Tan bien interpretó a la malvada y desquiciada de Valientes como hoy a la protagonista femenina de Vecinos en guerra que al enfrentarse a ella por primera vez uno atina a creer que algo de esos personaje puede, o debe, haber en algún rincón de quien se pone en su piel cada noche. Pero basta con compartir unos minutos con Eleonora Wexler (39) para darse cuenta de que es un encanto de persona, un ejemplo de humildad y ubicación. “Puede que si escarbo un poco, muy en el fondo encuentre alguna cosita mía de los personajes. Pero, en definitiva, soy una mujer impulsiva, que disfruta de lo que le va sucediendo en la vida”, se presenta la actriz que, muy lejos de su personaje, desborda simpatía y transmite una gran madurez a la hora de enfrentar su carrera y su vida.
-¿Esperabas aquel éxito de Valientes?
–No, pero no porque no creyera en el proyecto sino porque cuando empieza un programa, aunque uno esté muy convencido de que está buenísimo, no sabe si al público le va a gustar. Porque si no, existiría una fórmula del éxito y todo funcionaría siempre. Y no es así. Hasta que no está al aire no se sabe, siempre es una sorpresa y por eso, que le vaya bien es algo que se disfruta tanto. Porque hacer una novela es un trabajo y esfuerzo enorme de muchísima gente.
–¿Cómo te llevás con la telenovela?
–A mi me gusta actuar y no tengo prejuicios respecto al género. Me gusta meterme en mis personajes, trabajarlos, profundizar y hacerlos bien. Me gusta transmitir lo mejor posible la esencia del personaje que me toca.
–¿Y cómo hacés para no trasladar al personaje a tu vida?
–Cuando termino de trabajar trato de desconectarme, haciendo gimnasia, actividades al aire libre y conectándome con mi hija, Miranda (9). Así y todo, muchas veces me llevo como cierta tensión o actitudes del personaje porque son muchas horas al día. Es inevitable porque cuando uno está haciendo un mismo personaje todos los días, empieza a vivir con vos, lo llevás adentro.
Empezó como un juego
Hija de una maestra y un productor de seguros, desde muy chica Eleonora sintió una atracción especial por los escenarios. “A mi papá le gustaba mucho el teatro y siempre nos llevaba a mí y a mi hermana. Y yo siempre estaba esperando que en algún momento hicieran participar al público y que me llamaran a mí. Yo no quería estar ahí inmóvil en la butaca, quería subir y ser parte. Lo mismo en la escuela, yo no comtemplaba la posibilidad de que hubiera un acto y yo no participara. Era lo peor que me podía pasar. Y en mi casa la torturaba a mi hermana, Luciana, haciéndole shows. Yo tenía algo y mi papá lo supo ver”, recuerda feliz. Amante de los musicales y atento al histrionismo de su hija, un día el padre le contó que había un concurso para el clásico Annie y que, si ella quería, él podía llevarla. Fue así como a los 9 años Eleo tuvo su precoz debut.
–¿Cómo fue empezar siendo tan chica?
–Fue como un juego para mí y no podría decir que lo sufría porque realmente me encantaba. Pero con el tiempo, cuando fui más grande, miré para atrás y evalué que me había perdido muchas vivencias infantiles de una nena normal. Pero fue lo que me tocó y lo que elegí así que nunca me arrepentí.
–¿Y nunca dudaste de que era esto lo que querías para tu vida?
–Sí, una vez. Fue como a los 13 o 14 años, en pleno comienzo de la adolescencia. Justo en un período en que dejé de trabajar un poquito, tuve un momento de confusión. Empecé a preguntarme si estaba haciendo esto porque era mi vocación realmente o porque tenía el mandato de seguir mientras me llamaran. Pasó un tiempo y me convocaron para hacer un reemplazo en la comedia musical Alta Sociedad. Acepté y cuando me subí al escenario sentí algo que no había sentido nunca hasta ese momento, una sensación muy linda que me devolvió la seguridad de que no estaba equivocada, de que ser actriz era lo que quería.
Dos décadas y media
En sus 25 años de carrera, fue parte de inolvidables telenovelas, tiras y unitarios como Venganza de mujer, Los tuyos y los míos, Alta Comedia, Mesa de noticias, La banda del Golden Rocket y El garante, por citar sólo parte de su medio centenar de trabajos en televisión. También brilló en el teatro, con La Tempestad en el San Martín, dirigida por Norma Aleandro, y con Hombre y superhombre, y otras puestas prestigiosas como La hija del aire, que le valió el premio ACE como mejor actriz de reparto en comedia dramática, ¿Quién le teme a Virginia Wolf? y La profesión de la Señora Warren, por la que fue nuevamente nominada al ACE y al Trinidad Guevara, también entre muchos otros trabajos.
–Llevás casi 30 años trabajando en los medios de manera constante, siempre con un perfil bajísimo, ¿cómo se logra eso?
–Es que nunca tuve tanta exposición a pesar de estar en programas exitosos. Siempre fui de a poco, creciendo paso a paso, eligiendo los trabajos, sin querer ser “mediática”. Y me gusta que haya sido así porque eso me hizo mantener los pies sobre la tierra.
–¿Es fácil confundirse cuando se empieza tan chico?
–Seguro. Por suerte, mis viejos siempre supieron acompañarme. Ellos, viendo cómo era este mundo, me decían: “Nunca te creas que sos la mejor cuando te adulan, no tomes por cierto cuando te dicen que sos el éxito de algo, esto es efímero”. Creo que tuve esa guía familiar en los primeros años cuando era chica y después yo misma supe mantener esa mirada clara de las cosas que suceden con el trabajo de actor.
–¿Qué viene para el actor después de un gran éxito? ¿Hay como una sensación de vacío?
–Sí, siempre. Después de hacer algo que te gustó mucho y que encima fue un gran éxito, sobreviene la pregunta: “¿Y ahora qué?”.
–¿Y cómo lo sobrellevás?
–Creo que esa dificultad se presenta cuando toda tu vida gira en torno de esto. En mi caso, a mi me encanta mi trabajo y me comprometo mucho con lo que hago, pero tengo todo otro montón de cosas que me hacen sentir feliz y exitosa, como mi familia. Pero si toda mi vida girara alrededor de mi trabajo, creo que el vacío después del éxito sería enorme. Actuar es una parte importante de mi vida, pero no soy o dejo de ser por esto.
–¿Este es uno de los cambios que te trajo la maternidad?
–Ser madre me cambió los valores y las prioridades. Antes pensaba en mí, en mí y en mí. Y cuando nació Miranda ella se convirtió en lo más importante de todo y yo, de una manera natural, me corrí a un segundo plano. Es una sensación que sólo conocés al ser madre. Creo que en mi caso fue sano que me sucediera esto de dejar de ser el centro siempre. Ser madre me hizo, y me hace, aprender mucho, sobre la vida y sobre mí misma. Miranda me enseña. Siento que la maternidad es un gran crecimiento como persona.
Eleonora nos da motivos
Aquí, tres buenas razones para sentarse a ver una telenovela, según Eleonora Wexler:
* Disfrutar de un momento de entretenimiento y desconexión de los problemas cotidianos al final del día.
* Entregarse a vivir una gran historia de amor de esas que sólo suceden en las telenovelas.
* Dejarse llevar por las vueltas de una trama intrigrante en la que hay humor, traición, venganza, mucho drama y sufrimiento.
Texto: Ana Césari
Fotos: D. García