Después del paso alocado de diciembre, todo parece relajarse y distenderse. De repente el tiempo comienza a pasar más lento, las calles se vacían y las bocinas de los autos le dejan espacio al sonido de los grillos, por las noches y de los pájaros, por el día.
¿Qué pasó? La ciudad se descontractura y viste una mejor cara: enero y febrero han llegado.
Ir al cine sin hacer largas filas, poder comer en el lugar deseado sin esperar mucho tiempo, andar en bicicleta haciendo zigzag por medio de una avenida y muchas opciones más son posibles.
Los que se van de vacaciones en marzo o en invierno, o no lo hacen (ojalá que no pase nunca) son testigos directos de la transformación de una ciudad alocada a una plácida y calma. Eso los convierte en transeúntes con mucha suerte, porque la ciudad vacía es una ciudad personalizada y privada para cada uno de ellos.
Enumeramos algunas acciones y salidas que pueden hacer aquellos “suertudos” para aprovechar cada segundo de este oasis.
Bicicleta divino tesoro:
Para aquellos que amarían ir al trabajo en bici o salir de a recorrer barrios, pero tienen terror a los autos y colectivos: esta es su oportunidad.
Las avenidas desoladas y las calles menos transitadas se convierten en caminos sin obstáculos para ustedes. Casco en mano, bocina bien alta y agua para refrescarse es todo lo que van a necesitar. Suerte!
Por fin, Yoga:
Ese curso de yoga al que quisieron ir todo el año, el que estaba siempre lleno y en el figuraban en lista de espera ahora es todo suyo. De repente, un día sonó el teléfono y era la futura profesora que les decía: “ Podés empezar, venite con algo cómodo”. Namasté.
En voz baja:
¿Leer un buen libro en un bar acompañadas por una limonada sin desperdicio era imposible? Ya no.
En enero y febrero el murmullo dentro de los bares es similar al de una iglesia, y disfrutar de una infusión rica mientras se dejan atrapar por una atractiva novela es un programón. No va a ser necesario que vuelvan a leer una y otra vez la misma página, el nivel de concentración es total. ¡Marche otro café!
Pase rápido:
Ni uno tiene que hacer la fila para sacar los tickets, ni el otro corre a buscar el pochocolo y la gaseosa. No hay motivo de apuro para disfrutar de una película un miércoles o un viernes en el cine. Nadie debe apresurarse, las conversaciones no son interrumpidas y todo fluye. Así da placer ir al cine.
Precios amigables:
Los outlets son los lugares más concurridos. Todos buscan buenos precios y mejor calidad, por eso, los locales de ropa con liquidaciones o valores más accesibles son los más frecuentados.
Muchas veces, por no querer ser parte de una masa de personas tras un jean de buen calce y pocas cifras, terminan comprando uno más costoso.
Gracias al éxodo en la ciudad los percheros permanecen solitarios y quietos, con etiquetas indicadoras de importes que son fiesta para los ojos. Adelante, pasen y compren a su antojo.
Conocer y saber a buen ritmo:
Ir a los museos o a los centros culturales a ver diferentes obras de arte y exposiciones es ideal cuando hay poca gente. No sólo se puede ir al propio ritmo (sin que haya empujones) sino que también se puede ingresar sin tener que hacer largas filas.
Otro punto a favor es disfrutar de los descuentos que pueden otorgar gracias a la poca demanda que se genera en los meses de verano. Estar en el momento indicado tiene premio!
Texto: Daniela Godachevich