La Casa Schmitz es una vivienda para un matrimonio sin hijos y está ubicada en Calera de Tango, una comuna a una hora de la ciudad de Santiago. Es así que se encuentra en una situación intermedia entre la Cordillera de Los Andes y la Cordillera de la Costa, y desde el lugar donde está ubicada, se pueden observar ambos límites con gran claridad durante todo el año.
Además, está implantada en un solar de 4,5 hectáreas completamente plantado con árboles frutales de mediana envergadura sobre una trama de 4 x 4 metros, perfectamente orientada con los puntos cardinales. Cada árbol se presenta con un tronco de un metro aproximadamente y un follaje que ocupa los siguientes 2,5 metros. El terreno, en su dirección oriente poniente presenta una leve pendiente no superior al 2% sobre la cual corren los canales de riego, por lo que ésta es una zona altamente inundable.
Para alterar la plantación lo mínimo posible, se estableció para la casa una volumetría que tiende a una dirección oriente – poniente, de modo de orientar el largo de la casa hacia el norte, quitando solamente una hilera de frutales.
En proporción al paisaje
En función del paisaje y los árboles circundantes, se le dio a la casa tres niveles.
El primero, determinado por la altura de los troncos de los frutales, por lo que se generó un zócalo de aproximadamente un metro de altura.
El segundo nivel ocupa el espesor de los follajes, sobre el cual se proyectan los recintos comunes.
El tercer y último nivel se alza sobre la plantación. En este plano aparece una vista transversal hacia las dos cordilleras, una ubicada al oriente y la otra al poniente.
En el primer nivel se proyecta un doble muro de 36 metros de longitud con una sección interior de 2,3 metros y un metro de altura. Este elemento, además, es el zócalo de fundación de la casa. El primer tramo de este muro es una piscina, que contiene la sala de máquinas y una pequeña bodega exterior. Luego, hacia el poniente, se convierte en el subterráneo bajo la cocina. Sobre la parte superior de este doble muro se apoyará la casa, a modo de un tren que descansa sobre un par de rieles.
El segundo nivel, que ocupa el espesor del follaje de los árboles, se proyecta como una caja preferentemente vidriada que sobresale entre 1,25 y 2,5 metros hacia los costados del zócalo. Al estar en medio de este bosque de árboles se eligieron cerramientos completamente transparentes, para apreciar el contorno de los frutales y sus variaciones en las distintas estaciones del año. En este cuerpo vidriado se programa el estar, el comedor, la cocina, un dormitorio de invitados y un pequeño escritorio, orientados hacia la luz solar y con vistas que calzan con la trama de los árboles. En el interior de este volumen se halla un mobiliario integrado a la fachada, un cajón de hormigón que separa de cierto modo el estar del comedor y una cocina flotante, que aparece como un pormenor dentro del espacio general. Desde la cocina se accede al subterráneo, lugar al que se emplaza todo el equipamiento de uso doméstico, el lavadero, la sala de planchar y la cava de vinos. La cubierta de este volumen se ocupa como terraza del nivel superior.
El vínculo de este cuerpo con el anterior es a través de la piscina, a la cual se puede acceder desde el interior de la vivienda.
El tercer nivel lo ocupa el dormitorio principal: un volumen de hormigón preferentemente opaco, con aberturas determinadas por las vistas hacia ambas cordilleras y por la necesidad de dosificar la luz solar y de resguardar la intimidad.
Una isla, liviana y transparente
La casa Schmitz finalmente se observa como una pesada caja de hormigón que es sustentada por un liviano cuerpo de vidrio, ambos elementos haciendo equilibrio sobre un par de rieles de hormigón en el medio de un campo de frutales, algo que quizá interrumpe la lógica de los materiales, pero que a su vez potencia la idea de liviandad sobre el terreno.
La composición final de esta casa se completa con una rampa de hormigón ubicada en el lado sur de la vivienda. Dado que la llegada a esta es por el lado norte, se debe recorrer perimetralmente la casa hasta su acceso. La aparición de esta rampa potencia la situación de estar sobre la tierra, acometiendo a la casa en un lugar determinado únicamente por el programa interior. La casa no tiene otra señal de acceso, dado que al ser una isla en medio del campo, se presenta como un pabellón que no jerarquiza ninguna situación en particular.
Desde el inicio del proyecto se intenta negar la idea de lo doméstico. Las cosas aquí no están necesariamente donde deben estar. Tampoco están todas las partes del programa que normativamente deben estar. Por ende, se niega también la idea clara de jerarquía en el acceso, la idea de tener un espacio de distribución, la idea de pasillo conector, etc. Si bien la casa tiene sus recintos claramente definidos, es ella misma la que los distribuye, ordena y conecta.
El problema de la “casa de vidrio” se supera técnicamente utilizando vidrio termo panel (vidrio par) con un tinte verde, el cual filtra los rayos ultravioleta que generan el efecto invernadero. Se utiliza además una corrida de ventanas abatibles en la parte superior por todo el perímetro de la casa, con lo cual se desarrolla una ventilación a ras de cielo, que elimina las posibles capas de calor en el interior del recinto.
En tiempos de riego prolongado o posibles inundaciones, el zócalo de la piscina absorbe la diferencia evitando que el agua entre a la vivienda. Los materiales utilizados son preferentemente hormigón y vidrio. Algunas zonas del cuerpo vidriado que son estructurantes fueron cubiertas con madera de Alerce, un árbol nativo que envejece con color plata brillante.
Ficha técnica
Nombre del proyecto: Casa Schmitz.
Arquitectos: Felipe Assadi Figueroa y Francisca.
Ubicación: Calera de Tango, Santiago de Chile.
Superficie del terreno: 4650 m2.
Superficie construida: 300 m2.
Materiales predominantes: alerce, vidrio, acero y hormigón a la vista.
Fotografías: Anthony Cotsifas y Juan Purcell.
Web: www.assadi.cl
Assadi+Pulido, un estudio que suma
El matrimonio que conforman Felipe Assadi y Francisca Pulido es la cabeza del estudio de arquitectura “Assadi+Pulido”, uno de los más vanguardistas de Chile.
Felipe Assadi recibió el Premio Promoción Joven del Colegio de Arquitectos de Chile para el mejor arquitecto menor de 35 años del país y es Magister en Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Chile. La prestigiosa revista americana Architectural Record les otorgó el Design Vanguard, un premio que distingue a los 10 estudios emergentes del mundo.
El estudio ha realizado obras en Chile, Puerto Rico, Venezuela, Perú, Estados Unidos e Italia, siempre con el sello de creaciones que se distinguen por el juego con formas geométricas y una permanente mirada hacia la naturaleza.