Mi hijo Juan acaba de cumplir 6 años y noto, con cierta preocupación que, adoptó la costumbre de decir mentiras. Algunas de ellas son tan pequeñitas que casi no nos damos cuenta pero, otras son dignas de la imaginación de un buen novelista. Cuando lo consulté con su pediatra me dijo que no dramatice… Entonces, mi pregunta es: ¿Lo retamos o no le damos importancia? ¿Cómo se debe proceder? Muchas gracias.
Ángeles Montero, de Capital Federal
En los primeros años, la fantasía y el pensamiento mágico son muy importantes; los límites entre la realidad y lo imaginario aún no son firmes. Pueden contarnos, con total naturalidad, que el osito de peluche les habló o que conversan con un amigo imaginario. Por lo tanto, no hay que llamar mentiras a sus fantasías, ni a ellos mentirosos. En cambio, cuando tratan de tapar una travesura acusando a un hermano, por ejemplo, es otro tema. Si este tipo de mentiras se dan de vez en cuando, se trata de algo normal y no hay que escandalizarse por ello. Al fin y al cabo, todos mentimos un poco, por lo tanto no hay que convertirse en inquisidor y exigirle una verdad a ultranza a un niño de esa edad. En lo que sí hay que hacer hincapié es en señalarle que nos dimos cuenta y los problemas que le puede deparar el hecho de mentir, porque uno termina por no creerle incluso cuando está diciendo la verdad, por ejemplo: cuando alguien se cayó o si perdió algo (el famoso cuento de “El pastorcito mentiroso” siempre puede ser útil). En cuanto a castigos, si el niño mintió para tapar un mal comportamiento, habrá que aplicarle uno por el hecho cometido y otro por mentir, sin extralimitarse o exagerar con la penitencia.
Asesoró: Dra. María Gladys Moreno, médica pediatra.