Hace pocos años, se mezclaba entre los ases David Nalbandian y Juan Martín del Potro y protagonizaba una encendida defensa de género en la profusa legión argentina en los courts del mundo. Heredera de Gabriela Sabatini en talento y virtudes estéticas (aunque antagónica en el color de cabello), durante varios años Gisela Dulko se instaló como la mejor tenista de nuestro país. Y mostró gran versatilidad cosechando títulos tanto en singles como en dobles. La naturaleza le brindó un plus a sus cualidades con la raqueta, algo que han sabido aprovechar, para beneplácito de sus cuentas bancarias, profesionales como María Sharapova o Ana Kournikova: la belleza. Y Gisela aprovechó para trabajar como modelo, tanto de productos de belleza como de ropa interior.
Hoy, está retirada y haciendo vida de familia, junto a su marido, Fernando Gago, el jugador de Boca y de la Selección Nacional de fútbol, con quien son padres de Mateo, de apenas 1 año. Hace poco lo conoció todo el mundo, al ser fotografiado en brazos de su papá en la cancha de River, cuando la Selección se despidió del público argentino antes de viajar a Brasil. La mamá, orgullosa, tuiteó la foto.
Una niña talentosa
Sus comienzos en la actividad deportiva fueron precoces. Empezó a jugar a los siete años y a los 14 ya incursionaba en certámenes internacionales contra rivales que le llevaban hasta casi un lustro. Competitiva, siempre recuerda que su primer partido lo perdió 6-0 y 6-0 y que la bronca monstruosa que se llevó resultó una especie de motor para superarse. Una marca de su carácter. Claro que la elección por el deporte desde tan pequeña, además de traducirse en éxito, también le quitó segmentos de la vida de cualquier niña y adolescente promedio. “El tenis me dio un montón de cosas positivas, pero es cierto que también hay que hacer muchos esfuerzos. Haciendo un deporte profesional uno no puede acostarse tarde, entonces yo me cuidaba mucho de chica, me perdía salidas con amigas o cumpleaños, nunca tome alcohol… Pero tampoco lo tomé como un sacrificio, ya que lo hacía con gusto porque amaba el tenis”, explica Gisela, en charla con Mujer Country. El proceso de maduración incluyó una estadía en Miami, lejos de la familia (mamá y su hermano Alejandro; su papá falleció en un accidente casero cuando ella tenía 11 años), a la que siempre fue muy apegada a pesar de que los viajes fueron una constante en esa etapa de su vida. “En Estados Unidos estuve viviendo tres años, y me volví porque necesitaba estar cerca de mi familia, pero sin duda me hizo crecer mucho”, cuenta sobre la etapa de distancia en continuado.
Grandes momentos
Si bien no surge espontánea ante la pregunta, desde pequeña Dulko también le prodigó admiración a Martina Navratilova. Y su carrera y el fixture oportunamente le brindaron el honor de enfrentarla en un par de oportunidades. Y nada menos que en sendos Grand Slam, como para adosarle condimento a la adrenalina… “Fueron dos partidos que viví con mucha emoción y nervios, no sabía bien qué esperar de ella en la cancha. Siempre la admiré pero nunca imaginé que iba a tenerla como rival… En Roland Garros jugué un partido muy bueno y gané con comodidad, pero fue muy especial tenerla enfrente, la miraba jugar y pensaba más en ella que en mí. Y en Wimbledon fue bárbaro, resultó un partido peleado, que también terminé ganando, pero en tres sets”, narra, recordando la alegría de esos momentos. Lo más sabroso, incluso por sobre el duelo ganador, llegó después del último punto. La leyenda nacida en Praga, República Checa, y luego nacionalizada estadounidense, se le acercó luego de la segunda batalla. Y le dejó un mensaje que a Gisela le quedó grabado eternamente. “Me felicitó, me dijo que era muy buena jugadora y que tenía el tenis para estar en un nivel más alto. Sus palabras me llenaron de orgullo. Y la experiencia y el recuerdo son únicos”, se sincera con un dejo de nostalgia.
De corazón
El bonus track de su belleza le ha otorgado atención extra a Dulko en los courts. Incluso, de parte de sus colegas. Por eso la argentina supo conquistar el corazón de tres tenistas: los españoles Fernando Verdasco y Tommy Robredo, y el chileno Fernando González. Todos de habla hispana y con los que forjó relaciones serias. Pero el gran amor no llegó del tenis, sino del fútbol, junto con Fernando Gago, con quien se conoció en España, cuando ella jugaba un torneo y él militaba en la liga española. Hoy disfrutan de su matrimonio y de su hijo Mateo. Lo que se dice, una pareja exitosa. En este momento viven en Argentina, porque él forma parte del plantel de Boca Juniors, pero Gisela es consciente de que en cualquier momento su marido puede ser vendido a otro país y allá irán con él, porque si algo le quedó del tenis es el espíritu nómade, propio del deporte de alta competencia. Y también la convicción de que no es para siempre, que siempre se puede volver al Tigre familiar.