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27 de septiembre, 2013

Machu Picchu: sagrada maravilla

A 2.438 metros de altura, en un lugar casi inaccesible, se encuentra ésta, una de las nuevas maravillas del mundo, la ciudad sagrada de Machu Picchu. Es la oportunidad de apreciar uno de los lugares más espectaculares del planeta

 

Está, literalmente, entre las nubes. Ahí donde nadie creería que puede haber más que roca y maleza, sobre una cumbre perdida en medio de un interminable cordón montañoso de la Cordillera de los Andes. Exactamente ahí, se encuentra este tesoro de la historia y cultura americanas: el santuario de Machu Picchu, uno de los mayores misterios de la humanidad.

Descubierto en 1911 por la profesora de historia estadounidense Irma Bingham, Machu Picchu es uno de los pocos testimonios de la cultura Inca que ha quedado en pie luego de la conquista de América por los españoles. Está en la lista de Patrimonios de la Humanidad de la UNESCO desde 1983 y en 2007 fue votada internacionalmente como una de las nuevas maravillas del mundo. Cada año, cerca de un millón de personas de los países más recónditos del planeta aterrizan en Perú para conocerlo y vivir su magia, cargada de mística y belleza.

 

El comienzo de la aventura

Todo comienza en Cusco y valle sagrado. Cusco ha sido bautizada como la capital histórica del Perú. Es la puerta de entrada al mundo de los incas, ya que es aquí donde esta maravillosa civilización instaló la capital de su imperio. Cierto es que a simple vista no han quedado rastros de esa parte de la historia y en su lugar lo único que asoma es una bellísima ciudad colonial. Sin embargo, con buenos guías, algo de imaginación y a través de sus museos, se puede revivir su historia y la de su transformación en manos de los españoles.

Aunque se la puede recorrer en dos días, vale la pena quedarse un poco más para disfrutar de todo lo que tiene para ofrecer. La Plaza de Armas, que ocupa el centro del Egido urbano, es el mayor punto de atracción. Allí está la Catedral Basílica de la Virgen de la Asunción, el templo principal de la ciudad, construida entre 1560 y 1664 y que cautiva por su belleza arquitectónica. Pero no es esta la iglesia más relevante: al lado, como un anexo de ella, está la Iglesia del Triunfo, que data de 1539. Además de ser la primera, es el símbolo, como su nombre lo indica, del triunfo de la conquista. Fue erigida sobre los restos de dos edificios emblemáticos para los incas: el antiguo templo de Suntur Wasi (casa de Dios) y el palacio del inca Viracocha. Es justamente una de sus calles laterales, Hatun Rumiyoq –que en quechua significa “de la roca mayor»–, la más visitada por los turistas, ya que en ella se puede observar en detalle la perfección de la construcción inca y su gran diferencia con la española. A cualquier hora se puede encontrar a chicos de todas las edades que por una propina cuentan la historia y enseñan la famosa piedra de los 12 ángulos.

Por esa misma calle hacia arriba se llega al barrio de San Blas. Caminar por sus calles empedradas angostísimas y repletas de balcones es imperdible. Está a unas pocas cuadras de la Plaza de Armas y es conocido como el “barrio de los Artesanos”, ya que aquí se nuclean talleres y ateliers de los artistas cusqueños más famosos, entre ellos los reconocidos Mendívil.

Otra parada del City Tour es el Convento de Santo Domingo, construido sobre el Templo de Qoricancha, el más venerado por los incas por ser el Templo del Sol. Por último, una cita obligada para disfrutar es sentarse en alguno de los balcones de los restaurantes que rodean a la Plaza de Armas al atardecer, cuando las luces empiezan a encenderse, saboreando alguna delicia local, como carne de llama o papas a la huancaina.

 

Hacia Machu Picchu

A lo largo de los 130 kilómetros que separan a la ciudad de Cusco de las ruinas de Machu Picchu, se extiende el llamado Valle Sagrado de los Incas. Surcado por el cauce del río Vilcanota-Urubamba y sus múltiples afluentes, fue por sus condiciones para la agricultura que los incas lo eligieron para establecerse. Naturalmente bello por donde se lo mire, es además un tesoro arqueológico de punta a punta: a cada paso hay complejos de ruinas para visitar, todas distintas entre sí y cada una con una historia para escuchar. Se recomienda empezar por el circuito más cercano a la ciudad, que comprende los complejos arqueológicos de Sacsaywaman, Qenqo, Puka Pukará y Tambomachay, ubicados todos en un recorrido total de 8 km partiendo de la Plaza de Armas. Se puede hacer a pie, en bus, taxi o a caballo. El resto de los complejos están en ciudades desperdigadas por el valle por lo que no pueden hacerse todas en un día. Sí es posible visitarlas de a una, haciendo base siempre en Cusco o ir durmiendo en las distintas ciudades. Como sea, conviene visitarlas antes de ir a Machu Picchu ya que es la mejor manera de empezar a entrar en clima. Entre las muchas opciones, Pisac es casi una visita obligada. Es una de las más cercanas a Cusco y tiene, además del complejo de ruinas más grande, una de las ferias artesanales más atractivas del valle. Además desde allí se puede seguir por la misma ruta hasta Ollantaytambo. Este pueblo, al que también se puede llegar en tren, es el único que conserva el trazado original que le dieron los incas y por sus acequias, 600 años después, el agua sigue corriendo perfectamente. Otros pueblos cercanos que también tienen ruinas, además de bellas construcciones coloniales, son Chinchero – los domingos tiene un gran mercado – y Maras, desde donde se visitan las terrazas agrícolas circulares de Moray y las minas de Salineras. En cada uno de estos complejos de ruinas, para los que deciden ir por su cuenta, suele haber guías que ofrecen sus servicios por un costo mínimo. Es probable que según el guía que toque en suerte, el relato varíe un poco. Sucede que todo el saber que circula alrededor de los incas, fluctúa entre la historia y la leyenda ya que la escritura de este pueblo aún no ha sido descifrada y por lo tanto son realmente pocos los datos certeros que se tienen de ellos.

 

La meca

Cuenta la historia que fue el primero de los emperadores incas, Pachacutec (1438-1470), quien mandó construir esta impresionante villa sobre la montaña, que hoy cautiva al mundo entero. Aunque durante mucho tiempo se creyó que tenía un fin militar –por eso se la denominaba ciudadela o fortaleza–, desde hace algunos años se sabe que en realidad fue una ciudad de lujo, utilizada como santuario religioso y lugar de descanso para el emperador.

Lo que nadie ha podido explicar aún, y ha alimentado todo tipo de mitos, es el por qué de su ubicación: sobre un promontorio rocoso ubicado en medio de dos montañas –Machu Picchu y Huayna Picchu– y situado a 450 metros sobre el nivel del valle. Lo cierto es que fue eso lo que la salvó de correr la misma suerte que el resto de las ciudades incas y permitió que hoy la humanidad pueda disfrutarla, sin reconstrucción ni puesta en escena. Pero no es sólo su ubicación y conservación original lo que hace único a este sitio. Su tamaño es impresionante en sí mismo: son más de 100 mil metros cuadrados de edificación –530 m de largo por 200 m de ancho– en los que se reparten 172 construcciones que incluyen casas, templos, plaza, baños, depósitos y hasta un lugar para prisioneros. Obra maestra de la arquitectura y de la ingeniería, hasta el día de hoy los especialistas intentan explicarse cómo lograron generar sistemas para conducir agua pura que fluye de manera constante y con un caudal regular, sin siquiera salpicar, a través de 129 canales que llegan a toda la zona urbana y de cultivo.

Existen muchas formas de visitar Machu Pichu. La más tradicional y aventurera es el Camino del Inca, un trekking de cuatro días que conduce a las ruinas por la llamada Puerta del Sol, recorrido original de los incas. Otra de las posibilidades es subir desde Aguas Calientes, el pueblo que está al pie de las ruinas. Fundado para la explotación turística del lugar, Aguas Calientes no tiene atractivos históricos pero es una parada obligatoria para llegar a Machu Pichu. Se accede sólo en tren –desde Cusco u Ollantaytambo- o en helicóptero, y ofrece dos posibilidades para el ascenso a las ruinas: muy cómodos en un colectivo que tarda 15 minutos o con dos horas de mucho esfuerzo por una empinadísima escalera.

Como sea, la sensación al llegar será maravillosa. Puede que falte un poco el aire o alguien sienta taquicardia. Dicen los locales que es normal: un lugar excepcional sólo puede generar sensaciones excepcionales.

 

 

Texto y fotos: Ana Césari.