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15 de abril, 2014

Maite Fernández: “La suma de habilidades enriquece el trabajo”

Arrancó a trabajar junto a un grupo de amigos de la facultad de Rosario. Desde ese momento, las oportunidades empezaron a aparecer y ella supo aprovecharlas. Adquirió experiencia en estudios importantes, hasta que se atrevió a formar una sociedad con quien hoy es su marido. Juntos hicieron más de cien obras y ganaron varios premios.

 

A la hora de decidir qué carrera seguir, Maite no estaba segura. Quería estudiar Medicina pero sabía que no iba a poder sobrellevar el dolor ajeno. Entonces, optó por su plan B: Arquitectura, aunque el único contacto que había tenido con ella eran las casas de muñecas y los dibujos mentales que hacía desde la ventana del edificio de su abuela.
Con el tiempo, su profesión se fue diseñando sola: formó parte de la organización del Congreso de Arquitectura “La construcción del pensamiento” y fue pasante en dos estudios, hasta que arrancó a trabajar con Gerardo Caballero, su socio y marido desde hace más de 20 año, con quien ganó los premios ARQ 2011, Clarín-FADEA en 2011 y Konex en 2012, y con quien construyó la Sala de Conciertos de Copenhague, Dinamarca, y los Tribunales de Salta, entre muchos otros edificios. Hoy, a sus 47 años, Maite afirma: “Nunca planeé nada. Todo fue surgiendo solo”.

–¿Cón qué trabas lidiás y cuáles son las cosas más placenteras de tu trabajo?
–Es difícil cumplir con los deseos y las expectativas propias y las de los clientes. También, hacer que los tiempos y las terminaciones de la obra sean las pactadas, ya que uno es responsable de algo que, a la vez, depende de mucha gente. Lo que más disfruto es que no me aburro nunca.

–¿Cuánto cambió la forma de trabajar en los últimos 20 años?
–Cambió mucho. Hace 20 años no había teléfono fijo en el estudio y hoy estamos conectados con todo y todos, al instante. Dos décadas atrás dibujábamos a mano; hoy es impensado.

–¿Qué habilidades debiste incorporar que no tenías al comenzar tu carrera?
–A medida que crecés, van surgiendo necesidades y habilidades. La mías están direccionadas a las relaciones humanas y a lo que tiene que ver con la organización y el control.

–¿Tener un socio facilita la tarea? ¿Las habilidades femeninas aportan valor?
–Tener un par en quien confiar facilita mucho, sobre todo cuando te complementás. Creo en el trabajo en equipo y en que la suma de habilidades enriquece. Las mujeres somos más perceptivas e intuitivas y tenemos capacidad para concretar varias cosas a la vez.

–¿Qué dificultades y ventajas te brinda la tecnología?
–Son todas ventajas. Con la informática se ganó en eficiencia, calidad y rapidez. Gracias a la globalización, accedimos a datos necesarios para los proyectos. Con las webs y las redes sociales podés darte a conocer en el mundo.

–En un mundo de tantos cambios, ¿cuál es tu fórmula para mantenerte vigente?
–Siempre trato de seguir mi instinto curioso y activo, el que me lleva a explorar, dentro y fuera de la arquitectura, nuevos campos de conocimiento, que me enriquezcan como persona.

–¿Qué aportan la ecología y el concepto de sustentabilidad a la arquitectura?
–Con ellas empezamos a tomar conciencia del cuidado del medio ambiente y aparecieron técnicas y materiales que colaboran con ese respeto. Pero en el país algunos son, aún, económicamente inaccesibles. En nuestros proyectos hemos incorporado varios conceptos de sustentabilidad.

–¿Qué otras actividades te gusta hacer?
–Soy parte de un grupo de mujeres que colabora en una fundación que brinda microcréditos a emprendedoras en barrios periféricos de Rosario. Esta actividad me llena el alma. Además, hago meditación y gimnasia.

Texto: Dolores Caviglia.