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21 de abril, 2014

Reyna de corazones

Es una de las actrices más prolíficas y versátiles de la escena nacional, se mueve en la tele, el cine y el teatro con gracia y fluidez. Ha hecho comedia y drama, obras más populares o para públicos selectos. Ahora acaba de estrenar la película Betibú, donde encarna a una de las amigas del personaje de Mercedes Morán.

 

Carola Reyna se ha ganado un espacio como actriz a fuerza de trabajo, talento, carisma y una belleza sutil, con un physique du  rôle que le ha permitido variar de personaje a gusto. Algunos la recordarán por su papel en la versión local de La Niñera, donde trabajaba con su marido, Boy Olmi. Y así como también estuvo en Los vecinos en guerra, ha sabido cambiar de registro y participar en programas más duros y comprometidos como Mujeres Asesinas o Historia Clínica. Madre de dos varones, uno de su anterior pareja y otro de su marido, actualmente disfruta del éxito de la película Betibú, donde trabaja con Mercedes Morán y Daniel Fanego, entre otros.

–¿Estás viviendo un momento un poco adolescente?
–No especialmente. Más bien creo que uno conserva todo el tiempo rasgos adolescentes porque aunque cambies el envase y madures, la percepción de quien sos para vos misma suele mantenerse intacta. Mi abuela seguía diciendo: ‘ahí vienen las chicas a jugar a la canasta’ cuando tenía 80. Yo siempre mantengo ese espíritu inquieto y transgresor propio de mi adolescencia y me parece que no hay que renegar de eso. Todo el tiempo estamos obligados a comportarnos como gente grande y civilizada y si bien hay que serlo, no está demás dejarle un poco de lugar al rebelde, al disconforme.

–¿Con qué cuestiones del ‘soy adulta’ te cuesta más lidiar?
–Con lo burocrático, con todo lo que tiene que ver con papeles y vencimientos tengo serios problemas. Hay ciertos deberes formales con los que lucho porque no me los banco. La contaduría me complica, se me acumulan los sobres sin abrir. Realmente la paso mal. Hace poco tuve que hacer un traspaso de dinero para mi mamá y terminé equivocándome de banco. Terminé llorando de la angustia que tenía, después de hacer una hora de cola en un banco que no era y con el trámite obviamente inconcluso. Por suerte  mejoré bastante.

–Aceptaste que forma parte del combo…
–Y sí, asumí que como adulta tengo que hacerme cargo de ciertas cosas, y aunque me aburran las tengo que hacer.

–Y conviviendo con dos chicos en pleno proceso adolescente, ¿en qué cuestiones no te resignás?
–Combato esa especie de fiaca adolescente que a veces me pone nerviosa, porque quiero que hagan las cosas en el momento. Con ellos la respuesta a: ‘sacá eso de ahí’ siempre es la misma: ‘sí en un rato ma’ (se ríe). Pero te diría que me enojo mucho más con las reglas de juego que rigen generacionalmente a la hora de divertirse.  Me parece que están erradas, a veces me indigno y pienso ‘¿quién dijo que para pasarla bien hay que tomar alcohol de un melón ahuecado?’. Por eso trato de inculcarles la tranquilidad para que no le teman a la diferencia, que sepan que pueden decir, ‘no, esto no me cierra’ sin miedo.

–¿Sos de estar permanentemente detrás de sus pasos?
–No, no podés estar arriba del chico, controlándolo como si tuviera diez años, pero también está bueno que se sientan contenidos y que sepan que tienen el respaldo de nosotros, pase lo que pase. Para ellos es una etapa de permanente descubrimiento de las posibilidades que pueden vivir y en ese sentido creo que hay que permitirles que hagan uso de esa responsabilidad sin plantearles un panorama tenebroso. Porque aunque a mí me asusta mucho el hecho de que vivamos cada vez más en una especie de jungla, quiero que no se frustren y sobre todo que sean chicos deseosos. Que sean creativos con la vida, en el sentido de que no se queden con lo primero que les llega sino que sigan buscando. Hay que darles las armas, pero bueno, no es fácil, ni para ellos ni para los adultos.

 

Del amor y los deseos

No se desespera cuando no tiene trabajo. “No tengo miedo a parar; mientras no me termine de comer todos los ahorros, me encanta”. A veces trabaja con su  marido y otras prefiere no hacerlo, como cuando no participó de una película que dirigió Olmi.

–¿Te preocupa preservar los espacios de la pareja?
–Un poco sí, creo que cada pareja tiene su estilo y entre nosotros había mucho de pegoteo porque compartimos demasiadas cosas. Ahora estoy en búsqueda de un modelo nuevo de pareja porque creo que en el amor hay que ser creativo y sobre todo tener gran cuidado con muchas de las historias que nos contaron sobre príncipes y perdices. Es un modelo que puede llevar a una confusión enorme. Me parece que hay que aceptar que uno no es el mismo que hace quince años y que quizá lo que antes te venía pésimo ahora te viene bien, quizá en un momento de la vida te podías ofender porque él se iba a jugar al fútbol y ahora te viene genial tener ese espacio tuyo. No hay un modelo de pareja ideal y no hay que tener prejuicios en ese sentido; cada pareja crea el modo que le hace bien desde dormir en cuartos separados o verse sólo los fines de semana o no convivir. ¿Quién dijo que el amor tiene que ser de una manera y no de otra? Mientras haya respeto, esa persona te estimule, te haga sentir bien y te divierta, no creo que haya reglas.

–¿Más de veinte años después seguís enamorada?
–Sí, sin dudas. Cuando lo conocí a Boy sabía que estaba conociendo a un compañero para largo rato, teníamos una afinidad muy clara y una mirada muy similar sobre la vida. Fue más que un amor a primera vista, él era alguien que llegaba a mi vida con una certeza, como una pieza que faltaba para completar el rompecabezas.

–¿Qué te sedujo de él?
–Me conquistó toda la atención que  me dedicó en un momento en que yo la necesitaba. También su creatividad, su vuelo, con él todo es una aventura. Boy, al igual que toda su familia, mantiene ciertos condimentos hacía la vida que me parecen interesantes; por ejemplo tienen un cajón lleno de anteojos de marcos raros y un día entrás al comedor y te sorprenden todos con esos lentes puestos. En general le ponemos mucho humor a las cosas, tratamos de pasarla bien con lo que hay, más allá de tanta pálida.

–¿Te asusta el paso del tiempo?
–Sí, más que el deterioro físico, pero si bien es obvio que una mujer de 30 no es igual a una de 60, creo que hay cierta osadía, cierta personalidad, cierta cancheréz que se puede mantener. Espero, por lo menos convertirme en una vieja con onda.

 

Carola íntima
Una ciudad del mundo: Venecia
Un rincón de su casa: “Mi sillón donde leo mirando los árboles de la cuadra”.
Una prenda que le encanta comprar: Bombachas y corpiños.
El postre al que no puede decirle no: Panqueque de dulce de leche.
Una película que le gustaria volver a ver: All That Jazz
Un libro para recomendar: Travesuras de la niña mala (Mario Vargas Llosa).
No sale a la calle sin  ponerse : Crema humectante.
Una frase que le gusta: Hoy es el futuro que ayer nos preocupaba.
Cómo le gusta comprar: Con tarjeta.
De cuando era chica todavía conserva: La muñequita» Tutti», hija de la «Barbie».

 

Texto: Martina Prieto.
Fotos: Diego García.