Perdió la visión del ojo derecho, la sensibilidad en la pierna izquierda y mermó su capacidad auditiva. Sufrió ataques y tartamudeaba al hablar, junto a problemas de memoria. “Hubo un momento en el que mis posibilidades de sobrevivir no llegaban al 5%”, recalca. “Por eso, cuando me preguntan cómo me siento ante la proximidad de los 60, digo que muy, muy orgullosa de llegar a cumplirlos”.
Si bien su derrame cerebral fue hace más de una década, pasaron muchos años hasta que se recuperó y sobre todo hasta que se animó a volverá protagonizar una ficción. “Nunca pensé que sufriría un derrame cerebral que cambiaría mi vida para siempre. No sabía si volvería a trabajar, si recuperaría mis funciones… ¡No pude escribir mi nombre durante tres años!”, recuerda la intérprete de Bajos Instintos.
La cima y la crisis
Desde que protagonizó junto a Michael Douglas en 1992 la película dirigida por Paul Verhoeven Basic Instinct, ocupa un lugar de privilegio en la industria cinematográfica de Hollywood y fue una de las principales sex symbol de los años.
Sus primeros pasos profesionales los dio en el mundo de la publicidad, posando como modelo tanto en Estados Unidos como en Europa. Su debut en el cine fue con un pequeño papel en la película Stardust Memories (Recuerdos) de Woody Allen en 1980 y durante gran parte de la década de 1980 actuó en producciones para televisión y en películas modestas. Su aparición en la película de ciencia ficción Total Recall (Desafío total o El Vengador del Futuro) en 1990, protagonizada por Arnold Schwarzenegger, lanzó su carrera en el panorama cinematográfico estadounidense ya que supo adaptarse a todo tipo de géneros y registros interpretativos. Coincidiendo con este filme, a los 32 años posó desnuda en la revista Playboy: apareció en la portada del número de julio de 1990.
En 1992 la película Basic Instinct causó sensación mundial y alcanzó gran éxito de taquilla (casi 353 millones de dólares). Su personaje, lleno de sexualidad y matices la convirtió en una de las mujeres más deseadas de Hollywood, y la catapultó a la fama a nivel internacional y no dejó de trabajar ni figurar hasta que en 2001 tuvo esa aneurisma que la puso al borde de la muerte
Cuando el ACV ocurrió, Sharon estaba casada ya con su tercer marido y tenía un hijo adoptivo. Pero luego de la recuperación y con el comienzo de una vida de autoconocimiento y espiritualidad, una vez que estuvo bien, se separó. Fue su marido el que pidió el divorcio “por incompatibilidad de caracteres”.
En 2008, un juez le retiró la custodia del mayor, Roan, al considerar que su padre le otorgaba un entorno más estable. Después de su divorcio, adoptó en solitario a dos niños, Laird Vonne Stone y Quinn Kelly Stone. Desde entonces se dedicó al cuidado de ellos, de su propia salud y sólo aceptó papeles pequeños y casi invisibles con los que fue volviendo a ganar confianza en sí misma.
“Quería trabajos invisibles, desaparecer en ellos y que el público no se diera cuenta hasta los créditos”, contó la actriz al diario El País de España sobre sus últimos años, en los que sólo hizo participaciones en series como Will & Grace o La ley y el orden. Además del miedo a volver a enfrentar las cámaras, no quería estar lejos de casa y le suponía un esfuerzo enorme recordar sus líneas de diálogo.
Ahora todo ha cambiado con Mosaic, la serie que protagoniza y que recrea el ambiente del lujoso resort de montaña en el que se desarrolla la acción de este thriller, que se mueve entre el pasado y el presente.