La edad de los berrinches comienza alrededor de los 18 meses. Es el momento en que el niño afirma su autonomía diciendo ¡no! Es la etapa de las rabietas y la oposición. Lo bueno es que es esperable que se agache y se levante solo, distinga y muestre distintas partes de su cuerpo, ojos, boca, se saque los zapatos y las medias y que reconozca el “NO”. ¡El tema es que empieza a decirla él también!
Saber que se trata de una etapa normal ayuda a los padres a entender esto como un proceso que hay que atravesar, absolutamente necesario para el desarrollo de su personalidad. Es una etapa transitoria y se puede evitar que se alargue a partir de algunas premisas. Primero y principal, los padres deben ponerse de acuerdo respecto a la actitud a seguir. Si uno de los dos le pone límites y el otro lo desautoriza, va a haber problemas. Después, es primordial poner límites claros, esto es fundamental por dos motivos: transmitir seguridad que les permite a los chicos estar más tranquilos y sentirse más cuidados y por lo tanto más queridos. Por otro lado cuanto más claros sean los límites, más corto y llevadero será el período de berrinches y rabietas.
Las recomendaciones puntuales durante la “rabieta” son:
– Contener sin consentir.
– Durante el episodio, no son útiles las largas reprimendas con muchas palabras.
– Lo recomendable es permanecer en el mismo ambiente que el niño, protegerlo para que no se lastime y continuar con el límite que se había impuesto previo al episodio del berrinche.
Los límites y los no cuando hay peligro
Meter los dedos en el enchufe o tirarse de cabeza es una constante en los más chicos. En estos casos, el tema del “no” ya es otra cosa, porque lo que está en juego es la vida. Por lo tanto, el “no” debe ser siempre contundente a todas las edades. La diferencia es que si el niño es menor de 2 años, este “no” rotundo debe ir acompañado del rápido retiro de la fuente de peligro y no se los puede dejar solos en ninguna circunstancia. Además, a esa edad el chico no tiene registro del peligro y es probable que insista en el acto, repitiendo la situación peligrosa, por lo que las frases deben ser reiteradas tantas veces como sea necesario.
Es importante aclarar que siempre debe haber contundencia en el límite pero que el registro también depende de la etapa madurativa en la que se encuentra el niño.
Como todo proceso, el registro de peligro se adquiere paulatinamente, por lo que la claridad debe estar siempre presente y el niño lo va a ir asimilando progresivamente. Esto significa que no hay que esperar hasta los 2 años para enseñarle lo que se puede o no hacer, hay que comenzar desde edades muy tempranas. Lo que hay que tener en cuenta es que la incorporación del “no” y del peligro no aparecen antes de los 18 meses.
Asesoró: Dra. Alejandra Lafont, Jefa del Servicio de Pediatría de la Fundación Hospitalaria – MN 81.988 / www.fh.org.ar