidad. Y que cuando la gente viera lo que yo hacía lo pudiera identificar, que no me pudiera confundir con otro. Para mí es muy importante el tema de la identidad. Crear un estilo y reconocerlo. Si vas al shopping y cambiás los nombres de las puertas, todo es igual.

-¿Tal vez porque se apuesta a lo seguro?
– Es que está el tema de la tendencia, que a mí me hincha bastante. Están los que viajan y traen la tendencia, los que compran el curso, los que van. Y ya está en todas partes. Para mí es algo que tiene que ver con la sensibilidad, con lo que uno percibe. Yo no trabajo tendencia y hay cosas que coinciden. Cuando Mariano Toledo hizo la colección cápsula para Muaa, se inspiró en Boy George y después hubo otras inspiraciones en Boy George. Pero no hubo copias sino que estaba en la sensibilidad, en el aire. Pero conozco casos de marcas que compran un saco de Stella McCartney y lo copian. Después otra marca compra ese saco y a su vez lo copia. Y también veo gente de marcas que vienen a San Telmo y están eligiendo productos. Después los vamos a ver en los shoppings.

-¿El hecho de copiar es comodidad o algo cultural?
-Para mí es inseguridad. Y también algo de ambición comercial que yo no tengo. Todos queremos vender, pero es como hacer lo que sea para poder vender. Yo hago esto y me va bien, pero a vos te va bien con eso otro, entonces yo también lo voy a hacer. Hay una especie de gran competencia. Hay marcas que empiezan con una buena intención y después ves que se desdibuja. Entran en la vorágine del shopping. Yo nunca estuve, pero sé que te vienen con los números, este vendió más, vayamos a ver qué hacen.

-Es como el rating de la moda.
-Exactamente. Pasa con la información. Todos los canales hablan de la misma noticia. Los diarios hablan de lo que dice la televisión y viceversa. ¿Y quién hace la noticia, entonces? Tiene que ver con el consumo y con querer vender. Yo veo que vendés y quiero hacer lo mismo. No hay espacio para los creadores. Las grandes marcas en el mundo son conglomerados que tienen un par de temporadas a los creadores y después los vuelan. Pero por ejemplo está Azzédine Alaia que está fuera del sistema, presenta colecciones cuando quiere. Hace poco le hicieron un homenaje en el museo Galliera de Paris. También vende vestidos de red carpet pero sigue fuera del sistema.

-Es decir que se puede estar fuera.
– Pero es difícil. Hace dos años cuando Anne Wintour hizo la muestra de las supermodelos en el Met, algunas de ellas, encabezadas por Naomi Campbell, renunciaron a estar porque no se incluyó a Alaia. Es que no entra en el negocio, y no interesa.

Materiales y creación
-¿El tema de conseguir telas para tus creaciones te resulta complicado en este momento, debido a la importación?
-Desde que yo empecé, este tema siempre fue complicado. Por las devaluaciones, por los cambios de gobierno, por las crisis. Cuando era el cambio “uno a uno” había que importar y era complicado, siempre lo fue. Así que yo me siento con training como para encararlo.

-¿Usás telas importadas?
-Sí, todas las telas son importadas. Yo no importo sino que compro a distribuidores que las traen. La excepción fue esta temporada en que volví con el denim, pero fue una alianza que hice con Santana Textiles, que tienen la planta en Chaco. Estoy recontento porque yo empecé en el año 1994, hace 20 años, con un concurso haciendo algo de jean. Y poder volver a trabajar con el denim es un placer. Gané una mención y el contrato para trabajar en París en aquel momento. Empecé ahí.

– ¿Te sentís cómodo utilizando denim?
– Sí, para el verano es una tela que me encanta. Pero para los volúmenes que yo compro era complicado, los mayoristas no venden cantidades tan pequeñas. Hasta que hablé con Alejandro Ogando, de Santana Textiles, y me dijo que quería hacer una alianza, apoyarme en esta temporada. Así que no todas las telas que uso son importadas. El denim es local.

-Maña y creatividad.
-Pienso que después de la crisis del 2001 seguí trabajando, ese año, el siguiente que también fue terrible. Ahora no me asusta nada.

-¿Qué te parecen las muestras retrospectivas de la moda que se vienen haciendo en la Argentina? Como la de Bogani hasta los emergentes, o la de Horace Lannes.
– Me parece bien. Es cierto que somos un país muy joven, que no tenemos tanta historia. Pero está el Museo Nacional del Traje o el Museo Evita para guardar la memoria.

-¿Qué proyectos nuevos tenés?
-Estoy estudiando propuestas para vestuario, para lo que estoy leyendo varios guiones, para teatro. Y la Fundación OSDE me hizo una propuesta para hacer una exposición en Rosario, en un gran espacio de tres pisos que tienen allí. Me convocaron a mí junto con la dupla de fotógrafos Val-Musso, que son amigos con los que trabajo siempre. Será para septiembre del 2015.

-¿Tendremos un perfume Ramírez?
-Lo tengo entre los pendientes. Yo soy re obsesivo y me imagino que además de la fragancia que es importantísima en sí, el tema del envase para mí es fundamental. Hay cosas de packaging que se pueden resolver y otras que son muy limitantes, porque hay que tener un volumen muy grande para mandar a desarrollar, y las cosas que veo acá no me terminan de convencer. Hay envases muy simples, tal vez copiados de Chanel o Guerlain, pero que son divinos. Hay que tener un volumen para mandar a desarrollar algo que sea tuyo. O diseños genéricos como el de Margiela, que es la nada misma, pero que no hay en el mercado. Hay que mandar a hacerlo.

-¿Y un buen sponsor?
-Hace unos años, Viktor & Rolf presentaron un perfume cuyo frasco no se abría. No se podía usar. Fue un falso lanzamiento. Dos años después, L’Oréal los convocó y lanzaron Flowerbomb. Si quieren, Viktor & Rolf pueden no vender un vestido más, hacen los desfiles para mantener la marca, pero detrás del perfume hay un “monstruo” como esta empresa de cosmética internacional. Thierry Mugler se retiró pero sigue su perfume; Jean-Paul Gaultier se acaba de retirar del prêt-à-porter, y sin embargo, sigue con sus perfumes. Es algo a largo plazo, es el negocio. El perfume y la cosmética. Hay que encontrar el momento indicado. Es un pendiente.

 

Entrevista: Patricia Melgarejo.