En el barrio porteño de Monserrat, muy cerca del Congreso de la Nación, el arquitecto Julio Oropel recicló un viejo departamento para instalar allí su propio estudio y un showroom. “Quise lograr un estilo personal que me representara y un gran contenedor para mis objetos y elementos preferidos”, explica el actual presidente de DArA (Diseñadores de Interiores Argentinos Asociados), que eligió ese sitio porque “es tranquilo tiene clima de barrio muy cerca del centro y porque desde la ventana de la cocina veo la cúpula del Congreso y la de la Confitería El Molino”, fundamenta.
El departamento, un semipiso de los años 30 que estaba casi original (y muy deteriorado) recuperó la lozanía con la intervención de Julio: “Mantuve la ‘piel’, las aberturas y espacialidad de esta antigua vivienda, pero agregando un espíritu moderno logrado con elementos contemporáneos y antiguos”, asegura. El resultado es un espacio vivible y cálido, donde todo resulta potenciado por la luminosidad que aportan las ventanas de vidrio repartido.
El arquitecto también destaca la funcionalidad en la distribución del espacio, “la perfecta separación de la parte social de la más íntima, dormitorios, cocina y escritorio”. Una cualidad que no fue alterada en la reforma.
De ese modo, buena parte de los 150 metros cuadrados se destinaron a grandes espacios de estar y comedor, donde el proyecto apuntó a integrar la cocina con el comedor diario y el escritorio de trabajo. “No fue mi intención generar un ambiente frío y de orden extremo. Mis premisas se orientaron hacia espacios donde mis objetos convivieran en armonía y desorden, pero con identidad”, señala Julio.
Los elementos originales del departamento, como aberturas, molduras y ventanas, ahora lucen limpios y restaurados. Mientras que lo nuevo se sumó sobrepuesto, sin ensuciar o modificar lo antiguo, y usando un solo material: la madera de álamo. “Con este material se logró el aporte cálido y moderno, generando con él bibliotecas, estanterías, muebles de cocina, elementos sobrepuestos en aberturas a modo de paneles giratorios y nichos en ventanas, que son contenedores de objetos de viajes”, destaca el autor, quien eligió el color blanco en todos los ambientes para no reducir la luz natural.
El grueso de la obra involucró la renovación completa de los servicios (baño y cocina) y de la instalación eléctrica (que estaba obsoleta). Además, se recuperó el piso de roble de Eslavonia y pinotea que no había recibido mantenimiento por años.
Para la ambientación y el equipamiento, Julio se inclinó por un estilo ecléctico con elementos vintage, muchas obras de arte (la mayoría realizadas por él) y algunos muebles especiales diseñados para el lugar.
Texto: Arq. Paula Baldo.
Fotos: Adela Aldama.